Una exposición en el Centro Cultural Borges (Buenos Aires) es la excusa para revisitar vida y obra de Rodo Bulacio. Perfil del artista que activó arte y política, y murió víctima de un crimen de odio en 1997.
Fantasía marica del pueblo es el nombre de la exposición antológica del artista y reúne tres de sus muestras individuales, el trabajo colectivo de las performances y algunos de sus ejercicios de estudiante. Son obras creadas entre 1989 y 1996, meses antes de que fuera víctima de un crimen de odio. Curada por Geli González y Guadalupe Creche, esta muestra fue impulsada por Feda Baeza, directora del Palais de Glace y la fundación Las Margaritas de Rodo Bulacio.
El montaje de la exposición abarca las muestras Karta Nova, Mucha Karakatanga en la koctelera y Blanka… enseña lo que has conseguido (Homenaje a todos mis muertos). Además, se exhiben copias de los catálogos originales y el registro de videos con las performances colectivas realizadas junto a La sangrada familia y Tenor Grasso.
Rodo Bulacio nació en Monteros, provincia de Tucumán. De niño supo: quería dedicarse al arte. Se formó en diferentes talleres en su ciudad hasta que a fines de los 80 se mudó a la capital provincial para estudiar la Licenciatura de Artes Plásticas en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán.
Sus amigos y su hermana recuerdan que todo lo que tocaba Rodo estaba destinado a convertirse en un ensayo de obra de arte. Objetos, telas, ropa, en sus manos cualquier elemento podía ser la semilla de una performance. Incluso él mismo, en el trazado de una figura queer, que circulaba desplegando extravagancia en las calles de Tucumán.
Cada vez que volvía al boliche de su Monteros natal, despertaba curiosidad. “¿Cómo viene vestido Rodo?”, se preguntaban los monterizos. Nadie quería estar por fuera del círculo encantador que dibujaba el artista.
La provincia atravesaba tiempos difíciles. En junio de 1995, el represor Antonio Domingo Bussi (condenado en 2008 a cadena perpetua por haber cometido crímenes de lesa humanidad), logró convertirse por el voto popular, nuevamente en gobernador de Tucumán. Pero esta vez durante un gobierno democrático.
Los meses previos a esas elecciones en 1995, el arte tucumano recuperaba su espíritu contestatario y para organizarse y manifestarse contra esa ofensiva represora. Las muestras y las performances eran habituales en las salas tucumanas. Rodo Bulacio era una figura central en esos espacios de libertad, poniéndole brillos y colores explosivos a la angustia opresiva del momento.
La muestra de Rodo Bulacio en el Centro Cultural Borges es para la familia y para lxs amigxs del joven artista un sueño cumplido.
“Es difícil que una persona de las provincias llegue a Buenos Aires. Para nosotros es un gran logro, en realidad, un logro de mi madre. Creo que es un poco el sueño que él tenía y el sueño que le hizo realidad mi madre”, dice a Presentes Nancy Bulacio, hermana menor de Rodo.
Cuenta que, de niña, él ensayaba vestuarios y maquillaje con ella. Tenían, recuerda Nancy
, una relación de hermanos compinches. “Siempre creí que mi hermano estaba un poco más allá, pero pensaba que por el amor que le tenía lo veía así. Hoy me doy cuenta que sí, que él estaba más allá”, expresa.
“Hay una revalorización de él como artista, porque lo van conociendo. Era un incansable, producía constantemente. Pero lo llamativo es que su producción es muy actual. A él lo censuraban mucho, no sólo por su orientación sexual, sino también por lo que pintaba. Era un incomprendido. Como hermana es un orgullo saber que fue un adelantado”.
“Rodo siempre estaba entre aquellas personas que lideraban, que impulsaban acciones y actividades”, recuerda la curadora de la exposición, Geli González. Ella fue docente de Rodo pero también compañera en el grupo artístico Tenor Grasso.
La irrupción de Rodo Bulacio en el arte tucumano fue trascendental. Dejó una huella imborrable en los espacios donde el artista desplegaba talento y una personalidad magnética y transgresora.
“Era el período del gobierno de Bussi en contexto democrático, una huella de la dictadura que todavía se arrastra en Tucumán. Había un control sobre los cuerpos y una discriminación (que sigue existiendo), por lo que la figura de Rodo en la escena artística es icónica por su conducta comprometida, colectiva y activista”, destaca en diálogo con Presentes
Veinticinco años después de su asesinato, la influencia de Bulacio en su corta vida artística es clara. “Su obra tiene un gran impacto. No sólo su producción individual si no lo que tiene que ver con Tenor Grasso. Creo que ese grupo autorizó un tipo de producción muy visible, y muy icónica. Hay en su obra una marca festiva, celebratoria, irónica y crítica sobre los personajes, sobre la sociedad y sobre la farándula”, resume González.
