Lo real y lo ficticio

Por: Carlos Heller

El martes asume el nuevo gobierno y con este se renuevan las esperanzas y, por supuesto, surgen nuevos desafíos. 

Mientras tanto, el gobierno saliente sigue haciendo lo que hizo siempre: esquivar la realidad. Al principio recurrió a las falsas promesas. Y cuando ya no podía tapar el sol con las manos comenzó a desplegar una estrategia de posverdad que nos cansamos de denunciar.

Lo único novedoso de estos días fue que, luego de criticar enfáticamente el uso de la cadena nacional por años, Macri termina su mandato eligiendo esta misma vía. Por lo demás, volvió a evadir todo tipo de cuestionamiento. No atinó a defenderse de las acusaciones de propios y extraños por mala praxis, y mucho menos habló del pésimo legado económico y social que deja. Desde mi visión, como lo he venido afirmando, el problema no es la supuesta mala praxis (de hecho la reducción del salario real era uno de los objetivos buscados) sino el modelo económico implementado. 

Un ejemplo de «sacar el cuerpo» fue cuando Macri dijo: «Chocamos contra la misma piedra de tantas décadas en la vida de los argentinos: el dólar». Lo real es que el comportamiento del dólar durante estos cuatro años no fue obra de la naturaleza. Fue más bien una consecuencia de la flotación del tipo de cambio que este gobierno implementó desde fines de 2015 y de la eliminación de un plumazo de todos los controles cambiarios vigentes hasta ese momento. Con ello se habilitó el circuito del endeudamiento, de la fuga, y luego todo se tradujo en el comportamiento alcista del dólar. Haber dicho la verdad (lo real), hubiera significado reconocer que la gran falla fue dejar las principales variables y los recursos estratégicos (como las reservas) en manos de los mercados. Pero los hechos son los que hablan: es este gobierno el que tuvo que implementar a desgano medidas como el límite a la compra de dólares para atesoramiento y la obligatoriedad de liquidar las divisas de las exportaciones. Todo para controlar el fuego que generó con sus políticas.

La última aparición de Macri, más que un adiós a la gestión, fue una clara muestra de cuál es el rol que esperan tener durante el próximo gobierno: el de auditores de los actos de los funcionarios que vienen y del programa que los guiará. La ciudadanía sabrá juzgar si el pretendido lugar de «oposición responsable» puede ser dejado en manos de una fuerza política que en sus cuatro años de gobierno lo que menos hizo fue aceptar la realidad y sus responsabilidades.

Luego de presentar el informe como una rendición de cuentas tras cuatro años de gestión, Macri dijo: «Hoy nuestro país es mejor que el de diciembre de 2015». Entre los aspecto positivos, hizo eje en conceptos donde la realidad está en las antípodas del discurso presidencial, como la Justicia «más independiente», la prensa «más libre», la democracia «más sólida» y la política «más decente».

Si bien se trata de un gobierno que se va y lo importante es pensar en los desafíos, siempre es importante mirar para atrás. Sirve para pensar en el rumbo a seguir, al menos para saber qué es lo que no hay que hacer. En este caso, para no perder de vista las implicancias de las políticas neoliberales.

El mismo día que Macri hablaba del «país mejor» los datos mostraban la crudeza de la realidad social. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, UCA, el 40,8% de las personas (unos 16 millones) es pobre. En el segmento de menores de 17 años llega a casi 60 por ciento.

En la presentación de su futuro gabinete, Alberto Fernández sostuvo que ese 41% de pobres, haciendo referencia a los datos de la UCA, «serán nuestro primer centro de atención».

No alcanzan los adjetivos para describir la realidad social que nos dejan. Mucho menos los intentos de ciertos sectores de instalar en su reemplazo una agenda paralela. Es el caso de la nota titulada: «Por las crisis económicas, tres de cada cuatro argentinos consideraron emigrar». En el cuerpo de la misma se aclaran cuestiones relevantes que minimizan el alcance de la afirmación. Por ejemplo, que se trata de un informe de la UADE que arroja un promedio de edad de 32 años y que «la encuesta estuvo principalmente enfocada a residentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires de nivel socioeconómico medio alto y alto». Quedan afuera todas las personas que no llegan a cubrir la canasta de pobreza. Como lectores, debemos ser muy cuidadosos con lo que dicen los títulos.

Un dato a no pasar por alto son las medidas que acelerarían la decisión de emigrar. Según el informe, «un aumento en la alícuota del Impuesto a las Ganancias fue la opción que más rechazo generó: uno de cada cuatro (23%) consideró que tal medida reafirmaría su decisión de emigrar del país». No parece verosímil. Es parte de los sutiles y constantes intentos que existen, la mayoría pasan desapercibidos, por influir en el sentido común y por marcar el sentido de las políticas. Habrá que estar bien atentos a esta clase de mensajes, representativos de la batalla cultural en la que será preciso comprometerse cada vez más.

La emergencia es también productiva y los últimos datos lo siguen confirmando. El acumulado enero-octubre muestra una caída de la industria del 7,2% contra un año atrás. Viendo el gráfico, da la impresión que en cualquier momento, de seguir con estas políticas, algunos sectores se irían de la escala. Por ejemplo, «otros equipos de transporte» cae casi un 40%, y luego vienen los vehículos automotores (-22,3%), maquinaria y equipo (-17,7%). No hay sector que haya estado por encima del cero. Con la construcción pasa lo mismo: una caída del 8,3% en los diez primeros meses.

En paralelo se mantuvo la caída de los salarios reales que mide el Indec. Sólo en septiembre se redujo un 3% el nivel general (-7,5% en el último año). A los no registrados, como era de esperar, les fue mucho peor. La reducción del poder adquisitivo del salario y la caída de los niveles de producción dan una pauta de qué es lo que hay que hacer: recomponer el poder de compra de las personas para que la demanda interna apuntale a los sectores de la producción. Mientras no se haga esto, seguiremos observando el cierre de empresas, las convocatorias, y el incremento del desempleo y la pobreza. Hay que poner en marcha el círculo virtuoso de la economía.

Precisamente, Alberto Fernández anunció que enviará un proyecto de Ley para la creación de un Consejo Económico y Social, que perdure más allá del plazo de los gobiernos, presidido por una persona que obtenga acuerdo del Senado, lo que da idea de la amplitud y permanencia de las que se lo quiere dotar.

Se trata, entonces, de establecer consensos básicos alrededor de cómo salir de la emergencia, pero tratando de ir un paso más allá, debatiendo el tipo de país que se quiere construir. Se deben definir las responsabilidades de las partes, plasmadas en compromisos cumplibles y claros y formalmente concertadas, para que participen aquellos que verdaderamente sueñan con un país mejor. «

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