El mercado de pases televisivo vive horas intensas. Las nuevas caras de la señal informativa del Grupo La Nación constituyen un cambio sustantivo para conseguir rating en un año electoral.
LN+ salió por primera vez al aire el 7 de noviembre de 2016, luego de haber conseguido su licencia con una llamativa rapidez, durante la presidencia de Mauricio Macri. Gran parte de su plantel inicial provenía de la redacción del diario la Nación y la estrategia era llevar al plano audiovisual los rasgos más característicos del diario: mirada institucional desde la clase dominante y una marcada tendencia antiperonista. En ese marco, la redacción del diario como escenificación, sus principales periodistas y la figura central de Juan Miceli para aprovechar su autoconstruido conflicto con la TV Pública marcaban la impronta general. Flotaba en el aire la fantasía de que la señal apostaría por un “periodismo de datos”, más allá de la grieta.
Mientras tanto, los grandes números del rating se disputaban entre C5N y TN, mientras A24 comenzaba a crecer. Como era previsible, el periodismo anti-grieta no fue tal y el canal se posicionó como otra usina de contenidos anti-k. Pero los números del rating nunca acompañaron a la señal. En raras oportunidades supera los 0,5 puntos de rating y, en la tabla general del cable, ronda el puesto 20.
A comienzos de este año, sin pantalla en América y visiblemente golpeado por el resultado electoral, Luis Majul recaló en LN+, siendo desde hace varios años columnista del diario. Pero lejos de retener el rating que ostentaba en la señal de Daniel Vila, padeció el pasaje a una pantalla fría. Es que el experimento audiovisual de la familia Mitre nunca arrancó. A pesar de los múltiples esfuerzos por revitalizar la señal, por dotarla de un supuesto estilo elegante y a la vez ameno, primó un antikirchnerismo de tono engolado y rictus forzado. Hasta ahora.
El desembarco del tridente Viale, Leuco y Feinmann, más el aporte de Majul y la mano de Ávila –atentos que en los próximos días se pueden confirmar más «refuerzos»– promete sangre, sudor y una notable multiplicación capilar en la línea editorial. Esta apuesta –¿desesperada?– en un año político es el fruto de la ya crónica postergación en el rating de la señal. Los canales líderes obtienen guarismos de entre 3 y 5 puntos para los envíos más vistos y redondean promedios mensuales en torno a 3. LN+ rara vez alcanzó el punto de rating y se mantuvo siempre por debajo del 0,5 de promedio. Una pantalla fría, tirando a gélida.
¿Qué es La Nación?
La frase que encabeza los editoriales del diario de los Mitre –adjudicada al padre de la historiografía argentina– escinde de cualquier especulación sobre los intereses y vocación del medio: “La Nación será una tribuna de doctrina”, dijo el chozno de Esmeralda. Con esa declaración de principios como guía, Ricardo Sidicaro le dedicó un libro entero a la lectura crítica de los editoriales del diario. El resultado es un hoy incunable libro titulado La política mirada desde arriba”: ese “desde arriba del título adelanta las dos conclusiones centrales del trabajo. La Nación mira la realidad argentina desde arriba en el sentido que les dice a los políticos lo que tienen que hacer y la mira desde arriba porque lo hace desde el punto de vista de las clases dominantes.
Ese punto de vista que buscó construir una mirada hegemónica que contagiara a los sectores medios de los intereses de las clases dominantes resultó muy efectivo en ciertos segmentos de público. De hecho, ciertas rémoras del debate sobre el impuesto a las grandes fortunas exudó esa anquilosada cooptación.
La búsqueda del diario –y su página web, muy visitada y premiada por su diseño– se orientó a mutar la vieja tribuna de doctrina a un dispositivo comunicacional que ofrecía un rasgo diferenciador a sus lectores. No se trataba de un diario común, sino sofisticado para un público que no era común sino que acompañaba esa sofisticación en la mirada sobre los acontecimientos, la definición de lo importante y lo intrascendente y la pauta de consumo. Esa mirada –aunque también atravesada por la búsqueda de clics– se expresa en las recurrentes e intrascendentes notas sobre Juliana Awada: una suerte de quimera aspiracional sobre la nada.
Sinceramiento
La llegada de Viale, Leuco y Feinmann va a sincerar lo que aparecía contenido. Esa pose de colores pastel y grande cristales como escena de calma y transparencia terminó. Seguramente las huellas de esa iconicidad se van a mantener, pero LN+ se arma, finalmente, para el periodismo de guerra, ahora sin trincheras.
El estilo desembozado, directo, previsible y violentamente adjetivado de los mencionados le hará compañía a la fascinación obsesiva de Luis Majul con Cristina Kirchner. No todas son malas: la versión 2021 de LN+ generará más memes y más títulos dignos de la revista Barcelona.
En una oferta televisiva donde la información aparece sobre representada, donde los envíos opositores no se avergüenzan de apelar a fake news, operaciones de muy baja estofa y ofician de sostén mediático del Lawfare, LN+ cumple con el deber épico de la clase patricia argentina: siempre se puede ser más grande, aún para lo malo.
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Falta Majul ahi, y cartón lleno, del otro bando empresario de Cristobal Lopez tambien estan sus soldados Silvestre, Morales y Dugan, todos pesos pesados defendiendo cada cual sus intereses, lástima que a los trabajadores no los defienda nadie.