Geli González y Guadalupe Creche realizaron un trabajo arduo, angustiante y amoroso. “Fue encontrarnos no sólo con la obra, también con el material documental y con sus cartas, lo que él escribía”, cuenta González.
Ese contacto fue fundamental para trazar la trayectoria artística que se refleja en la muestra y que reconocen como una fracción en la investigación sobre la obra de Rodo.
“Nos concentramos en dejar en claro, hacer visible el activismo de Rodo. Ese activismo y esa conciencia política que es sorprendente en los 90. Y que también sorprende por su juventud. Una conciencia muy clara, un activismo sobre su orientación sexual, su cuerpo y sobre cuestiones políticas que volcó, por ejemplo, en política estudiantil durante sus años en la facultad”.
Porota Jiménez es la mamá de Rodo Bulacio. Desde el momento en que fue asesinado su hijo insistió en dos cosas: en que se avance en la investigación del crimen, y en reunir y revalorizar su obra.
Con persistencia de madre, Porota logró conformar la Fundación Margaritas de Rodo Bulacio que cumple tres años, y que se encarga de revalorizar y difundir el arte de Rodo.
“¡Ay Poro! ¿Por qué lo has dejado hacer eso?”, cuenta Porota que le reclamó una vecina. Era 1988 y Rodo, con 18 había pintado su obra Odisea sex symbol en el cielorraso del cine Teatro Marconi para su reinauguración. Eran pinturas de hombres desnudos que generaron un gran escándalo.
Porota cuenta la anécdota y se ríe recordando la osadía de su hijo. Esa vez, cansada de escuchar los reclamos del pueblo, Porota llevó 20 litros de pintura al director de Cultura y le pidió que tape la obra de su hijo. “Hoy lo lamento porque no tenemos ese registro”, dice.
“Mi hijo era un gran transgresor y un gran luchador”, cuenta Porota a Presentes. “Ya en esa época luchaba por la igualdad de género. La sociedad de su ciudad natal era muy conservadora y con una mente muy cerrada. Era muy criticado”.
Como mamá, siempre estuvo cerca de Rodo. “Él era mi hijo, como mamá yo no lo veía nada mal. Él a los 13 o 14 años me dijo ‘mamá, yo siento otra cosa, mi cuerpo no es lo que me viste’. Y yo lo tenía que acompañar, soy su mamá. No es enfermedad como mucha gente cree, no es vergonzoso. Todo lo contrario, darle mucho amor y que siga adelante”.
Porota resalta una y otra vez que a Rodo no le importaban las críticas. “Su manera de vestir, de cambiar y de andar era su arte, desde muy chiquito”.
La obra de Rodo Bulacio da cuenta de una época extraña. De los años ‘90 atravesados por libertades ficticias en lo económico, por la incursión de una televisión más presente en la vida, de un absurdo arraigo a las costumbres. También de la violencia que se desataba sobre su propio cuerpo.
One Rodo es una de las obras creadas por el artista en plena convertibilidad. Otra obra que forma parte de la exposición es Escudo Nacional donde los laureles se reemplazan con margaritas, su flor favorita.
Una de las performances más recordadas la realizó en octubre de 1995: “Mucha Katanga en la coctelera”, donde proponía “casarse con el arte”. Consistía en recrear todos los rituales de la ceremonia del casamiento, desde el vestido de novia, la fiesta con torta de bodas (que hizo su mamá), y una caravana de autos. La boda se realizó alrededor de un gran reloj en el Parque 9 de Julio de la ciudad de San Miguel de Tucumán, donde las parejas recién casadas eligen tomarse fotos.
Su asesinato fue una conmoción y un quiebre. Aunque se trató de crimen de odio, no había entonces herramientas a mano para enunciarlo en esos términos.
El 10 de marzo de 1997, Rodo regresaba de una reunión de amigos cuando al entrar a su casa, se encontró con cuatro ladrones. Lo golpearon brutalmente su cabeza y lo mataron. Para borrar evidencias, prendieron fuego su casa, no solo con su cuerpo adentro sino con sus últimas 70 obras. Dos de los tres imputados por el asesinato de Rodo cumplen condena perpetua.
La exposición de Rodolfo Bulacio. Fantasía Marica del Pueblo está de miércoles a domingo de 14 a 20, en el Centro Cultural Borges, Viamonte 525 hasta el 30 de octubre. Entrada libre y gratuita.
*Este artículo pertenece a la Agencia Presentes y es reproducido por Tiempo Argentino a partir de un convenio de publicación para difundir periodismo especializado y de calidad.
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