La pareja de lesbianas que murió después de que un hombre las prendiera fuego en un hotel familiar ya había sido amenazada. La trama detrás del crimen y ataque contra Pamela, Mercedes, Andrea y Sofía, crisis habitacional y discursos de odio.
Pamela Cobbas tenía 52 años. Falleció horas más tarde del ataque debido a la gravedad de su estado. Según contaron vecines del hotel, fue vendedora de golosinas y de cosmética. En redes sociales se mostraba abiertamente lesbiana y a favor de los derechos de la diversidad sexual. En algunas fotos se la ve junto a su hijo.
Mercedes Roxana Figueroa, también de 52 años y pareja de Pamela, falleció el miércoles. Sus vecinos relataron que las mujeres vivían de changas, algunos creen que vendían pañuelitos, y otros, que trabajaban limpiando ropa.
Andrea Amarante continúa en estado de gravedad, con el 75% del cuerpo quemado y antes de ayer fue ingresada a la sala de terapia intensiva. De las cuatro, Andrea es la más joven, con 43 años. Desde la Coordinadora Cromañón informaron que la mujer es una sobreviviente de la masacre de Cromañón, el incendio que ocurrió el 30 de diciembre de 2004 en un boliche de Once durante el recital de la banda Callejeros.
“Andrea no percibió ayuda económica y tampoco es beneficiaria del Programa de Salud para víctimas de Cromañón. Andrea estaba en situación de calle y dormía donde podía. Veinte años después, a Andrea se le hicieron realidad todos los miedos y pesadillas”, expresaron desde Coordinadora Cromañón en un comunicado.
Sofía Castro Riglos, de 50 años, es la única con un pronóstico favorable ya que “responde bien a las curaciones”, indicaron en el parte médico. El miércoles en el hospital pudo brindar su declaración.
“Él ya las había amenazado una vez. Fue en la última Navidad. Les dijo que las iba a matar a las dos (Pamela y Mercedes) y mirá lo que pasó ahora” dice Diego Hernán Britez. Vendedor ambulante, a los 51 años vive en el segundo piso del hotel familiar ubicado en Olavarría 1621, en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, donde ocurrió el crimen.
Diego dice que escuchó varias de las peleas verbales que existieron entre el hombre y las mujeres a lo largo de los dos años en los que ellas vivieron allí. Reconoce que a Barrientos le disgustaba que fueran lesbianas y lo hacía explícito.
“Discutían bastante. Ellas llamaron a la policía una vez y entiendo que lo habían denunciado. Él les decía ‘engendros’ por su condición sexual. Les decía ‘tortas’, ‘gorda sucia’”, compartió Britez a Presentes.
Barrientos está detenido, acusado de homicidio y lesiones graves. El Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 14, a cargo de Edmundo Rabbione, investiga el hecho. Ante la consulta de este medio, se informó que por orden del juez no se brindará información sobre la causa, salvo a las partes involucradas.
Desde que se conoció la noticia del ataque, distintas organizaciones activistas piden que se investigue como un crimen motivado por el odio a la orientación sexual de las víctimas. Hoy a las 17 habrá una concentración en el Congreso de la Nación, con réplicas en distintos lugares del país, bajo la consigna “No es libertad, es odio. Fue lesbicidio”.
“El ataque nos produce profundo dolor y enojo: no fue un hecho cualquiera. Fue un acto de odio hacia las lesbianas. El crimen ocurrió en un contexto de extrema precariedad de la vida, donde las cuatro vivían hacinadas en una habitación, y donde diariamente las identidades LGTBQI+ somos foco del aumento de la violencia”, expresaron desde el colectivo Autoconvocades Lesbianes por Barracas.
En la cima de la escalera que da al primer piso, María Rosa Correa -89 años y dueña de la vivienda- se ocupaba de separar algo de lo que había y quedó la habitación de Pamela y Mercedes. “Una de ellas, no recuerdo cuál de las dos, tenía un hijo. Me contó una vez que lo iba a ir a ver a Mar del Plata donde vivía”, recordó.
