La exposición que se inauguró en el Museo Reina Sofía de Madrid como una de las muestras celebratorias del centenario del nacimiento del artista produjo la reacción de ciertos sectores que entienden que sus imágenes ofenden a la religión católica. El director de museo fue demandado y se pide no solo su destitución, sino también su inhabilitación para ejercer cargos públicos.
El director del Museo Reina Sofía de Madrid, Manuel-Borja Villel, ha sido querellado por la Asociación Española de Abogados Cristianos por entender que la exposición La bondadosa crueldad. León Ferrari. 100 años, que homenajea al artista en el centenario de su nacimiento, ofende los sentimientos religiosos e incita al odio.
Pero no es este el único hecho anacrónico que parece estimular la irrupción de conceptos medievales en pleno siglo XXI. Esta demanda se suma a la iniciativa de la plataforma Hazteoir.org para que la exposición se levante. En su sitio puede leerse bajo el título ¡Museo Reina Sofía, retire esa exposición blasfema! una diatriba contra el museo y el artista que se acompaña con una formulario a llenar por quienes adhieran a la petición con el objetivo de juntar firmas que la avalen. Según parece, ya han reunido más de 10.000.
Dado que formamos parte de una aldea global, los argumentos suenan conocidos. En una segunda persona furiosa y autoritaria, el texto interpela al ciudadano diciéndole: “Dile al director del Reina Sofía que tú no pagas tus impuestos para que te insulte y retire esa exposición.” “Eligen la Navidad –argumenta la diatriba-. No es casualidad. Siempre tratan de hacer el mayor daño posible. Porque así piensan que conseguirán más publicidad. Y lo más fácil es siempre atacar al Cristianismo. Saben que los creyentes cristianos son ajenos a la violencia, al contrario de lo que sucede con otras religiones.”
Pero la Asociación de Abogados Cristianos redobla la apuesta. No solo solicita el cierre de la exposición, sino también la destitución del director y su inhabilitación para ejercer todo cargo público. Según la Asociación, «la muestra incluye entre sus obras un Cristo en una parrilla, otro crucificado en un avión de guerra americano y varios collages que mezclan imágenes religiosas con otras de contenido sexual explícito». Además, argumenta que el comportamiento del director es “reincidente y que va en contra del propio código deontológico de los museos». La presidenta de la Asociación querellante, Polonia Castellanos, afirma que en 2014, Borja-Villel tuvo un comportamiento similar al permitir que se montara en el Museo Reina Sofía una exposición que ofendía los Evangelios al mostrar una iglesia y una caja de fósforos con un mensaje que decía “la única iglesia que ilumina es la que arde”.
Mientras se aguarda si prosperará o no la querella presentada en los juzgados de Madrid, el director del Reina Sofía y los comisarios de la muestra defienden la obra de Ferrari argumentando que el artista no ofendía la religión ni sus símbolos, sino que estaba en contra de la manipulación que hacían de ellos las estructuras de poder.
El escándalo recuerda el que tuvo lugar en Argentina en la retrospectiva de Ferrari que se realizó en el Centro Cultural Recoleta en los años 2004-2005. En esa oportunidad el escándalo tuvo tales proporciones que Andrea Giunta hizo un libro que supera las 500 páginas en el documenta las discusiones y los hechos que se produjeron en aquellos días tumultuosos.
“Durante los cuarenta días que la retrospectiva de León Ferrari estuvo abierta al público –dice en el prólogo- , convocó 70.000 espectadores; generó inmensas colas para entrar a la sala; fue recorrida por abogados y jueces; provocó la destrucción de obras y manifestaciones multitudinarias en su apoyo; dio lugar a casi 10.000 artículos de prensa; recibió mensajes de apoyo y de repudio; originó una solicitada en su defensa con 2.800 firmas; hizo necesario extender el horario de exhibición hasta la medianoche; ocupó en varias oportunidades la primera plana de los diarios; fue clausurada por la justicia y nuevamente abierta por ésta.”
En ese momento, los mensajes contra la muestra recorrieron un amplio espectro que fue desde la expresión de desacuerdo más o menos moderada a la amenaza explícita. Uno de esos mensajes mostraba una imagen de Hitler y una leyenda que decía literalmente: “BASURA!!!!!! vamos a incendiar su centrito de mierda!!!!!”
En el libro de visitas un espectador escribió lo siguiente: “Cuando volvamos a ser gobierno, te dejo el honor de ser el primer ‘desparecido’” José.
El propio Ferrari pidió apoyo para que la muestra pudiera ser inaugurada, ya que el escándalo había comenzado antes aún de que la exposición se concretara. El artista decía: “Amigos: La Iglesia está presionando para que se cancele la retrospectiva que se presentará el jueves 19 de noviembre a las 19 horas, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. En esta muestra hay dibujos, esculturas y collages que hice en los últimos 50 años. Una parte de esa obra es una crítica a la idea del cristianismo de castigar al diferente. Han llegado un centenar de mensajes pidiendo se suspenda la muestra. Les pido que nos ayuden enviando un mensaje a la directora del Recoleta, Nora Hochbaum (…).
Para celebrar los 100 años de su nacimiento, el Museo Nacional de Bellas Artes tenía prevista una muestra homenaje antológica para el mes de abril de 2020. Se iba a llamar Recurrencias, estaría integrada por 200 obras y sería la primera muestra del artista en esa institución. Luego, unas 30 obras de esa exposición formarían parte de otras muestras celebratorias europeas a realizarse en el Van Abbe de Eindohoven (Holanda) en el Pompidou (Francia) y en el Reina Sofía. La muestra a realizarse en Argentina se frustró por la pandemia y fue reprogramada para 2022. Los museos europeos reabrieron antes sus puertas, aunque, no es ilógico pensar que quizá vuelvan a cerrarlas ante la irrupción de la segunda ola de Covid-19. Mientras tanto, la exposición celebratoria del Reina Sofía que sí pudo realizarse comenzó a enrarecerse y la celebración se transformó en un intento de cercenamiento de la libertad de expresión.
Aunque a un costo muy alto, esto demuestra por lo menos dos cosas: que la obra de Ferrari sigue interpelando al poder y está más viva que nunca y que, lamentablemente, también el oscurantismo de ciertas instituciones sigue vivito y coleando en pleno siglo XXI. Las hogueras en que ardieron personas y libros siguen emanando destellos desde el pasado hacia el presente.
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