Carlos III no sólo debe lidiar con el creciente sentimiento republicano: sus excentricidades suman descrédito y se habla de su "hartazgo y agotamiento".
Claro que el propio monarca no hace demasiado para cuidar su imagen. Se considera un intelectual al que le gusta leer filosofía y poesía. Tiene pasión por la jardinería y conversa con sus plantas. Pero tras asumir como monarca del Reino Unido, Carlos III ratificó en pocas horas su fama de «irritable, veleidoso y antojadizo». Por un lado se hicieron virales en el mundo entero las imágenes en las que convoca con malos modos a sus mayordomos para los servicios más discretos. También se difundió un video en el que se lo ve furioso por mancharse los dedos con tinta con su pluma, y en otra ocasión no recordaba la fecha al tratar de firmar un documento.
Además se hicieron públicos varios de sus caprichos y exigencias que superan en extravagancia lo conocido de otros integrantes de la realeza. Por ejemplo, que exige que se le planchen los cordones de los zapatos. Entre el personal de la Clarence House, que habitaba hasta convertirse en rey, ya se lo conocía despectivamente como «príncipe mimado». Paul Burrell fue más allá: el exmayordomo de la Casa Real lo calificó de «maniático y excéntrico», luego de relatar algunas de sus exigencias más domésticas. Como que su pijama se plancha todas las mañanas; o que en su bañadera, a medio llenar, la temperatura del agua debe ser tibia y el tapón debe estar en una determinada posición, que si no se enfurece… Y también si el cepillo de dientes no está preparado con una pulgada de pasta. Cuando viaja, lo hace con una caja de desayuno, con seis tipos diferentes de miel entre otras excentricidades, y siempre el queso debe estar tibio. Muchas veces hace llevar su propia cama, su propio inodoro y su papel higiénico Kleenex Velvet. El exmayordomo asegura que, aunque no se lo haga público, el Rey Carlos III padece de trastornos obsesivos compulsivos.
Buckingham lo desmiente, pero también circula en el ambiente político su escasa propensión a dedicarse a las tareas formales de su cargo. Por caso, a menos de una semana de la asunción, decidió tomarse una jornada total de descanso y estallaron las redes sociales que hablaron de «hartazgo y agotamiento».
Al mismo tiempo en esas redes se recordó un posteo del 7 de junio que anticipaba la muerte de Isabel II, para exactamente el día que sucedió, el 8 de setiembre. La predicción asombrosa también adelantó la supuesta fecha de fallecimiento del rey Carlos III: el 28 de marzo de 2026, en menos de cuatro años. «
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