Gran parte de los enseres, ropa y objetos fueron alcanzados por el fuego y luego, por el agua. Juntando el agua del piso con un balde, un hombre que es reciclador urbano y está a cargo de la limpieza del hotel, junto con María Rosa colocaban en cajas y bolsas las cosas destruidas para tirarlas en el container de la cuadra. Una pregunta es en qué medida se resguarda la escena de estos crímenes de odio, más allá de la pericia inicial.
El fuego alcanzó principalmente el sector de entrada de la pieza de las mujeres. Allí estaba la cama matrimonial y había otras pertenencias como una valija, con el mango derretido. Poco quedó en pie: un par de zapatos, una agenda 2023, un libro sobre repostería y una mochila fucsia con carrito, entre otras cosas.
A una pieza de distancia está la habitación de Fernando, el victimario. La puerta está cerrada con una cadena que permite que esté abierta unos diez centímetros para que entre y salga su gato, que hoy vive con una familia del hotel. Él compartía con Pamela y Mercedes, como con el resto del piso, el uso de la cocina y del baño.
“Eran muy buenas chicas. Él también. Todos pagaban a tiempo, no tenían ninguna deuda. Yo nunca tuve problemas con ninguno. Para mí fue el diablo. No me lo termino de explicar si no”, dijo María Rosa.
Algunos de los vecinos del hotel prefieren no hablar de la relación entre Barrientos y sus víctimas. “Viste cómo son las lesbianas… a los hombres no nos dirigen la palabra”, comentó uno de los habitantes del hotel.
Para Diego Britez y otros vecinos, el panorama era diferente. “Acá hay mucha gente que piensa como él (Barrientos)”, dijo, en relación a los prejuicios y el odio contra las personas LGBT+.
“No sé por qué dicen que eran problemáticas. Solo porque a veces invitaban a amigas, ponían música un poco más fuerte un viernes, como cualquier persona, compartían pizza y unas cervezas. No eran problemáticas, pero incluso aunque llegaran a serlo tampoco justifica lo que hizo”, aseguró. Y reconoció que la actitud violenta de Barrientos era repetida. “Ya había tenido problemas antes con un hombre gay que vivía en el hotel. Hizo que se fuera. Le arrojaba una zapatilla a su puerta, le gritaba ‘puto’”, recordó Diego.
Sergio Araujo, 36 años, vive en el segundo piso del hotel, y aunque al principio no quiso hablar, al rato se acercó para preguntar cómo estaban sus vecinas y contar lo que había vivido. “Cuando vi el fuego, llamé a los gritos a todos. Desperté a mi viejo que ya se había acostado para que baje porque no sabíamos qué podía pasar. Cuando bajé vi a las chicas. Fui a buscar un matafuego que tengo en mi pieza, lo traje de lo de mi mamá y con eso entramos a la habitación”, contó.
Según al menos dos personas, entre ellos Diego y Sergio, cuando las mujeres lograron salir de la habitación, Barrientos comenzó a golpearlas. “Cuando salieron de la habitación prendidas fuego, él les pegó y las empujó adentro al fuego de vuelta”, dijo Araujo. “Éramos cinco tratando de separarlo de ella para que le deje de pegar”, agregó Britez. Semejante saña del ataque es un rasgo frecuente en los crímenes de odio.
A las mujeres lograron llevarlas a las duchas para colocarlas debajo del agua. “Fuimos varios que intentamos ayudarlas. Pero hubo personas que no se acercaron a ayudar. Eso me da bronca”, expresó Sergio, quien desde lo ocurrido no puede dormir bien.
“A la más grande la llevé sobre mi espalda para bajar las escaleras. Ahí me dijo varias veces que había sido él. Me siento mal porque no pudimos salvarlas”, dijo.
Luego del ataque, la Policía de la Ciudad encontró a Barrientos en el baño del segundo piso del edificio con una sierra afilada con la que se había autolesionado, según consignaron fuentes policiales.
