Leandro Busatto: “El Frente de Todos es la última chance de movilidad social ascendente”

Por: Sebastián Rodríguez Mora

El diputado provincial de Santa Fe y precandidato a gobernador analiza el escenario entre sus diferencias con el oficialismo de Perotti, el “frente de frentes” opositor y las autocríticas sobre la 125. La conexión entre la violencia en Rosario y la economía de los barrios populares.

“Así como en un momento hubo que apostar a la unidad con listas únicas para evitar la dispersión, hoy hay que acumular desde distintos lugares”, define Leandro Busatto su mirada respecto del escenario electoral para 2023 en el Frente de Todos, tanto en su provincia como en la esfera nacional. Desde el año pasado busca instalarse como precandidato a la gobernación para reemplazar a Omar Perotti. Enfrente, una coalición de Juntos por el Cambio y el socialismo amenaza con arrasar en las encuestas. 

Jefe del bloque justicialista de la Cámara Baja provincial, Busatto tiene a su referente político en Agustín Rossi. Opina que “sería una gran noticia para el Frente de Todos y la política en general” si se confirmaran los rumores que ubican al “Chivo” en reemplazo de Juan Manzur, que dejó la jefatura de Gabinete para retornar a Tucumán. Sobre la coalición gobernante comienza este diálogo.

-¿Cómo ves la mesa nacional que intenta armar el Frente de Todos, cuando el oficialismo en los últimos años no pudo saldar casi ninguna discusión interna?

-Veo que es algo totalmente necesario. Estoy contento de que Alberto Fernández haya podido convocar una mesa política que era un reclamo de muchos sectores, por no decir de todos. Hay mucho en juego y el Frente de Todos, el peronismo o como se llame, el campo popular en su más amplia expresión, no puede darse el lujo de llegar a la elección que viene sin discutir, incluso sin tener diferencias. Nadie tiene que imponer una mirada hegemónica, más allá de las correlaciones de fuerza existentes. Lo que me parece es que todos somos parte del problema y de la solución. Hay mucho en juego para que los dirigentes políticos nos peleemos de espaldas a la gente. El Frente de Todos es la última chance para volver a vivir en una Argentina con los pilares de la movilidad social ascendente que el peronismo inauguró. La educación pública, la salud, las paritarias, la jubilación, todo eso está en crisis porque a nivel mundial se está replanteando y este país es, a pesar de que eso funciona mejor o peor, de los pocos que ha podido sostener esos pilares. Lo que hace la derecha es pegarle a esos pilares para que el 10% viva como quiera y el 90% como pueda. Tenemos que discutir para defender.

-¿Se puede discutir con esos sectores que buscan esa desigualdad? ¿El límite es Macri o ya se corrió más allá?

-Ya no alcanza con decir «mi límite es Macri». Tenés que tener un sueño y una expectativa en común. Evidentemente, no alcanza con decir que vamos a gobernar porque no queremos que vuelva Macri. Tenemos que plasmar eso en un concurso de ideas y una plataforma de gestión que Argentina ha recuperado en el gobierno de Alberto con lo productivo, el empleo, las moratorias jubilatorias y la presencia del Estado en general. Pero hay que mejorarlo: que los sueldos le ganen a la inflación, que haya más puestos de trabajo, que funcionen mejor los hospitales. 

¿Cómo ves la posible candidatura de Massa y la negativa de Cristina a jugar?

-Me parece que ella tiene una decisión tomada y hay que hacer fuerza para que esa decisión no nos reduzca la perspectiva electoral sino que nos permita contar con Cristina desde algún lugar. No digo solo en el plano electoral sino en el plano político: no podemos ir a competir este año con la proscripción de Cristina, hay que romper eso. Si ella no es candidata, el Frente de Todos tiene que definir una estrategia lo más amplia posible. No me cerraría en un solo candidato.

El ajedrez provincial

-En una entrevista reciente hablabas de «romper el cerco» en el contexto de tu candidatura por el peronismo en Santa Fe. ¿Qué implica eso?

-Hace quince años que conformamos una corriente con la que somos protagonistas de la política santafesina. Mucho tiempo en cabeza de Agustín Rossi y otros compañeros. Hace once años que soy legislador por la provincia junto a una generación joven y logramos hechos inéditos para Santa Fe. Decidimos hace más de un año que era el momento de tener una expresión propia que potencie una manera de ver y sentir el peronismo, una mirada de Santa Fe para la Argentina y viceversa, a diferencia de lo que pasa con expresiones más comerciales. Queremos un peronismo que ofrezca una versión renovada con una agenda que tome los problemas actuales y poder discutir soluciones a quince, veinte o treinta años. Tiene que ver con apoyar a una gestión nacional que vino a tratar de restaurar aquellas cosas que en la Argentina estaban bien y se habían roto con Macri, lo cual es una diferencia singular respecto de lo que ofrece el peronismo de Perotti.

