La manifestación golpista en Brasilia, frente al espejo del ataque al Capitolio

A dos días de cumplirse el segundo aniversario de la toma del Capitolio en Estados Unidos, miles de seguidores del exmandatario de Brasil Jair Bolsonaro, invadieron las sedes de los tres poderes en Brasilia, y las comparaciones entre los dos procesos encuentran puntos de contacto.

El asalto al Capitolio, sede del Congreso estadounidense, el 6 de enero de 2021 intentó evitar el reconocimiento por parte de los legisladores del resultado de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 a favor de Joe Biden.

En cambio, en Brasil, los ataques contra los edificios de los tres poderes que se suceden hoy tienen a Luiz Inácio Lula da Silva ya a cargo de la presidencia, mando que asumió el pasado 1 de enero.

Sin embargo, el 12 de diciembre, cuando Lula fue diplomado como presidente electo en una ceremonia en el Tribunal Superior Electoral, los manifestantes de la extrema derecha habían intentado tomar la sede de la Policía Federal en Brasilia y quemado decenas de automóviles y ómnibus. Además, el mandatario saliente, al igual que en Estados Unidos dos años atrás, nunca reconoció su derrota y no participó de la ceremonia de paso de mando.

La toma del Congreso estadounidense se produjo poco después de que el entonces presidente Donald Trump acusara a su sucesor, Joe Biden, de haberle ganado con fraude las elecciones presidenciales, una retórica que fue repetida en reiteradas ocasiones por el exmandatario brasileño y sus seguidores. «Si no gano con el 60% es porque hay algo raro», dijo Bolsonaro antes de las elecciones de octubre pasado en Brasil.

Foto: Télam

Además, insistió en la idea de cuestionar a la justicia electoral y a las urnas electrónicas, método utilizado en el país desde la década de los 90 y por el cual él mismo había resultado electo en 2018.

Las protestas de sus seguidores se sucedieron después de la ajustada pero incuestionable victoria de Lula el 30 de octubre. El mayor campamento bolsonarista se instaló frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia, donde pedían la intervención de las Fuerzas Armadas para evitar la asunción del líder del Partido de los Trabajadores (PT).

En un famoso discurso frente a la Casa Blanca, en el que instigó a una multitud de personas llegadas a Washington desde todo el país a marchar hacia el Congreso y «pelear» contra la certificación de los comicios de 2020, Trump empantanó la jornada en que Biden sería reconocido como ganador. Bolsonaro recibió el apoyo de Trump durante las elecciones de octubre y cuando estaba en funciones.

Luego de su derrota, Bolsonaro no llamó directamente a manifestarse, pero sus seguidores tomaron su decisión de permanecer en silencio -se dirigió a sus seguidores solo en dos ocasiones- como un gesto de apoyo a las protestas.

Dos años atrás, Bolsonaro voló en helicóptero para seguir una manifestación en apoyo a su gobierno y con críticas a la Corte Suprema y al Congreso Nacional, y en la que un grupo de sus seguidores intentó ingresar al predio del tribunal, pero fueron detenidos.

Los disturbios en Estados Unidos dejaron al menos cinco muertos y 140 oficiales de policía heridos.

Según el informe resumido de la comisión legislativa que investiga la toma del Capitolio, en los días previos al ataque, Trump ignoró advertencias de asesores sobre el potencial de violencia y rechazó cualquier sugerencia de que debería decirles explícitamente a sus partidarios que fueran pacíficos.

Además, el expresidente republicano, que anunció que volverá a aspirar a la Presidencia en 2024, “minimizó la gravedad del ataque” en los días posteriores a los disturbios, agregó el documento.

En el caso de Brasil, Bolsonaro calificó las protestas que se suceden desde su derrota como «legítimas» aunque criticó los intentos «terroristas» de explotar bombas antes de la asunción de Lula.

La tensión actual en el país sudamericano se produce luego de que se registrara la campaña electoral más violenta de la historia: tres electores del Partido de los Trabajadores fueron asesinados por bolsonaristas en Fortaleza, Paraná y Mato Grosso.

La violencia política aumentó 400% en 2022 respecto de 2018 y Lula debió comenzar a usar chaleco antibalas, sobre todo porque un millón de civiles tuvo acceso a la portación de armas libremente a partir de la política de flexibilización inaugurada por Bolsonaro. Otro punto de coincidencia con el republicano estadounidense.

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