En el hotel hay veinte piezas y viven una treintena de personas. La planta baja, el primer y segundo piso con terraza alojan a vendedorxs ambulantes, cuentapropistas, cartonerxs, jubiladxs, que comparten baños y cocina. Una habitación cuesta alrededor de 50 mil pesos. Algunxs vienen de haber vivido antes en paradores o de estar en situación de calle. Otrxs llegan allí después de un desalojo.
El edificio es un petit hotel de aires aristocráticos, hoy completamente venido abajo. De aquellos años solo queda una amplia escalera de mármol y una fachada imponente, hoy derruida. La dueña compró en la década de 1980. Los años, el aumento de tarifas y una crisis habitacional cada vez más grave en la Ciudad de Buenos Aires, empeoraron todo.
La Ciudad de Buenos Aires “se encuentra atravesando una restricción de la oferta de viviendas en condiciones de ser habitadas”, dice el informe “Déficit habitacional en CABA” de la Defensoría del Pueblo de CABA. Y a nivel país, uno de cada tres hogares de Argentina no cuenta con una vivienda adecuada. Es decir, hay un déficit habitacional que afecta a más de 4 millones de hogares. Las principales causas: escasez de políticas sostenidas de acceso a la vivienda, el crecimiento de alquileres turísticos temporarios, el aumento de viviendas ociosas y el cierre de hoteles y pensiones.
A esto se suman los inconvenientes que trajo el Decreto 70/2023 del actual gobierno que derogó la Ley de Alquileres. Según una encuesta nacional realizada en marzo de 2024 por la Federación de Inquilinos Nacional y Ni Una Menos, las condiciones para alquilar empeoraron a partir del DNU. En la Ciudad de Buenos Aires el costo de alquilar un departamento de dos ambientes pasó de 179.832 a 249.942 pesos, en promedio.
A partir de las denuncias que recibe la Defensoría del Pueblo de CABA relacionadas con hoteles y pensiones en la ciudad, el organismo realizó una investigación para conocer cómo son las condiciones de habitabilidad de estos lugares. Entre los principales datos advirtieron que un 45% de los establecimientos relevados presentan hacinamiento y cerca del 20% exhiben niveles de hacinamiento crítico: tres o más personas por pieza. Además, el 43% de los establecimientos relevados tienen balcones sin la debida protección, el 38% presenta rajaduras o caídas de mampostería y el 55% no tiene tableros eléctricos debidamente identificados o en condiciones de seguridad adecuadas, entre otras cuestiones.
Las organizaciones que se reunieron para pedir justicia, lanzaron ayer una colecta para un fondo de donaciones que ayude a las dos mujeres que sobrevivieron al ataque del lunes.
“Sofia y Andrea sobrevivieron al ataque lesbofóbico en Barracas. Antes tenían poco, ahora solo tienen la solidaridad y el apañe colectivo”, dice el comunicado que se difundió en las redes durante el sábado. “Perdieron a sus amigas, Pamela y Roxana, perdieron sus cosas en el mismo fuego asesino y lesbocida, ahora tenemos que acompañarlas a reconstruir un lugar donde vivir, donde reconstruir lazos”.
Una de las mujeres, Sofía, está cerca del alta, pero no tiene un lugar a donde ir. “La reparación después de tanta violencia va a costar (…) Juntamos dinero para acompañarlas en esa reparación, juntamos dinero para apañarlas. Que no les falte nada a quienes les quisieron sacar todo”.
La cuenta para colaborar es la de la Asociación Ni Una Menos. Solicitan que cuando se hagan las transferencias se agregue la palabra “lesbianas” en las razones o motivos.
Los datos son
Alias de transferencia: ACIVIL.NIUNA.MENOS
Asunto: lesbianas
CBU 1910027855002701341732
Número de cuenta corriente 191027013417/3
Esta nota es una producción de nuestro medio aliado Agencia Presentes.
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