La flamante película que llega a los cines desarrolla un singular relato que articula a Hitchcock, Almodóvar y Jorge Polaco. Entre el suspenso y el melodrama, la historia captura la atención del espectador de principio a fin.
El punto de partida de Las corredoras es el clásico tópico del viaje. Estamos en la década del cincuenta y se trata del viaje de Mabel Rosello (la siempre efectiva Carola Reyna), una oficinista solitaria y tan extraña como un personaje de Marco Denevi, a la estancia La Esplendorosa, ubicada en El Mojón, un lejano y crepuscular pueblo rural perdido en el medio de la nada. Allí, la mujer que acaba de quedar huérfana de padre, es enviada por el ministerio de Agrociencia para lograr la firma de un convenio de cesión de tierras por parte de un enigmático y misterioso terrateniente llamado Mirko Antonovich (Diego Capusotto). En principio, ya en la estancia, Mabel no encuentra al consabido Antonovich, sino a su esposa (también interpretada por Diego Capusotto) acompañada de una entrañable amiga (Alejandra Fletchner), sendas pioneras corredoras de autos de carreras que causan fascinación en la viajera. A su vez, más pronto que tarde, Mabel se cruza también con un despótico empleado de campo (otra vez Diego Capusotto en el tercero de sus cuatro personajes) que parece interponerse en sus propósitos.
Como frecuentemente suelen ser los viajes, el viaje de Mabel termina siendo un viaje al interior de sí misma y uno de esos viajes aventureros (la aventura es definida por el sociólogo Georg Simmel como aquellos episodios que interrumpen la cotidianidad y la rutina y que suman un plus de vida a la vida) que modifican la existencia. Porque, como en el Coronel Vallejos de Manuel Puig o en los juegos de espejos de las novelas de Agatha Christie, en La Esplendorosa de El Mojón, no todo es lo que aparenta ser y, tras los disfraces, se esconden crímenes y se oculta sangre bajo la alfombra.
Recurriendo justamente a universos tan dispares como el de Puig y Christie, pero también al kitsch y al desparpajo de Pedro Almodóvar, al suspenso de Alfred Hitchcock (con reminiscencias literales a Rebeca, Psicosis y Vértigo), a películas clásicas argentinas que exploran el tema de la doble (La senda oscura, de Luis José Moglia Barth, Más allá del olvido, de Hugo del Carril, Rosaura a las diez, de Mario Soffici o Bajo el mismo rostro, de Daniel Tinayre), Montalbano genera un cóctel explosivo que ahonda en las pasiones humanas bajo los condicionamientos de las sociedades represivas. En efecto, la yuxtaposición de géneros y los constantes travestismos a los que Montalbano apela -a lo que se suma el telón de fondo del western y el trepidante mundo de las carreras de autos- es reflejo de identidades de géneros yuxtapuestas y deseos eróticos subversivos que los personajes de su creación deben ocultar y disfrazar por considerarse prohibidos (y por ser condenados) en la época en que transcurre la ficción.
Las corredoras guarda estrecha relación con la filmografía de su autor. Los escenarios más frecuentes de las películas de Montalbano (y en los que parece nadar como pez en el agua) son los pueblos chicos (con sus concomitantes infiernos grandes) tal como ocurre en Cómplices (1998), Soy tu aventura (2003), El regreso de Pedro Cascada (2006) o Por un puñado de pelos (2014). A El regreso de Pedro Cascada y Las corredoras las une los temas comunes del travestismo y los conflictos de identidad; a No llores por mí, Inglaterra (2018) la ambientación en el mundo deportivo… A su vez, si en Soy tu aventura (2003) parodiaba a las comedias musicales populares de Sandro, Palito Ortega o Raphael; o en Pájaros volando (2010) a las de ciencia ficción de clase “B” tipo Ed Wodd, con sus múltiples referencias y transtextualidades y su uso del back projecting (escenas particularmente de viajes en vehículos donde el fondo es un telón), el reciente estreno del director constituye una parodia a un universo cinematográfico mayor. Pero, como en el caso del Quijote, con su parodia, Montalbano realiza el mejor de los homenajes a su cine de referencia y un gran melodrama y película de suspenso que se erige en la cúspide de su trayectoria.
Mención aparte constituye el espectáculo de ver a Diego Capusotto interpretar nada menos que cuatro personajes en una sola película -que tienen ecos, pero a la vez se encuentra en las antípodas de los personajes creativos a lo que acostumbra en sus videos y programas televisivos- y roles que lo consolidan como actor dramático e incluso trágico. O, al menos, tragicómico.
De Néstor Montalbano. Con Diego Capusotto, Carola Reyna, Alejandra Flechner, Alejandro Müller, Eduardo Calvo, Norman Briski. Estrena 23 de mayo. En cines.
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