Las historias de vida detrás de quienes inundaron el centro porteño. "Antes no era el paraíso, pero esto es el infierno". El calculo de los organizadores sobre la convocatoria en todo el país.
“Escuelas técnicas de pie. ¿O te da miedo ver crecer a tu país?”, dice el cartelito tatuado a mano que levanta Jairo Enciso. El estudiante secundario de la Técnica Número Dos se arrimó a la Marcha Federal Universitaria desde Moreno, en el Conurbano oeste, donde está el agite. Presidente del centro de estudiantes, el joven da lección: “Este es un gobierno malvado que corta los derechos del pueblo trabajador. Educación, salud, trabajo… pronto nos van a cobrar el aire”. Hijo orgulloso de una familia de laburantes, papá albañil y mamá comerciante, el grandote Jairo sueña con ser el primer universitario: “Pero lo veo cada vez más lejos, si Milei privatiza la educación, como dicen. Si la tuviera a Pettovello adelante le diría que no tiene corazón. Ya te dije, son un gobierno de malvados que quieren que los sectores populares no existan más”.
Sobre Rivadavia los dealers venden muñequitos de Mafalda ataviada con delantal público blanco. A unos pasitos, los mastines de la ministra de la Represión Patricia Bullrich le sacan lustre al palito de abollar ideologías. El operativo antiprotesta es una vez más desmesurado. Acogota el Parlamento. Debe costar unos cuantos millones de pesos que no llegarán a las escuelas rurales. ¿No hay plata?
Nerea Campos estudia Veterinaria en la UBA. Delantal multicolor impreso con ositos panda. Sonrisa que ilumina la tarde porteña: “Estoy en tercer año, ya casi termino. Quiero contarle al presidente que en Genética aprendimos mucho de clonación: sus riesgos, sus beneficios… Por si no sabe, sin ciencia no hay hijos de Conan. ¿Quién se piensa que creó a sus ‘hijitos de cuatro patas’? No fue magia. Que no se olvide a la hora de desfinanciar a las universidades”. Madre, laburante a media jornada, estudiante a tiempo completo es Nerea: “Sin la educación pública, yo no podría soñar con tener un título. Ya me falta poco. Por eso vine, para defender mi derecho a progresar”.
¿La marcha es política? “Obvio, el veto también, por eso luchamos, hermano”, dice Soledad Caputo, una trabajadora que camina en la gruesa columna de la UOM. “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta…” Cerca de la batalla de los bombos sobre Rivadavia, la muchacha se para de manos frente al ataque a la educación superior: “Yo no pude estudiar, me hubiera encantado, pero me tocó trabajar desde muy piba. Salgo a la calle por mis sobrinos, por mis amigos, por millones de pibes que quieren seguir estudiando. Tienen todo un futuro por delante. Este gobierno les corta las alas a los hijos de los laburantes”. Un cartel cuelga a su espada en el cruce de Salta con arteria que llega hasta el Palacio Legislativo. Reza Perón en el trapo: “La conquista más grande es que la universidad se llene de hijos de obreros”.
“Estudiá, no seas Adorni”, agitan un cartón los jubilados que protestas cerca de las rejas de Entre Ríos. Hugo Reina es abogado y radiólogo egresado de la UBA. Pone el cuerpo en las orgas de los castigados trabajadores retirados: “Vinimos a apoyar a los docentes y no docentes. Este es un plan de destrucción, no sólo del Estado sino de la Argentina. Cada vez más despedidos, cada vez más gente debajo de la línea de la pobreza”. Combativo, don Hugo sabe de batallas: “Tuve que dejar de estudiar en la época de la dictadura y terminé las dos carreras en democracia. Somos hijos e hijas de la educación pública, por eso estoy acá. Le debo todo a la universidad”. Frente en alto, Reina mira fijo a los milicos: “Nos pegan a los viejos todos los miércoles. Cobramos el bono en palazos, en vez de una jubilación digna. Quieren meter miedo, vaciar al Estado, una estrategia que ya vivimos en el pasado. Quieren destruir la educación pública universitaria, después la secundaria, y van a ir por la salud. Son el odio”.
Marcela Benegas se gana el pan como residente de Cardiología en el Hospital de Clínicas. Marcha porque el ajuste en la UBA llega a la salud de los pacientes: “Salarios por el piso, faltan insumos, crisis edilicia, antes no era el paraíso, pero esto es el infierno”. ¿Hay más pacientes por la crisis libertaria? No duda la galena: “Sin dudas. La gente dejó la prepaga, no tiene obra social porque se quedó sin laburo, son miles de pacientes más. El ajuste te enferma”.
Desde la fachada de la Biblioteca del Congreso, custodian la marea humana retratos de Alfonsina Storni, Julio Cortázar, Borges y María Elena Walsh. En el reino del revés que desfinancia su futuro protesta Rodrigo. Es uno de los más de 2 millones y medio de estudiantes de las casas de estudio públicas que sufren la motosierra anarcocapitalista. Dice que en la Facultad de Arquitectura de la UBA a veces no hay ni para papel higiénico: “Llegamos a cursar a oscuras hace unos meses atrás. Estos tipos tienen la lógica del negocio. La educación no es un negocio”.
Remigio Ocampo fue detenido durante las protestas contra la Ley Bases por el delito de vender empanadas. “Hoy estoy de nuevo laburando, pero vengo por mis hijos, por el derecho a que tengan un futuro. Me dan miedo los canas, pero acá estoy, no me voy a rendir”, dice el hombre y da una clase magistral de repulgue cerca del escenario.
Antes de dejar la plaza me cruzo a Axel Horn, docente empobrecido de la Facultad de Psicología de La Plata. Con 20 años de antigüedad, su sueldo araña los 350 mil pesos. Casi un 50% perdió el gremio en lo que va del año. Con tono freudiano, analiza la figura del presidente de melena peinada por la mano invisible del mercado: “Si es por sus acciones de gobierno, lleva adelante políticas públicas muy dañinas. No voy a hablar desde lo clínico, no es mi paciente. Pero atravesamos momentos de crisis que van a calar hondo en nuestras subjetividades. Perder el trabajo, derechos, estabilidad económica, eso tiene efectos. Tenemos que estar juntos para ayudarnos”. Psicología de las masas, compañeros y compañeras, dice el profe Horn al despedirse: “Salir a las calles, dar respuestas colectivas, pacíficas, de lucha por los derechos. Soñar un futuro mejor”.
Soñemos lo imposible.
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