Hace más de siete décadas, en Paraná, Entre Ríos nacía Carlos Alberto Solari. Desde los sótanos culturales con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en los años 70, hacia las convocatorias masivas de fines de los 90. Una etapa solista signada por la masividad y la popularidad, junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.
Metáfora, tal vez, del público que brama sus letras en sus recitales y que las luces no lo dejan ver. Y como ésa podemos encontrar incontables, porque las búsquedas en su lírica para interpretarlo en sus alegorías y parábolas lo volvieron un mito viviente, y creó fanáticos fervorosos, prosélitos a la primera estrofa, religiosos en sus hábitos y claro, fieles seguidores.
Es raro pensar que al nombrarlo, un alto porcentaje de la población no sepa de quien se habla, y cada anuncio de sus recitales preparen al inconsciente colectivo para estar siempre al borde (o de lleno) frente a la fiesta máxima,sobre todo si se está en esa masa que sigue cada presentación, que siempre parece querer romper su propio récord, que no son más que un pueblo nómade ante un gurú.
Su figura esta rodeada de misterio, de mística, de versiones, de odiadiores y defensores a ultranza. El 12 de marzo de 2016 confirmó que padece la enfermedad de Parkinson, pero antes de eso se habló de todo tipo de padecimientos. Pero las versiones de su vida nunca son únicas. Algunas este año tendrán versión oficial: bajo el título «Las memorias del Indio Solari», el líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota repasa su vida y trayectoria, atravesando la historia de la banda disco por disco, su compleja relación con los medios, la separación y su nueva banda. Esta autobiografía, que Solari viene trabajando hace algún tiempo con el periodista y escritor Marcelo Figueras, aparece tras la publicación en 2017 de la distópica novela gráfica «Escenas del delito americano» con textos del rockero e ilustraciones de Serafín, su anterior libro.
Nacido entre el Paraná y el Uruguay, vivió en una de las casas de Urquiza, donde actualmente hay un correo. En la plaza de enfrente, tocaban orquesta variadas (en general de música clásica) en una pérgola, y de niño, Carlos solía asistir. Es ese uno de los primeros recuerdos sonoros del creador de una de las bandas más importantes de la historia musical Argentina.
Pronto su familia se mudó a La Plata, donde surgió su afición al dibujo y las artes gráficas. Llegó incluso a rendir algunas materias del Instituto de Bellas Artes, del que fue expulsado. En la década del 60 fue socio de Guillermo Beilinson (hermano de Skay), con quien tenía un pequeño taller de estampado de telas en Valeria del Mar. Los años 70 lo cruzaron con un grupo de artistas marginales y vanguardistas del flower power platense: poetas, músicos y actores como Carmen Castro (la Negra Poly), Eduardo Beilinson (Skay) y Ricardo Cohen (Rocambole), entre otros muchos que conformaban La Cofradía de la Flor Solar, semilla predecesora de lo que fue Patricio Rey.
Pero nada es eterno. Y por más que hoy ruegan por su vuelta, el final del grupo llegó con los estertores del siglo. El 2 de noviembre de 2001 se oficializó la separación, y el encuentro en el Chateau Carreras de Córdoba, en agosto de ese año, fue la última cena en vivo. Desde entonces, Skay y la Negra Poli por un lado y el Indio por el otro, comenzaron sus recorridos individuales y cada vez más alejadosSolari conformó Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado para grabar en 2004 su primer disco solista en el estudio Luzbola que tiene en su casa de Parque Leloir: El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel). Le siguió Porco Rex (2007), El perfume de la tempestad (2010), y Pajaritos, bravos muchachitos (2013). En estas nuevas producciones, el Indio aparece en los créditos con los seudónimos de Caballo Loco, Monsieur Sandoz, Artista Invitado, y El Fisgón Ciego, fiel a su estilo. El año pasado llego el quinto trabajo como solista, presentado el 26 de julio por Marcelo Figueras en FM La Patriada (102.1). Es un homenajea a distintas figuras que lo formaron como artista y persona a lo largo de su vida. Quizá al soplar 70 velitas recuerde a alguno de ellos al pedir deseos. Pero si hablamos de querer, hay que ver si se cruza aquello que se canta en recitales y entre sus acólitos: los Ricoteros sólo piden que se vuelvan a juntar, hay que ver si se les da.
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