Julio Cesar Pose, espía de la SIDE con vínculos con la DEA, fue reconocido recientemente con el seudónimo con el que se intentó involucrar a Aníbal Fernández en el Triple Crimen de General Rodríguez. Su nombre se cruza con el del juez Claudio Bonadio, quien en 2004 lo detuvo y lo indagó, primero por narcotráfico y después como testigo del encubrimiento del ataque a la mutual judía.
El diario Clarín reconoció recientemente que Pose – y no Aníbal Fernández – es “la Morsa”. Aquella construcción mediática desbaratada tardíamente puso en el tapete a un personaje enigmático, que acaso ni siquiera supiera que lo llamaban con tal apelativo. En su historia (en la judicial, al menos) su nombre se cruza con el del difunto juez Claudio Bonadio, quien en 2004 y con diferencia de una semana, primero lo detuvo y le tomó declaración indagatoria por narcotráfico y luego, cuando afloraron sus vínculos con la central antidrogas estadounidenses, lo escuchó como testigo del encubrimiento del ataque a la mutual judía.
Esa situación dual, que sólo es concebible en el mundo Comodoro Py, desnudó que Pose fue una pieza clave en el acuerdo, reputado como espurio por un tribunal oral, del juez Juan José Galeano y Telleldín. Cuando se hubo acordado el pago para que involucrara a los policías bonaerenses y desviara la línea de investigación conocida como “pista siria”, eran necesarias garantías de cumplimiento mutuo.
Telleldín estaba preso pero su pareja, Ana Boragni, estaba libre. Ella iba a ser la depositaria del pago ilegal, y sólo contra la confirmación de la acreditación del dinero su marido iba a firmar la declaración apuntada a los policías bonaerenses.
Pose contó ante Bonadio cuál fue su papel en esa secuencia: “Intervine en una operación que fue alcanzar un teléfono celular a Molina Quiroga. Yo estaba en los pasillos de este edificio de Comodoro Py, en el piso donde se encuentran las oficinas del Dr. Galeano, y se lo entregué a Molina Quiroga, quien lo ingresó a las oficinas del juzgado. Yo debía atender el teléfono cuando sonara y pasárselo a Molina Quiroga. Recuerdo que esto fue temprano, a las 9.30 horas teníamos que estar acá”.
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Carlos Aníbal Molina Quiroga, según Pose, era un agente jerárquico de la entonces SIDE. El teléfono que Pose dice haberle entregado era un número limpio, que no figuraba en la causa ni podía ser a priori vinculado con ninguna operación ilegal. Cuando el pago estuviera acreditado, Ana Boragni debía llamar a ese teléfono, que la comunicaría con Telleldín para confirmarle que estaba todo OK y ya podía firmar la declaración.
Pose, quien todavía no era “la Morsa”, fue un eslabón de esa cadena de pases de mano del teléfono que finalmente llegó a Telleldín. “Estuvimos esperando bastante, deben haber pasado cerca de 45 minutos a una hora de espera, hasta que recibimos la llamada. La fecha no la recuerdo, pero sé que fue el día del primer pago a la esposa y al abogado de Telleldín, esto me consta porque la información se infiltró y nadie pudo guardar el secreto en esa oficina”.
“Después de que le entregué el teléfono a Molina Quiroga debe haber pasado media hora y luego éste me entregó nuevamente el aparato celular y allí terminó toda mi intervención”. Cuando Bonadio quiso saber cómo le constaba que el llamado tenía que ver con el pago, Pose respondió: “El dinero se le entregó a la mujer de Telleldín y al abogado, esto me consta por dichos de mis excompañeros. Según también dichos de mis excompañeros, el monto era de 375 mil dólares. A mí para esta tarea me entregaron 500 dólares, los que luego debía rendir”.
Pose declaró que en 1993 entró a trabajar en la Sala Patria de la SIDE bajo las órdenes de Alejandro Brousson. Al año siguiente ocurrió el atentado contra la AMIA y participó en esa investigación recopilando información en la zona de la Triple Frontera. Fue agente orgánico de la central de inteligencia hasta 2002. El rastro se pierde hasta que reaparece años más tarde, ya convertido en “la Morsa”.
La declaración sobre el teléfono seguro se produjo el 17 de mayo de 2004. Una semana antes, el 10 de mayo, Pose fue indagado por el propio Bonadio, quien lo acusaba de “formar parte de una organización destinada al tráfico ilícito de estupefacientes en infracción a la ley 23.737”, en colaboración con al menos otras cuatro personas. Pose explicó que se trataba de una operación controlada, parte de una investigación en la que sugirió que intervenía la DEA. De hecho, la palabra “DEA” aparece diez veces en las actas de su declaración.
En la indagatoria, Bonadio le exhibió “una nota escrita con distintas anotaciones y números telefónicos” y le preguntó de qué se trataba. “Allí figuran los nombres de las personas con las que trabajo, ya sea de la DEA como de la División Drogas Peligrosas”, respondió Pose.
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