-Dada la imposibilidad para reelegir gobernador en Santa Fe, cuando vos decís Perotti estás diciendo Roberto Mirabella, precandidato oficialista. ¿Pero hasta qué punto estás diciendo también Marcelo Lewandowski, hoy más cercano al cristinismo?

-Tenemos bien claro que el candidato de Perotti va a ser uno solo. El candidato del gobernador va a expresar un modelo parecido al que hay hoy: cerrado puertas adentro, construyendo un peronismo a imagen y semejanza de la gestión, desprovisto de discusión nacional. Para mi gusto, demasiado alejado del destino de los trabajadores. Creo que nosotros podemos compatibilizar varias miradas diferentes. Lo que no me parece es que eso se pueda sintetizar sin unas PASO que las ordene. Ahí está la riqueza del peronismo en esta elección, porque así como en un momento hubo que apostar a la unidad con listas únicas para evitar la dispersión, hoy me parece que hay que acumular desde distintos lugares. Yo voy a hacer un peronismo que exprese la renovación generacional que hace falta en Santa Fe.

-Perotti se junta con Schiaretti y Bordet en lo que pareciera un gesto defensivo, de autodeterminación. En paralelo está el «frente de frentes» que armó Juntos por el Cambio y el socialismo en la provincia. ¿Cómo no quedar afuera ante estos movimientos electorales?

-Hay una sobreexpresión de sectores del centro a la derecha. En el «frente de frentes», definidamente a la derecha. En el gobierno provincial, con sus matices, buscan una provincia despojada de la discusión nacional, que no cree que para que Santa Fe sea rica, primero tienen que ser ricos sus ciudadanos. Ahí está la idea de construir una renovación. No podés seguir así. Tenemos que encontrar una agenda que empalme los temas productivos, que son vitales, con los temas distributivos. Y creo que podemos ser los únicos que hablemos de eso en campaña, de la generación de empleo pero también del abordaje de la seguridad desde otro lugar. Si me preguntás qué une al gobierno provincial actual con el «frente de frentes», es que han fracasado rotundamente en las políticas de seguridad. Ya no es un problema partidario ni de gobierno, es un problema de Estado que hay que resolver con todas las fuerzas políticas adentro. Esa posibilidad se ha roto con Perotti producto de las desavenencias que hemos tenido en los últimos años. En este contexto podemos componer una agenda con temas que a priori no son tan relevantes para Santa Fe, como por ejemplo el tema ambiental, vinculado a una agenda productiva agropecuaria diferente de la que discutimos todos los días.

Rosario y la provincia rica sin ciudadanos ricos

-Sobre la cuestión de la violencia y el narco en Rosario, ¿hay un planteo distinto al de combatir el fuego con más fuego?

-Hay que romper la dicotomía de que el punitivismo duro te lleva a la solución y la democracia frágil a la dispersión. Hay que apostar a un modelo que mejore las fuerzas de seguridad. Tenés una policía en Santa Fe hecha y formada para los años setenta. Hace falta una reforma normativa y organizacional de la policía, además de lo que esta Significa para la sociedad. Después necesitás un acuerdo político democrático: la seguridad como política de estado, no de gobierno. No hay más margen para que cada uno tenga un pedacito de la verdad. Hay que convocar a todas las fuerzas políticas y los tres poderes del estado para lograr un plan bianual y en el mejor de los casos quinquenal que permita decir «vamos para allá». Eso se logra con políticas preventivas y también intervención virtuosa del estado en algunos lugares, enriquecer los barrios de Rosario con mayor infraestructura, darle oportunidades a los pibes, mejorar la estructura de los clubes.

-Reemplazar las ventajas que ofrece laburar para el narco. 

-¿Qué es lo que está roto? La idea de realización de comunidad. Hay una disgregación enorme porque no hay reglas claras, el Estado no aparece. Esas cosas, si no te las da el Estado, se las va a buscar a las organizaciones criminales que tienen copados algunos barrios. Hay que pensarlo distinto.

-El conflicto del artículo 125 fue muy importante para ustedes como generación, pero a la vez hay varias cosas de las que se arrepienten por no haberlas entendido en ese momento. ¿Se te ocurre algo parecido respecto al narco?

