Hank Rhon es el dueño de Dorados de Sinaloa, el equipo de Maradona. Sospechas de crímenes, cárcel, amor popular y un zoológico privado.
Y era el amo, pero no la pudo terminar de domar. Cuando dejó la alcaldía de Tijuana, un año antes de lo previsto, presentó su candidatura a gobernador por ese Estado, uno de los 31 que conforman México. Lo hizo bajo el paraguas del PRI, su partido. Pero perdió ante el candidato del PAN. Hank Rhon, cuyo padre Carlos Hank González había sido gobernador del Estado de México, se dedicó a sus negocios. El Grupo Caliente repartió casinos por toda Tijuana. La ciudad llegó a tener más casas de apuesta que supermercados, con una facturación de 150 millones de dólares al año. Pero Hank Rhon también maneja hoteles, agencias de viaje, clubes hípicos, un Zoológico internacional y sus clubes de fútbol. En 2007, compró la franquicia de Xolos y la mudó de Tabasco a Tijuana. También compró Dorados. Su hijo, Jorge Hank Inzunza, se hizo cargo de los negocios en el fútbol. Fue el que comandó las negociaciones para que Maradona se convirtiera en técnico.
Hank Inzunza, incluso, tuvo que mostrarse como el verdadero dueño cuando siete años atrás su padre cayó preso. Fue una madrugada de junio. El Ejército entró a su residencia de Tijuana y le encontró 40 armas largas, 48 armas cortas, 9000 cartuchos, 70 cargadores y una granada de gas. Durante los nueve días en los que estuvo preso en el penal El Hongo de Tecate, en Baja California, se formaron altares en su honor. Sus seguidores, gente de los sectores populares, las clases más bajas, llevaron velas hasta la puerta del presidio. Veían en Hank Rhon a un mecenas. Por esos días se habló de persecución política. El entonces presidente de México, Felipe Calderón, aclaró que no había dado la orden para allanar la casa de Hank Rhon. El caso se apagó cuando el dueño del Grupo Caliente quedó en libertad. Aunque ahí mismo tuvo que declarar por un crimen de 2009, una mujer de 24 años asesinada de dos disparos. A Hank Rhon se lo acusaba de haber sido quien la había mandado a matar. Como también lo acompaña la muerte del periodista Héctor Félix Miranda, el Gato, que solía volcar críticas sin filtro hacia la familia Hank en las páginas del semanario Zeta. En 1988, Miranda fue asesinado por guardaespaldas del empresario, al que se lo señaló como el autor intelectual del crimen. El caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero se mantiene impune.
«Me sirvió para bajar ocho kilos», dijo Hank Rhon cuando salió de la cárcel. En 2012, mientras intentaba por segunda vez ser gobernador de Baja California, la revista Proceso ya le contaba una supuesta participación en al menos seis crímenes, según declaraciones de testigos protegidos. Además de las sospechas por vínculos con el narcotráfico, Hank Rhon ya acumulaba una colección de causas judiciales, como la vez que terminó detenido en el aeropuerto de la Ciudad de México cuando volvía de Japón. Era 1995. Lo acusaban de haber traficado especies y pieles prohibidas. En su zoológico privado, Hank Rhon tiene cisnes, gallinas de Guinea, gansos, leones, tigres blancos y siberianos, jaguares y leopardos, camellos, osos, búfalos, jirafas, cacatúas, boas, monos araña, águilas, llamas, pumas, canguros, osos grises, avestruces y caballos. Son 25 mil animales. Y una campera de pene de burro.
Pero esas son excentricidades. Su poder está en las relaciones que construyó, como la que mantiene con Enrique Peña Nieto, presidente de México hasta el 30 de noviembre, cuando lo reemplace Andrés Manuel López Obrador. «Hemos encontrado información negativa relacionada con este individuo y su familia (…) No recomendamos vender compañías a este cliente si el Sr. Hank Rhon se encuentra involucrado», advirtieron desde Mossack Fonseca en un correo electrónico del 24 de septiembre de 2013. Está en los Panama Papers. Pero si el dinero de Hank Rhon puede ser indeseable, no lo es para otros.
Cuando cumplió 40 años, en 1996, armó una fiesta de 24 horas. Un día entero de festejos. Los 600 invitados bailaron y vieron espectáculos ecuestres, una exhibición de caballos y una charreada, una doma y jineteada a la mexicana. En un momento, comenzó a explotar el cielo. Los vecinos de Cuernavaca se asustaron. Hasta que supieron que eran los fuegos artificiales de Hank Rhon. Ya se estaban acostumbrando a sus travesuras. «
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