Los catalanes dieron otra muestra de fuerza con el reclamo masivo de independencia

Los organizadores contabilizaron más de un millón de personas en la celebración de la Diada. Tensión en el país a días del referéndum, suspendido por los tribunales de España.

Una multitud desbordó  las calles del centro de Barcelona al grito de «independencia», en defensa del referéndum unilateral de secesión convocado por el gobierno catalán para el 1 de octubre, que el Ejecutivo central español prohibió por inconstitucional.

La masiva manifestación, que empezó a las 17.14, coincidiendo con el año (1714) de la caída de Barcelona frente a las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión Española, la fecha de origen del independentismo catalán, supone toda una demostración de fuerza frente a Madrid, de cara al referéndum de octubre.

La Guardia Urbana, es decir la policía barcelonesa, dependiente del gobierno municipal, cifró la concentración en un millón de personas, mientras que la delegación del gobierno central dijo que hubo 350.000 personas.

Los organizadores dijeron que fueron «más de un millón» los manifestantes, de lo que al menos 500.000 se habían inscrito previamente para ocupar los distintos tramos de la concentración, que llevó como lema «Referéndum es democracia» y dibujó un símbolo positivo, a favor de la secesión.

Tras un minuto de silencio en recuerdo a las víctimas de los atentados yihadistas del pasado 17 de agosto, estallaron los aplausos y los gritos a favor de la «independencia», que luego dieron paso al «Cant del Segadors», el himno catalán, que fue entonado a viva voz por los manifestantes.

Familias enteras, desde ancianos hasta niños, en su mayoría con las camisetas amarillo fluorescente de la convocatoria y «esteladas», la bandera independentista, no oficial, participaron de esta fiesta nacional de Cataluña, la Diada, que en los últimos años se convirtió en la principal manifestación del independentismo catalán.

Del reclamo a favor de un Estado independiente, los manifestantes pasaron a exigir un referéndum pactado con España y ahora respaldan una vía unilateral de secesión emprendida por el gobierno catalán del presidente Carles Puigdemont.

Los independentistas recuperan la calle en un momento de especial tensión tras la aprobación en el parlamento catalán de las leyes de ruptura – la del referéndum y de transición – y la convocatoria del referéndum del 1 de octubre, que automáticamente fue suspendido por el Tribunal Constitucional, a pedido del gobierno central del conservador Mariano Rajoy, que lo considera ilegal.

Además, el presidente catalán y su gobierno, así como la presidenta del Parlamento catalán, Carmen Forcadell, fueron denunciados por la Fiscalía por delitos de desobediencia, prevaricato y malversación, penados con inhabilitación y cárcel, por tomar medidas a favor del referéndum.

En este contexto, Jordi Sánchez, el presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una de las organizadoras de la manifestación, llamó a los catalanes a rebelarse frente a los tribunales y los poderes que quieren prohibir la votación.

«Insumisos a los tribunales y a las leyes que solo buscan preservar la unidad de la patria. Nuestro derecho cree en la democracia y en el pueblo», proclamo Sánchez desde la céntrica plaza Cataluña de Barcelona.

Previamente, Puigdemont, quien se movilizó junto a los manifestantes, garantizó que el referéndum se celebrará, porque «ningún poder podrá evitarlo», pero que «jamás la violencia será una opción para la sociedad catalana», a la hora de responder ante la prohibición.

«Creo que votaremos, no lo podrán evitar, y si lo hacen, nos vamos a enojar, porque ya es suficiente, no nos quedaremos de brazos cruzados, aunque siempre actuaremos de forma pacífica», dijo Pep Carpena, quien a sus 45 años, considera «muy importante» votar por la independencia de Cataluña por una cuestión de «identidad».

Siempre me sentí catalán y quiero votar sobre el futuro de mi país», subrayó este independentista, residente en la localidad de Sabadell en declaraciones a Télam.

Cristina Molas, de 19 años, también confía en que la votación del 1 de octubre se celebrará, a pesar de que el referéndum no es legal y de que el gobierno español aseguró que «hará todo lo que esté en sus manos para evitarlo».

«Entiendo que es ilegal para el derecho español, pero sin desobediencia nunca podremos decidir, y tenemos derecho a hacerlo», remarcó esta estudiante de Ciencia Política, amparándose en el derecho de autodeterminación.

«Espero que gane el ‘Sí’, pero lo más importantes es que al menos se pueda votar», añadió la joven, quien apoya la independencia por un tema económico – que Cataluña pueda decidir sobre sus recursos-, y también por una razón sentimental e histórica.

«No me siento española y quiero luchar por los derechos de Cataluña, que lleva muchos años siendo pisoteada», señaló.

Para Dolors Ros, de 73 años, haber llegado a este momento, tan cerca de la independencia «ya valió la pena», de ahí que cree que los catalanes estarán detrás de sus líderes defendiendo el referéndum en el tiempo que queda hasta el 1 de octubre.

«Sólo sabremos qué pasará ese mismo día, pero la emoción de estar tan cerca de lograrlo es indescriptible, remarcó la mujer, residente en Tamariu, en la Costa Brava. «Para mí, estar acá significa culminar el deseo de poder decidir el futuro de mis hijas», explicó por su parte Robert García, de 43 años, quien vive en la localidad costera de San Pol de Mar y quiere una Cataluña independiente porque cree en la «política de proximidad, en un mayor autogobierno».

«Hay momentos en la historia en los que hay que saltarse las reglas establecidas. Muchos de los que están aquí no votaron la Constitución del 78, que se hizo con miedo, tras la dictadura, y no puede ser que esas leyes nos mantengan atados», argumentó Robert, justificando la vía unilateral de la secesión.

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