-No sé si me arrepiento, pero sí soy muy crítico de algunas posiciones que como fuerza política asumimos durante mucho tiempo. A las fuerzas progresistas por estar vinculadas a los sectores populares, y por la historia traumática con las fuerzas de seguridad en la última dictadura militar, nos costó mucho tomar esa agenda. Creíamos que era un problema de la derecha, dejamos de discutir la seguridad en términos democráticos y resolvimos con fórmulas polinómicas algo que no era tan lineal. Durante mucho tiempo ensayamos la construcción de una policía mala con resabios dictatoriales y que la seguridad era un problema económico: en la medida que mejoráramos los macro indicadores sociales, íbamos a tener menos violencia. Y no fue así. En Santa Fe los gobiernos de Néstor y Cristina fueron buenos porque la provincia creció, pero explicame entonces por qué creció la violencia en Rosario. Es un problema grave, porque todo esto facilitó la autonomización de la policía en Rosario y Santa Fe, y para el Frente Progresista y Social en particular, que gobernó cuando esto se desmadró, le resultó más fácil decirle a la policía que hiciera lo que quisiera o pudiera, «yo no quiero quilombos». El resultado, con el tiempo, es esto. Hace quince años hablamos del tema, no es un tema de un ministro o un gobierno, no se aguanta más.

-En este contexto, ¿te preocupan las chances del «frente de frentes» de ganar?

-No me preocupa quién gane, porque no creo que nadie de los que aspiremos a gobernar Santa Fe tenga una solución mágica para todo esto. Ni los que propinan como Patricia Bullrich la llegada del Ejército, ni los que evitan hablar del tema. La solución es sentar toda la política en una mesa y discutir desde otro lugar. Cuando digo la política me refiero a lo que trasciende los partidos: las iglesias, los barrios, los clubes, las asociaciones de víctimas.

-Vos tenés un planteo sobre tecnologizar a pequeños y medianos productores. Pero si vemos el lobby en el Congreso contra la ley de Humedales, ¿cómo convencés a ese sector productivo de que hace falta un replanteo ambiental? 

-Primero hay que volver a acercar las partes. En segundo lugar, dialogar sobre lo que cada uno cree como verdad absoluta. Los prejuicios que hemos tenido los distintos sectores hay que reverlos porque no se puede avanzar divididos. Lo tercero es que saliendo de la pandemia muchos paradigmas productivos tienen que ser revisados. No va más lo de aglomerarse alrededor de las grandes ciudades con gente que vive en condiciones de extrema miseria. Tenemos un montón de suelo para distribuirlos de otra manera. Tampoco va más que se puede vivir a base de la soja y los agroquímicos, porque lo que tenés hoy son ríos plagados de sábalos con la mayor cantidad de agrotóxicos que se vio jamás. ¿Es pacífica esa discusión? No, en un punto va a ser acalorada y fuerte porque tiene que ver con intereses presentes. Pero a eso hay que agregarle visión a futuro, sino pensamos para adelante todo es pan para hoy y hambre para mañana. Lo mismo con las exportaciones de cereales. Argentina tiene que potenciar su capacidad productiva y su perfil exportador. Lo que no va más es que vamos a exportar cereales sin valor agregado. No somos el granero del mundo: le vendemos alimento a los animales del mundo. Eso es lo que se planteó en algún momento con la industrialización de la ruralidad. Hay que dar la discusión.

-¿Cuál es la traducción de esto que comentás en Santa Fe? ¿Qué decisiones son posibles en la provincia?

-Creo que hay que generar un proceso de fortalecimiento de los pequeños pueblos de la ruralidad. Teníamos un plan que se llamaba «Un pueblo, una fábrica». Bueno, ahora tenemos que lograr más puestos de trabajo en cada pueblo, para desarrollar la vida ahí. Santa Fe tiene 375 localidades de las cuales 265 son pueblos de menos de 1500 habitantes. Hay que volver a poblar la ruralidad. Para eso hay que generar infraestructura básica (gas, luz, conectividad, agua) y además generar economía, que a veces son las viejas industrias como las conocemos y otras son nuevas, como el software y los servicios. Hay que diversificar la matriz productiva: a los que cosechan soja hay que agregarles una política de fomento a la producción de alimentos en áreas periurbanas con quintas que permitan buena provisión y a precios accesibles.

-En general las cooperativas de producción de alimentos tienen que remar en dulce de leche.

-Porque el Estado muchas veces no termina de asumir el rol que tiene, que es empujar esas cooperativas para que sean protagonistas centrales en la producción de alimentos. Y es que hay intereses detrás que te tensionan permanentemente. La política tiene que resolver esas tensiones, el tema es dónde te parás para resolverlas. Por otra parte, creo que hay que pensar en una Santa Fe mucho más desarrollada en sus regiones: el norte provincial no tiene ni electricidad. Hay que agregar miradas no tan cortoplacistas.

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