Las protagonistas del torneo que por primera vez se juega en la Argentina ponen el foco en las etapas formativas, la TV y la profesionalización.
En el estadio Nuevo Francisco Urbano, de Morón, con las tribunas vacías por la pandemia, la argentina Julieta Lema, con la camiseta blanca de Sol de América (Paraguay), se anticipa a las dos defensoras rivales y define al centro del arco. La pelota pasa por entre medio de las piernas de la arquera de Atlético SC y así la delantera convierte su primer gol en una Libertadores, también el primero del equipo paraguayo en la historia de este certamen. A los 92 minutos y esta vez de cabeza, Julieta pone el 2 a 1. La delantera de 20 años que es parte del plantel de Estudiantes se sumó a préstamo al equipo paraguayo para disputar este torneo. “Como sucede en Argentina, el fútbol en Paraguay también está empezando el proceso de profesionalización, no todas las jugadoras tienen contratos como trabajadoras del fútbol y queda en cada club apoyar al fútbol femenino”, cuenta quien también forma parte de la Selección sub20 y fue convocada para la mayor. >
La situación que describe Lema atraviesa a todos los clubes de la región: una semiprofesionalización incipiente con características muy similares en los distintos países. El único que se despega a nivel general de desarrollo de la disciplina es Brasil, donde diez de los 16 equipos que juegan en la primera división cuentan con estructura profesional para sus jugadoras. Y eso pesa a la hora de jugar: los clubes brasileños ganaron siete de las once Libertadores disputadas hasta ahora, desde 2009. Y tanto Martelli como Lema subrayan la superioridad de los equipos brasileños también en esta edición del certamen.
Paula Navarro va y viene por la línea de cal. Sus dirigidas golean a Deportivo Trópico de Bolivia y Santiago Morning (Chile) se asegura así la clasificación a cuartos, donde deberá enfrentar al poderoso Corinthians, último campeón. “Mis jugadoras son las mejores”, dice la DT, que tiene una trayectoria de 16 años y desde hace 13 está dentro del equipo, al que sacó tricampeón de la liga chilena. Es una de las únicas dos mujeres al frente de equipos en la Libertadores –la otra es Camila Lindsay, de Ferroviarias de Brasil– y la única entrenadora en la primera división de su país. “Las organizaciones tienen que tener mujeres en cargos de decisión”, señala. La primera vez que el equipo chileno salió campeón, a fines de 2018, las autoridades le preguntaron: “¿Y ahora qué? ¿Qué querés?”. Paula yo lo había pensado. No quería autos, casas, cosas. Quería los primeros contratos profesionales para futbolistas chilenas. Quince días después de que Macarena Sánchez en Argentina hiciera pública su denuncia contra UAI Urquiza, Santiago Morning anunciaba los primeros cuatro contratos del fútbol femenino en Chile. Hoy se sextuplicó esa cifra. Pero Navarro sabe que la realidad del fútbol femenino en el país es distinta. Según la Asociación Nacional Jugadoras de Fútbol Femenino (AJUFF), menos del 5% de las jugadoras registradas en la Federación de Fútbol de Chile tienen contratos profesionales. “Falta mucho por hacer, faltan campeonatos y presupuesto en toda la región”, sentencia.
Catalina Usme levanta las manos en mitad de la cancha. Su equipo acaba de perder 0-3 contra el Corinthians. Pese a la derrota, el América de Cali quedó en segundo lugar en el grupo B y avanzó a cuartos de final donde se enfrentará a Boca. Con ese gesto, la capitana llama a sus compañeras. Se abrazan en mitad del campo de juego y ella habla. Las alienta a competir. “Nuestro objetivo es salir campeonas”, dice. Después de la charla, todas se arrodillan y rezan. Es un ritual colectivo. Ahí pone el foco Catalina, que lleva diez años jugando Libertadores y es parte de la selección de su país. “Tenemos que seguir alzando la voz, tenemos que seguir insistiendo en mejores condiciones de trabajo para todas. Hay que plantarnos: igualdad de oportunidades, tenemos el derecho de desarrollar nuestro deporte”, dice con firmeza y con tranquilidad de saber lo que quiere. Los medios de comunicación señalan que la futbolista alcanzó un récord histórico cuando metió el último gol en la goleada por 5 a 0 frente al Nacional de Ecuador, al igualar en 28 goles en la Copa a la brasileña Cristiane Rozeira de Brasil. “Me tiene sin cuidado, es mi tarea, es como si las defensoras contaran cuántas pelotas bajan. ¿De qué sirve un trofeo de goleadora vacío sin un título en conjunto?”, reflexiona.
La capitana del América que espera con ansias el partido contra Boca este domingo sostiene que “el fútbol en Sudamérica no está marcado por el apoyo que recibe de las instituciones sino por las mismas jugadoras que siempre quieren más”. Todas coinciden en señalar a los movimientos feministas como impulsores del desarrollo del fútbol femenino en la región. “Sin ese empuje -resume Julieta Lema- el camino de la semi profesionalización no hubiera sido posible”. Lema lleva solo cuatro años jugando al fútbol: “Yo no tuve la formación que me hubiera gustado, ni tuve futbolistas mujeres como referentas”. Ahora ayuda a entrenar a nenas y adolescentes del club Argentino Juvenil en City Bell, donde empezó. “Imaginate si el fútbol femenino se televisara cotidianamente, las chicas tendrían más referentas”, se ilusiona. Es que la cobertura mediática es otro de los puntos centrales. DeporTV televisa los partidos de Boca y River, con un equipo integrado por tres mujeres, Carla Mileo en relatos, Ivana Rodriguez en comentarios y Agustina Vidal en campo de juego. El resto de los partidos, en Argentina, solo pueden seguirse por el Facebook oficial de Conmebol. Distinta es la situación en otros países como Chile, Brasil y Colombia, donde se transmiten todos los partidos del torneo por la televisión abierta o en canales privados.
Pero ni la televisación ni el formato del torneo son las únicas diferencias del torneo de varones, en los premios también hay una distancia importante. Mientras que el equipo campeón de la Libertadores masculina se lleva 15 millones de dólares, el club campeón de la femenina se lleva 85 mil dólares. “Solo por ganar un partido –resume la entrenadora chilena Navarro– un equipo masculino se lleva un millón de dólares. Nosotras no lo superamos ni saliendo campeonas”.
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