La modificación reglamentaria, que empezó en la pandemia y se instaló definitivamente, cada vez degenera más a los partidos y empeora a los equipos: los técnicos se obligan a tocar media formación.
En 2022, la International Football Association Board (IFAB) aprobó definitivamente la posibilidad de los cinco cambios durante un partido -y de llevar hasta 15 suplentes al banco-, una regla que había sido impuesta durante la pandemia de coronavirus ante la salud de los jugadores y el rediseño de los calendarios. Y, desde entonces, el fútbol-juego cambió, incluso hasta desvirtuarse con diez cambios en un segundo tiempo y apenas cuatro minutos de tiempo extra, como sucedió en el 1-1 entre River y Boca en el Monumental. ¿River “perdió la táctica” con los cambios que buscaron equilibrar la mitad de cancha y Boca “hizo tiempo” con los dos a los 43 minutos? ¿Martín Demichelis, Diego Martínez o cualquier DT, si pudieran, sacarían a los once jugadores durante un partido?
La ejecución de la opción de los cinco cambios, cada vez en más ocasiones, empeora a los equipos. Los cambios dan la sensación de ser más un cumplido para los jugadores, para contentarlos con minutos. Y el partido -el juego- se degenera, porque los equipos se desdibujan, las estructuras tácticas se desarman y aparecen las distracciones individuales y colectivas. ¿Cuántos entrenadores se “obligan” a hacer los cincos cambios? ¿La sola posibilidad no los perjudica, ya que, presionados por el contexto, caen en la desesperación “intervencionista”? Con los cinco cambios, creció el protagonismo del entrenador: la elección de los jugadores -los cambios incluidos- es acaso el punto en el que más puede influir un DT durante un partido.
Pep Guardiola, un técnico de vanguardia que cada tanto adelanta las “novedades” del fútbol -si existiesen-, sólo recurrió a los cinco cambios en tres de los 13 partidos de la pasada Champions, la que le ganó en la final al Inter, y cuando el Manchester City los había “definido”. En la ida de los octavos ante el Leipzig y en la ida de la semi ante el Real Madrid, ambas de visitante, ni siquiera hizo un cambio: sostuvo a los once titulares. “Estaba muy contento con lo que estaba viendo -explicó Guardiola tras Leipzig-. Tengo la opción de hacer hasta cinco cambios porque son las reglas del juego, pero eso no significa que tenga que hacerlos. Soy un muy buen entrenador como para decidir lo que tengo que hacer”. El último equipo que no había hecho ningún cambio en un partido de Champions había sido el Manchester United ante la Juventus, en 2018, cuando era dirigido por José Mourinho. Y el último en una semifinal de Champions, el United frente al Milan, en 2007, cuando era dirigido por Alex Ferguson. Guardiola, Mourinho, Ferguson.
Andrés “Tito” Rebottaro fue campeón con Newell’s del Metropolitano 1974. Dirigió a 11 equipos entre 1990 y 2016. También fue DT de Lionel Scaloni en la Reserva de Newell’s. A los 71 años, Rebottaro reflexiona: “Lo único que no cambió es once contra once, las medidas de la cancha y una pelota… Antes tenías un suplente y un arquero. Después eran cuatro suplentes y un arquero. Ahora concentran 26 jugadores. ‘¿Quiénes juegan?’, decís. Hoy podés cambiar medio equipo en medio del partido con los cinco cambios. Tener plan A, B y C. En determinado momento te puede jugar a favor, pero también en contra, porque el jugador que se equivoca sabe que lo van a sacar. Antes no: te equivocabas y podías corregir el error, tenías un tiempo. Hoy no tienen ese tiempo, juegan de otra manera, quizá con menos confianza”.
Los cinco cambios en tres “ventanas” en los 90 minutos favorecen a los clubes poderosos, o a los que disponen de planteles amplios con más jugadores de “jerarquía”. Y perjudican a los que andan con lo justo. Ensanchan la brecha. El español Rafa Benítez, campeón de la Champions 2004/05 con el Liverpool, dirige ahora al Celta de Vigo, a cinco puntos del descenso en LaLiga. En diciembre, Rafa Benítez razonó: “Hemos tenido todos los equipos de la mitad de la tabla hacia abajo esas rachas donde te enfrentas a equipos muy fuertes. Las cinco sustituciones benefician a los equipos de arriba, los equipos con mejor banquillo les sacan mucho más partido. El cuarto o quinto cambio que hagas siempre va a ser mejor el del Real Madrid, el del Athletic Bilbao, el del Barcelona y el del Atlético Madrid. Es una circunstancia que no sólo se da aquí, también en otros tantos campeonatos. Se compensa haciendo las cosas bien, con tiempo, implicación y compromiso de todo el mundo; y en los partidos de local, con la ayuda del público”.
La última vez que un club argentino ganó la Copa Intercontinental-Mundial de Clubes fue Boca ante el Milan en 2003, en Tokio. Carlos Bianchi vs Carlo Ancelotti. Bianchi hizo un solo cambio (Carlos Tevez por Guillermo Barros Schelotto, al minuto 73) en los 120 minutos, antes de los penales. Son pocos los entrenadores que saben gestionar los cambios. Es complejo acertar el momento en que hacerlos, porque el juego no frena: se va desarrollando sobre un guión en tiempo real. Se facilitan si en el banco hay grandes futbolistas. En la final de Qatar 2022, primer Mundial con cinco cambios, Didier Deschamps cambió a siete jugadores de Francia: los cinco permitidos, el extra por el suplementario y uno por golpe en la cabeza. Sólo cuatro de los titulares llegaron a los penales. Argentina, campeona del mundo, había hecho seis. Es lo que los preparados físicos rotulan como “administrar las cargas”. Los cinco cambios no sólo se mantuvieron sino que se ratificaron post pandemia porque la industria exige que haya más y más partidos, con calendarios ya saturados, con torneos que tienden al gigantismo, como el Mundial de Estados Unidos, Canadá y México 2026 con 48 selecciones, o como la Champions 2025/26 con 36 clubes en una nueva “fase de liga”.
“El fútbol es un deporte de once contra once, y no de once ayudados por otros que los reemplazan cuando aquellos se cansan o van perdiendo. Es como si al boxeo lo transformáramos en un combate donde, el que va ganando la pelea, tiene que terminarla contra un adversario de refresco. O si a Pelé se lo anulara con tres marcadores, a 30 minutos de actuación cada uno”, firma Carlos Peucelle, crack de River y de la selección durante la década del 30. “El jugador de campo debe afrontar los 90 minutos, se canse o no. Además, menos comprendo los cambios por cansancio cuando la preparación física tiene tanta preponderancia (…). En realidad, los cambios se han introducido para favorecer a los futbolísticamente flojos. No existiendo cambios, los jugadores tienen que demostrar el valor real de sus condiciones”. Peucelle lo apuntó en un libro publicado en 1975 pero de nombre admonitorio: Fútbol todotiempo. A Peucelle la hinchada lo había apodado “Barullo”. Él lo odiaba, porque no entendían su juego. Era un futbolista “total”.
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