“Las dos Mariette”, el reencuentro con una verdad que incomoda y libera

En las ciencias sociales son varios los que sostienen que sin lo que llamamos prejuicio no habría vida en comunidad -y entre comunidades-. Luego de ver Las dos Mariette se puede decir que sin prejuicios no habría historias a contar. La mujer que acercándose a los 90 años decide contar lo que nunca se animó -que es de origen judío- pone patas para arriba a toda su familia y amigas. Al tiempo que la libera.

“Me enteré de que Mariette iba a participar de un libro que estaba armando la socióloga Helene Gutkowski sobre historias de sobrevivientes franceses (De la Francia ocupada a La Pampa), que son distintas historias de lo que se llama Los niños de la Shoá”, recapitula Poli Martínez Kaplun, directora de la fascinante Las dos Mariette. A los 17 años a Mariette, a quien le habían presentado un muchacho para noviar y posiblemente casarse que no le gustaba mucho, se le ocurre decir, delante de su madre, que alguien es un judío de mierda. “No digas eso porque tu padre es judío”, recibe como toda respuesta de su progenitora. “No lo vuelve a hablar con nadie hasta que un día se encuentra con Helene”, cuenta Martínez con el misterio de quien sabe narrar.

Mariette, la mujer católica apostólica romana casada por iglesia con un marino (de familia de la Armada), que había asistido devotamente a misa y había bautizado como Dios manda a todos sus hijos, un día se separó (ya pasados los 55) y para mantenerse por sus propios medios se puso una casa de regalos. Allí un día entró Helene Gutkowski, quien al escucharla hablar de inmediato reconoció el acento francés de su interlocutora y le pregunta su apellido: Diamant, dijo Mariette, apellido difícil de reconocer como judío para cualquiera que no lo fuera, no para Helene, quien enseguida le pregunta por el año de su llegada: 1941. Gutkowski se percató prácticamente al instante de Mariette “era miembro de una familia que llegó a la Argentina escapando de Europa”. Y de inmediato la invitó a participar de las reuniones “que se hacían en su casa con otros sobrevivientes que se contaban sus historias y que después también iban a formar parte del libro. ‘Es la primer vez que vi judíos’, dice Mariette en la película”.

Desde ahí el film no descansará en exhibir un rosario de prejuicios de todo tipo, color y clase: nadie podrá evitar el propio, seguramente quien vea el documental descubrirá uno suyo que creyó no tener. El documental gana una libertad narrativa inesperada porque comienzan a intervenir amigas, hijas e hijos, nietos y otros afectos que dotan a la película de un dinamismo que no para sorprender con la exhibición de la enormidad de lugares comunes que nos habitan. “La madre de Mariette todavía vivía, pero ella no le contó nada de que iba a estos grupos. Y le cuenta a un hijo, y empieza la resistencia. De hecho uno de los hijos en la película dice que sólo leyó algunas partes del libro, o sea que ni siquiera quisieron leer el libro. Por eso empiezo agarrando la historia de por qué no quieren conocerla algunas amigas y los hijos.” 

El libro se publicó primero en francés y recién el año pasado tuvo su edición en español: “Los hijos no querían conocer la historia familiar, que descendían de judíos que se habían ido durante la (Segunda) Guerra. Les cuesta portar ese origen. Y a ella misma todavía le cuesta: cuando empecé a hacer la película decía: este problema que yo tengo, mi problema; no podía pronunciar la palabra judía.” Pero en la medida que Mariette se animaba se hacía cada vez más necesario que los hijos participaran. “Involucrar recursos y tiempo si después iba a tener la oposición de la familia no tenía sentido.” En el transcurso de la producción de la película uno le dejó de hablar (luego recompuso la relación) y otro la acusó de hacerle lo mismo que a ella le “había hecho su mamá: nos contaste siempre una historia y ahora nos venís con otra”. 

Los problemas de Mariette no sólo venían por su origen sino por su clase social; mejor dicho, su clase social potenciaba los prejuicios, y especialmente con los judíos. “La madre está mostrada como muy snob, decidida a casarse con alguien de clase alta.” No parece tanto para un pueblo en el que algunos de sus miembros tuvieron que cambiarse el apellido durante la época de la Inquisición para no terminar en la hoguera, pero desde la subjetividad de Mariette adquiere otro sustrato. “Ella dice que su madre era muy elegante y eligió la Argentina porque acá estaban las mujeres más elegantes que iban a las carreras de caballos más importantes de Francia; quería pertenecer a la gran sociedad argentina. Y la aristocracia argentina admiraba lo francés, y ella se presentó como una francesa católica.” Así fue que Mariette recaló en el colegio Jesús María, “que era muy paquete, de la Recoleta, donde van todas estas mujeres de la aristocracia argentina”.

“Sabía que todo ese silencio estaba inundado de prejuicios. Esta mujer no hablaba y los hijos no querían escuchar eso. Creo que el valor de la película es que ese prejuicio se despliega.” Y si bien no hay ranking para el prejuicio y a Martínez no deja de sorprenderle que ‘a los judíos siempre se los acuse de todo: avaros, filántropos que quieren dominar el mundo, comunistas, capitalistas, es como una especie de pathos del mal dominado por esta minoría’”, no ve a Las dos Mariette como una historia estrictamente judía. “A mí lo que me interesa es la tradición, cómo las historias pasadas siguen reverberando en las generaciones subsiguientes. Y qué hace uno con eso por más traumático que sea, ¿lo calla, lo transmite? Mi anterior película (La casa de Wannsee) es eso: por qué no me llegó lo que le pasó a mi abuela, por qué yo no conozco su historia. Estas historias familiares pasan en Estados Unidos con chinos que vinieron en el siglo XIX, que es lo que la familia aporta y la tradición. La memoria. Y la primera instancia de la salida de un trauma es encontrar quién pueda escuchar eso. Quise que mi cámara fuera eso en la película.” Aplausos para su logro.

Las dos Mariette

Dirección y guión: Poli Martinez Kaplun. Estreno 11 de abril, en cines.