Para construir Casa River, el lugar en el que se formarán y educarán sus jugadores de las divisiones inferiores, el club de Núñez emitió Obligaciones Negociables que fueron calificadas como Bonos Sociales. ¿Se imaginan a una SAD gastando recursos para la educación?
El objetivo de River es deportivo, social y cultural y, para que los mismos sean logrados, se deben también cumplir metas económicas. Para obtener recursos para las inversiones se necesita un análisis de todas las fuentes de financiamiento y elegir las que estén al alcance de las posibilidades económicas y éticas de un club. No se puede pensar que una institución, con la ilusión de obtener recursos, condicione su soberanía en manos de los socios.
Los socios son el “alma del club”. Tienen sentido de pertenencia, fomentan una identidad y son depositarios de la soberanía de la institución: todos tienen los mismos derechos y obligaciones. El Estatuto de River dice que es una Asociación Civil sin fines de lucro y que no podrá transformarse en otra forma jurídica, por lo que los socios tendrán siempre, aunque no lo ejerzan de manera permanente, el control estratégico. Esos socios se constituyen en punto de referencia a la hora de decidir temas importantes. Por ejemplo las grandes inversiones, como la Casa River.
La emisión de ON de River, calificada como Bono Social, se hizo por un valor de 12.000 millones de pesos. Pero hubo más demanda, ya que suscribieron por valor de 23.036.245.695 de pesos. Al haber más demanda que oferta, disminuye la tasa de interés a pagar. Este instrumento financiero es diseñado, debe ser ejecutado y estará bajo el control de la institución y sus socios. Es decir que no puede haber intereses externos privados que condicionen la inversión. Esos Bonos Sociales son ofrecidos a quien quiera suscribirlos (pueden ser los socios), quienes obtendrán unos intereses pautados en las condiciones de emisión.
El uso del dinero recaudado obligatoriamente es destinado para la construcción de la nueva Casa River (5000 metros cuadrados), que será habitada por jóvenes de todo el pais. Esto democratiza al fútbol en el sentido que la inversión es inclusiva y no exclusiva de quienes viven cerca del club. Se tiende a la igualdad de oportunidades de las personas, vivan donde vivan.
Una Casa de esas características, más que fomentar el fútbol, constituye una idea a desarrollar por cualquier club en cualquier rama deportiva. Esos espacios físicos deben ocuparse para el desarrollo del joven, de forma que el deporte esté vivamente presente en ellos, pero también para la educación a través de la oportunidad de recibir enseñanza (en este caso, en las instituciones que River tiene). Una educación en valores, que deben aplicarse dentro y fuera de la cancha: solidaridad, participación, sentido de la equidad, integración social, compañerismo, trabajo en equipo, honestidad. Con la educación se encauza a la persona en el saber pensar para que pueda elegir las mejores posibilidades que le va ofreciendo la vida, y con la capacitación (en jugar al futbol) le genera la oportunidad de realizarse en el deporte que ha elegido.
La capacitación sin educación promueve una persona que “sabe hacer, pero no pensar”. Planteada así, la Casa River no es para generar un semillero de grandes jugadores, sino que debe ser (y posiblemente lo sea) un semillero de buenas personas a las que se las educa, enseña y capacita para que jueguen bien al fútbol. Quien juega bien al futbol y no se educó en los valores terminará siendo un jugador “completo” pero una persona “incompleta”. ¿Se imaginan a una Sociedad Anónima Deportiva –SAD– gastando recursos para la educación? Para ella no existe la inversión social, existe un gasto empresarial que le repercute negativamente en el balance.
Todo ello va demostrando que la inversión es social: incrementa un capital que nadie se lo pude apropiar. El capital de un club es irrepartible aun a sus propios dueños; los socios. En cambio, el capital de una empresa privada (SAD), si se disuelve, es repartido a los dueños. En síntesis; es acertado que la Agencia Calificadora de Riesgos de la UNTREF manifieste que las ON de River son Bonos Sociales.
Para completar el círculo virtuoso es bueno que la suscripción de los Bonos Sociales se haga en gran parte por los socios. No es lo mismo que un grupo de inversores suscriban el 100% de los Bonos que una parte importante de socios suscriba un porcentaje grande. El socio lo hará para obtener un rendimiento económico (superior al plazo fijo), pero con el orgullo de haber ayudado a “su club”. Así es que un involucramiento económico del socio se puede transformar en una costumbre y finalmente instalarse como una cultura institucional que capitaliza al club sin descapitalizar al socio.
La tarea comunicacional del club es importante que vaya hacia la subjetividad del socio, de forma que su sentido de pertenencia sea más profundo. Esa comunicación en términos prácticos, en este caso, sería convencerlos para que suscriban este tipo de bonos de forma que digan: “Nosotros hicimos posible esta inversión”. El lenguaje pone de manifiesto el sentimiento del socio. Así, de la misma manera que dice: “Ganamos o perdimos” y no dicen, por ejemplo, River ganó o perdió, también es posible que digan “Invertimos” y no que River invirtió, como si fuera un tercero.
Con la metodología de la emisión de los Bonos Sociales, River está a la vez difundiendo, tal vez sin quererlo, el uso de una herramienta de inversión, que no es habitual en las instituciones sin fines de lucro. Sería deseable que el trabajo solidario de la Fundación River incluya la difusión y promoción de esta herramienta en todos los clubes. Es cierto que la rivalidad puede hacer que sea difícil difundir la experiencia en instituciones con las que esa rivalidad trasciende el marco deportivo. Pero se puede pensar: ¿Con cuántos clubes River tiene esa dificultad?
Exagerando, se puede decir que son 30 clubes con los que existe una dificultad de diálogo. Entonces: ¿qué son 30 clubes frente a los cerca de 15.000 existentes en Argentina? Quedan 14.970 clubes para difundir la idea aplicable a clubes grandes, medianos o pequeños. Muchos de ellos pueden emitir ON que califiquen como Bonos Sociales por un monto acorde a la envergadura del Club.
Un club es una asociación autónoma de personas que se unen voluntariamente para satisfacer sus expectativas deportivas, sociales y culturales a través de un emprendimiento democráticamente controlado, para lo cual organizan una empresa social sin fines de lucro que resuelva, eficazmente, la cuestión económica para cumplir los objetivos. Esa autonomía de cualquier poder, la asociación de personas, el no lucro, la satisfacción de las expectativas, la democracia interna, la empresa social, la eficacia y el control social son los conceptos importantes a tener en cuenta y aplicables a cualquier club del país.
Nadie, que esté relacionado a un club por alguna razón y con un poco de corazón, puede estar a favor de la desnacionalización de los mismos si se transforman en SAD porque serán inversores extranjeros los que se llevarán el dinero y hasta decidirán jugar, como si “fuese de local”, en un país extranjero (Recordar el caso de Argentinos Juniors jugando “de local” en Mendoza).
Estar en favor de las SAD es estar en favor de que el socio pase a ser un mero espectador sin tener derecho alguno sobre el destino club. No es lo mismo ser socio que cliente consumidor de un espectáculo deportivo alentando y gritando para que los inversores ganen dinero, sin ser consciente de ello. «
*Director de la diplomatura Economía Social y Clubes, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
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