El autor de esta columna, director nacional de Deportes entre 2004 y 2014 y referencia de la natación mundial, recorre el deterioro deportivo de la Argentina.
Desde allí hasta hoy, y pasados aquellos esperanzados años iniciales de la democracia recuperada, todo se fue enturbiando, de a poco o más rápido, pero sí continuamente. El deporte también quedó dentro de ese todo.
Los pequeños clubes de barrio y hasta algunos de los fuertes, tradicionales y con muchos socios empezaban a ser “gerenciados”, eufemismo que reemplazaba a la palabra “privatización”.
Cayeron cientos de clubes en manos de “entrepreneurs” de la Educación Física, que hacían su negocio sin restricciones y, en algunos casos, con el dinero fraudulento de entidades bancarias ya desaparecidas.
Muchos entre los más progres se autoengañaron y se juntaron ideológicamente con liberales, conservadores y “los nuevos comerciantes”, y hasta pontificaron que los viejos clubes estaban exhaustos, que necesitaban nuevas ideas y otras conducciones, otra dinámica, porque ya no se podía albergar ni mantener a diez o quince deportes para sólo dos o tres mil socios. Que la tendencia mundial era otra.
Y así fue como todo cambió.
En el cambio se perdieron los deportes, se perdieron los socios y se perdieron los clubes, todo a través de estos 40 años.
Yo fui uno de los testigos privilegiados de esa destrucción, en el Ateneo de la Juventud y en Obras Sanitarias, lugares en los que trabajé por más de 25 años. No importó entonces el tamaño del club ni su poderío deportivo. El equipo de natación de Ateneo fue el mejor de Sudamérica y Obras tuvo nadadores de nivel mundial. Ambos tenían más socios que los sellos comerciales que luego ocuparon su espacio.
Hubo que dedicarse a otra cosa, reinventarse.
Casi se acabaron varias profesiones, como por ejemplo la de entrenador de las disciplinas “raras” o amateurs. ¿Quién iba a entrenar, si no hay dónde? Y, además, ¿quién te paga?
El daño empezó hace más de 40 años y ahora hay mucha gente común que lo advierte como más próximo y dañino porque le toca al fútbol, el último bastión. Aunque la mano que estranguló al resto del deporte será más piadosa o cuidadosa con el deporte más popular.
Un círculo nada virtuoso se cierra.
Las SAD saldrán a la cancha, según dice una nota en el diario La Nación, en una sociedad muy distinta a aquella de hace 40 años. Me quedo con aquella nota de El Periodista y también con aquellas expectativas sociales.
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