La UE y el desafío de romperse o derechizarse más

Por: Alberto López Girondo

El enfrentamiento entre Bruselas y Varsovia por la reforma judicial polaca mostró las diferencias latentes desde el origen de la Unión Europea. Hasta dónde un organismo supranacional puede regir en cada país. Polonia y Hungría, xenofobia y misoginia en el poder.

Hubo dos consensos destacados en la cumbre de líderes europeos que terminó este viernes. Uno fue el unánime homenaje a la canciller Angela Merkel, que deja su cargo y que se despide de este tipo de encuentros que protagonizó y encauzó en sus 16 años ininterrumpidos en el poder. El otro fue no levantar olas en el enfrentamiento de la UE con Varsovia que estalló estos días.

Las diferencias latentes en la Unión Europea hicieron eclosión en la controversia entre Bruselas y Polonia por la reforma judicial que promovió el gobierno del primer ministro Mateusz Morawiecki. El entuerto que disparó luego de que el partido ultraderechista Ley y Justicia (PiS por sus siglas en polaco) aprobara una reforma judicial que, entre otras cuestiones, creó una Cámara Disciplinaria con facultad para supervisar a los jueces, una suerte de Consejo de la Magistratura pero con integrantes designados por el Poder Ejecutivo.

Desde el primer momento, la Comisión Europea se mostró en desacuerdo con esa medida, por considerar que iba contra la independencia judicial. Morawiecki pidió -no inocentemente- al Tribunal Constitucional de Polonia (TCP) que definiera si una disposición de la UE puede ser pertinente en el país. El TCP respondió que los artículos 1 y19 del Tratado de la Unión son incompatibles con el ordenamiento constitucional polaco. La UE contragolpeó boqueando fondos para la pospandemia -unos 36 mil millones de euros- lo que obviamente fue considerado como una extorsión por Morawiecki.

El desafío polaco implica el desconocimiento de la unidad regional, la base de la creación de la UE. Para Varsovia, hay una peligrosa deriva hacia una UE “centralizada y sin control democrático”. La pelea de fondo es por qué grado de autonomía debe aceptar una nación para formar parte de un organismo de integración. Morawiecki escribió en una carta abierta que “algunos dicen que el apego a la idea del Estado-nación en el siglo XXI es un sentimiento ingenuo. Si para alguien la tradición o la historia nacional es un sentimiento ingenuo, no voy a convencerlo de lo equivocado que está”.

Los analistas comenzaron a hablar de Polexit, como el prolegómeno de otro divorcio como el británico. Pero los polacos son abrumadoramente favorables a la UE. Aunque sí hay un mar de fondo que Bruselas no sabe cómo resolver.

En el Brexit mucho tuvo que ver el “Método Steve Bannon”, que combina manipulación electoral con la articulación de fuerzas retrógradas de cada sociedad para torcer el discurso público más y más a la derecha. Los ejes, como se vió con Donald Trump, son xenofobia, misoginia y nacionalismos elementales. Un populismo de derecha, en resumen.

Con sólo ver quiénes son los aliados ideológicos de Morawiecki se puede percibir que un Polexit implicaría una partición de la UE en pedazos. El húngaro Victor Orban es un “bannonista” convencido, lo mismo que el italiano Matteo Salvini. Estos días muchos ciudadanos polacos se sumaron a la construcción de una valla en la frontera con Bielorrusia para impedir el ingreso de emigrantes. Ya lo habían hecho los húngaros en el fragor de la crisis migratoria. Esta semana, Morawiecki se reunió con la francesa Marine Le Pen. Cierto es que la lideresa gala ya no es lo más a la derecha que puede mostrar la sociedad en la que nacieron los valores liberales, ya que le apareció un ultra-ultra como Eric Zammour.

El reclamo de Bruselas de acatar centralidad europea se da de bruces con la realidad de que precisamente estas diferencias impidieron que se pudiera aprobar una Constitución en 2005. La iniciativa debía ser refrendada por todas las naciones, pero fue rechazada en Holanda y Francia. La solución fue imponer las mismas normas pero con el Tratado de Lisboa, de 2007.  Las diferencias de enfoque entre las sociedades y las instituciones son las mismas, solo que ahora, el riesgo es que toda la UE se vuelque más a la derecha para no partirse. Y muy lejos no está: de 27 miembros, dos son de ultraderecha (Polonia y Hungría), y otros diez de centro derecha. Solo hay seis consideradas de centroizquierda y uno calificado de izquierda, España. El resto son coaliciones de centro.

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