El libro tiene y seguirá teniendo efecto en muchos mundos a la vez, empezando por el de la política, sensible, en un año electoral crucial. Pero donde obró en términos francamente providenciales fue en el ambiente editorial y especialmente en las librerías, sectores castigadísimos por la recesión. En el stand de Penguin Random House-Sudamericana en la feria, la pila de libros con tapa se eleva a un metro veinte del suelo y es muchas cosas a la vez: símbolo de una deseada reactivación, punto de encuentro, escenografía para tomarse selfies o, como dijo alguien al pasar, «parece una lápida del macrismo». Abundan los gestos de adhesión («No sé cuánto voy a tener que trabajar, pero seguro, me lo voy a comprar», dice un hombre al pasar) aunque cada tanto los empleados deben tirar a la basura mensajes insultantes o agresivos o limpiar algún que otro escupitajo. Cerca de allí está Ana Laura Pérez, que durante un año trabajó muy en secreto como editora y ahora sigue sin ganas de abrir la boca. Explica: «En una sociedad tan permeable al chisme y a interiorizarse en la vida de los demás parece un milagro que se haya respetado la confidencialidad, algo que ni siquiera se transgredió al interior de la editorial». Aporta una información curiosa: «Ya hay gente, probablemente coleccionistas, que buscan con desesperación ejemplares de la primera edición». Verónica Barruecos, de prensa de la editorial, dice: «Es más que un libro. Es un símbolo. Lo vemos en la actitud de la gente. No todos son militantes y sienten que con el ejemplar se están llevando un pedazo de Cristina».
Carlos Guiraud, de librería La Comarca, con dos sucursales en Colegiales y Palermo, ahora atendiendo en el stand de Continente, cuenta su experiencia: «Estado de pánico feliz, gente exigiendo, ‘lo quiero ya’. No había reposición que alcanzara. Traías 50 y al rato estaba todo ubicado». Laura Leibiker, editora en Kapelusz discutió en estos días con personas que pensaban que alguien había escrito el libro en lugar de Cristina. «Ya lo leí y digo que si no lo escribió, lo dictó, porque ese texto es su voz, con ese reconocible estilo de hacer digresiones permanentes y con cierres brillantes». Débora Yánover, de Librería Norte chequea en un cuaderno la lista de reservas y advierte que los pedidos son 400. Ansiosa, aguarda la reposición prometida, pero deberá esperar… Cuenta el clima en su negocio: «Hubo clientes que se peleaban, con el argumento del ‘yo lo vi primero’. Pero no me puedo quejar. En general hubo clima festivo, colas para pagar. No me sucedía desde 2014». Es uno de los días iniciales de mayo y Débora, casi lagrimeando, confiesa: «Gracias a Cristina ya pude liquidar los sueldos». Parece darle razón a alguna de las apostillas irónicas que recorrieron las redes: «Todavía no asumió y ya reactivó la economía».
Desde su aparición el libro lleva vendidos 300 mil ejemplares de seis ediciones distintas.El jueves 9, antes de iniciar la presentación oficial con la presencia de la autora, se proyectó un video con otras referencias a la luminosa trayectoria del recién nacido. En un solo día los kioscos de revistas de Buenos Aires despacharon 8000 en tanto que la transnacional Amazon, de venta online, lo declaró primero en el rubro Biografía y Política. En ese acto, la presidenta de la Fundación El Libro Ana María Carbano (vinculada a una editorial de libros infantiles) se sintió gratificada por lo que, todavía, en tiempos tan difíciles, puede generar un libro en la Argentina. «Es como ver reactivada la cultura argentina en términos simbólicos». A su lado, Juan Ignacio Boido, gerente editorial del grupo que publicó el libro, asintió: «Desde hace 15 días el país habla de un libro y eso debe celebrarse». La autora reveló que la fecha de la presentación (9 de mayo) no era casual: ese día se cumplían 44 años de su casamiento con Néstor Kirchner en el registro civil de La Plata y con sutiles espadeos resistió las indirectas-directas de un público deseoso de definiciones políticas. Cuando la concurrencia cantó «Vamos a volver», CFK comentó: «Ya lo dijo Borges: son incorregibles». Las más de 1500 personas que colmaban, justamente la sala Borges, la más grande de la feria, recordaron la frase completa: «Los peronistas no son ni buenos ni malos: son incorregibles». Palabra que conecta con la esencia de Cristina. Ella lo hizo. Una vez más: también, por suerte, otra incorregible. Las miles y miles de personas que siguieron su charla desde un terreno contiguo y en la calle ante pantallas gigantes se retiraban de la Feria, mojadas tras resistir al tormentón, muchas con su ejemplar en la mano, contentas, cantando: «Sinceramente, les copamos la Rural». «
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