Si bien son trasfondos distintos, no es la primera vez que el entrenador pone en duda su continuidad. Su conferencia de prensa en el Maracaná lo muestra como alguien que transparenta sus emociones y que también intenta desdramatizar.
Scaloni siguió en el comando de la Selección y aquel momento quedó en el olvido. El camino derivó en el campeonato del mundo. Pero ese octubre de 2021 también hubo preguntas sobre su continuidad. Aunque nada haya sido tan explícito como lo que ocurrió durante los primeros minutos del viernes pasado en el Maracaná después del triunfo inolvidable de la Argentina a Brasil, cuando Scaloni, sin que nadie se lo preguntara, contó que se tomaría un tiempo para pensar. “No es un adiós ni otra cosa, pero necesito pensar porque la vara está muy alta y está complicado seguir y seguir ganando”, dijo el entrenador, “esta Selección necesita un entrenador que tenga todas las energías posibles y que esté bien”.
El relato inesperado de Scaloni desplegó una búsqueda de causas. Las versiones se multiplicaron desde la madrugada del viernes. Que está molesto con Claudio Tapia por cuestiones organizativas de la Selección; que quería rivales de mayor nivel para los amistosos de este año y del que viene; que los premios del Mundial seguían impagos, algo que la AFA desmintió; que no es una cuestión económica; que tiene una oferta del exterior; que le retacean entradas para los partidos y encima los familiares terminaron en medio de la represión de la policía de Río de Janeiro; que está disgustado con algunos jugadores; que con los jugadores está todo bien; que sería un combo de todo esto; que se sintió presionado para que se posicione a favor de Sergio Massa en el último balotaje, incluso para que haya una foto.
La última, la política, fue quizá la más extendida. Se llegó a especular con que una pregunta -que el entrenador se excusó de responder- acerca de su mirada sobre los clubes y las sociedades anónimas lo había enojado. Es curioso lo que sucede con este asunto. Nadie más que Mauricio Macri apela al fútbol y a esta selección, pero los que operan sobre el asunto siempre son los otros. Vivió todo el Mundial desde el palco vip abrazándose con jeques y ostentando su cargo de presidente de la Fundación FIFA. Cuando se bajó de la contienda electoral comparó su decisión con el triunfo del equipo en Qatar. Tuvo fotos con Lionel Messi y Emiliano Martínez. Decretó el final de la era de Diego Maradona -lo que le valió respuestas de Dalma y Gianinna- y lo intentó rivalizar con Messi. Volvió a utilizar la figura del capitán para exaltar la victoria de Javier Milei. Y a criticar abiertamente a Tapia, que había apoyado a Massa en el balotaje y se encargó de responderle en la última asamblea.
Tanto Macri como el propio Milei introdujeron en medio de la campaña el debate sobre las Sociedades Anónimas Deportivas, pero se encargan de señalar como campaña la respuesta de los clubes. Incluso la pregunta de un periodista. La politización del fútbol siempre la hacen los otros, aunque lo que se ve son listas puras del PRO en los clubes como ocurre en las elecciones de Boca, a las que además ese sector judicializó desde un primer momento. Macri busca volver a Boca pero sobre todo va a la caza de la AFA, otra vez.
Pero el asunto ahora es Scaloni, el hombre que construyó un equipo que desde hace más de cuatro años (Copa América 2019 como punto de partida) conmueve con su fútbol. Si su pico fue el Mundial de Qatar, el juego que desplegó este año, más allá del traspié con Uruguay, demuestra que puede buscar más. La vara alta, como dijo él mismo. Entre todas las explicaciones que se dieron por estas horas lo que queda claro es que hay un desgaste en su relación con Tapia, que tuvo otros momentos de tensión como durante los amistosos en Estados Unidos, antes de Qatar 2022, y la demora en la renovación de su contrato.
Pero esta historia también expone la humanidad de Scaloni. Si bien son trasfondos distintos, aquella conferencia de prensa de 2021 cuando dijo que sólo quería volver a casa y esta última en la que dijo que iba a parar la pelota para pensar, así como otras que ocurrieron incluso durante el Mundial, muestran a Scaloni como alguien que transparenta sus emociones. Que también intenta desdramatizar. El éxito en el fútbol -y la derrota- es menos importante que otros asuntos más íntimos, más personales. Como dijo una vez él mismo, mañana siempre sale el sol.
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