Un relato de coraje y esperanza que destaca el papel de la familia en la búsqueda de justicia y la preservación de la memoria, en tiempos de olvido.
Pablo Daniel Musso fue detenido y desaparecido a los 25 años en octubre de 1976. Era mucho más que un militante y estudiante; para Eduardo, su hermano, representaba un referente, un líder natural que organizaba asambleas y defendía los derechos laborales de sus compañeros —era delegado de fábrica en FIFA, una subsidiaria de Gafa en Florencio Varela—. Además, usaba su voz y guitarra para acompañar los cánticos de lucha.
Su perseverancia y carisma impulsaron sus acciones, ya fuera en la universidad, en la fábrica o en las calles de Temperley, donde compartía un profundo compromiso social. Eduardo recuerda esas cualidades con admiración y orgullo, destacando cómo, desde muy jóvenes, tanto él como Pablo fueron moldeados por sus padres en un ambiente de solidaridad y trabajo comunitario. Era una figura que generaba movimiento, y su influencia se sentía en su familia y en su barrio.
Norma Musso, madre de Pablo, encarnaba la resistencia en su forma más íntima y, a la vez, colectiva. Tras la desaparición de su hijo, no se limitó a ser una víctima del silencio y la impunidad. Como relata Eduardo, tomó la decisión de unirse a otras mujeres en la misma situación, que tiempo después formarían parte del grupo de heroínas de pañuelo blanco que marchan sostenidamente desde hace 48 años, en busca de justicia: las Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, de Lomas de Zamora.
Este acto de unión, entrelazando su dolor con el de otras madres, simboliza cómo la memoria colectiva puede sostenerse y fortalecerse, a pesar del intento de los represores por borrar esas historias. Eduardo destaca el rol de Norma como vocera del grupo, su capacidad para expresarse y su lucha incansable por dar voz a aquellos que ya no la tenían. Su ejemplo permanece vivo en la memoria de quienes conocieron su lucha.
Sin embargo, la historia de Pablo y Norma no termina en el dolor. El colectivo Temperley Tiene Memoria lleva adelante el compromiso de mantener viva la memoria colectiva. Patricia Rodríguez, integrante y vecina de los Musso, ha continuado la labor de sostener ese hilo de recuerdo.
Pablo no solo fue un militante político comprometido, sino también hincha del Club Atlético Temperley, un espacio que hoy honra su memoria.
Desde la institución, se trabaja en “buscar a hinchas y socios desaparecidos” para homenajearlos. Hasta el momento, se ha encontrado que hay dos hinchas del Gasolero desaparecidos: Pablo Daniel Musso y Federico Guillermo Zitterkopf, quien fue secuestrado el 1 de febrero de 1978 en la localidad de Banfield. Además, Marcelo Guazzardi, representante del área de Derechos Humanos del club, menciona que se está trabajando en la modificación del estatuto para establecer un apartado donde se enmarquen estos dos nombres, junto con los que se vayan sumando, como socios honoríficos del Club Atlético Temperley.
La importancia de este vínculo entre Pablo, su club y su barrio es una muestra más de cómo los hilos de la historia se entrelazan para formar una trama compleja pero resistente. Patricia Rodríguez, además de ser investigadora y escritora, ha dedicado su vida a la reconstrucción de la memoria de su comunidad, recordando a aquellos vecinos que, como Pablo, fueron arrancados de su entorno.
Este 27 de septiembre, como cada año, se llevará a cabo el evento «Escuelas por la Memoria«, organizado por el colectivo. Será en Plaza Colón, donde estudiantes de distintas escuelas expondrán trabajos realizados, con la Noche de los Lápices como eje.
Es un ejemplo de cómo la memoria sigue viva y en constante construcción. El testimonio de Eduardo y el trabajo que lleva adelante todo el colectivo Temperley Tiene Memoria, junto con docentes, busca que las nuevas generaciones no solo recuerden lo ocurrido durante la dictadura, sino que también comprendan la importancia de seguir luchando por la Verdad, la Memoria y la Justicia.
El relato de Eduardo, al recordar a su hermano Pablo y la lucha de su madre, encuentra eco en esta actividad, que busca transmitir esas historias a los más jóvenes, tejiendo un puente entre el pasado y el presente. La historia de los Musso, como tantas otras, es parte esencial de ese tejido, un entramado que, aunque desgarrado por la violencia, sigue creciendo gracias a quienes se niegan a dejar que sus hilos se pierdan en el tiempo.
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