La guerra

Por: Víctor Hugo Morales

Lástima la guerra. Y lástima el uso que se le da, de paso, en la Argentina. La confrontación de Rusia con Ucrania, y con el resto del mundo europeo, y los EE UU, tiene un componente local, algo que tiene que ver con la Argentina y, una vez más, es patético, si se presta la atención a cómo responden los medios hegemónicos.

Más allá de las informaciones que hablan dolorosamente de muertos a raíz de los bombardeos por parte de Rusia, lo cual define una guerra que ni siquiera empezó como tal. Más allá de la queja dolorida del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, porque la Otan, que habla y habla pero no hace nada, no apareció ni dijo “este rifle es mío”. Y frente a los EE UU, que amenaza, cierra bancos, porfía “ya vas a ver” y se queja de la cohesión que falta en Occidente.

Recordemos: la Otan representa a un grupo de países muy agresivos que rodean a Rusia, que siempre la tuvieron particularmente enfocada y que, además, es conducida por los EE UU. ¿Qué puede decir la Otan sobre invasiones? ¿No participó con los EE UU en el criminal ataque a Irak, no ya en la frontera sino volando miles de kilómetros para robarle el petróleo ante la mirada atónita de todo el mundo?

Así, más allá del contexto de una batalla sórdida, de tres décadas, ahora cobró el ruido de una guerra entre Rusia y Occidente, porque es entre ambos frentes. En el medio, el personaje bastante folklórico que es Zelenski, quien era un capocómico, un artista de varieté, que llegó a presidente porque trabajó en una serie en la que hacía de político que llega a primer mandatario. Esa serie, Svaty, de la productora Kvartal-95, termina en 2014, y la gente se creyó la trama, compró la idea, el tipo se largó a la política y terminó siendo presidente en la vida real. Ahora juega para Occidente y no como muchos ucranianos quieren, bajo el legítimo influjo de siglos de la relación cultural y social con Rusia. Un buen actor del que se recuerda una escena, la que interpretó al tomar dos metralletas y matar a los integrantes del Parlamento. Un juego que se hizo realidad. Por lo tanto, preocupa seriamente cuando dice que va a armar a todos los civiles.

Todavía no murió un solo civil, y se ve que ese es el propósito más elevado que tiene Rusia. Ojalá que sea así, porque la muerte de los civiles duele como la de los soldados pero además es una muerte intrínsecamente incorrecta. En la guerra se mata y se muere, debemos asumirlo como tal, pero cuando mueren civiles estamos ante un crimen que se paga muy caro en la memoria de la gente.

Sobre todo si es Rusia. No si el que estuviera fuera EE UU, que no contó a un centenar y pico de soldados muertos en Irak y en Afganistán sino que mató un millón de personas. Esa doble vara es la que impera. ¿Quién habla de las invasiones de EE UU del modo que lo hacen sobre Rusia? Cometemos una grave injusticia cuando nos olvidamos de los otros malos de la película. Rusia es mala porque se mete en Ucrania, murieron soldados, y hay otros argumentos. Pero nadie va a decir cuál es el papel que ha jugado Ucrania en este terreno.

Un chofer de un taxi al que me subí me dijo: “Qué barbaridad lo de Rusia”. Ahí me enfrenté al planteo interior: le explico a este hombre lo que pienso o me quedo tranquilo, me cruzo de piernas, abro la ventanilla para distraerme con el disfrute de observar la ciudad de Buenos Aires que trascurre en imágenes durante el viaje.

No me duele él, sino la información que recibe y absorbe. El tipo de sesgo que le ponen a su vida y cómo lo conducen a ese estadío de pensamiento. Tiene, se forma, una clara visión de cómo son las cosas sin conocer para nada, lamentablemente, cuáles son los antecedentes. Más allá de miles y miles de habitantes que se van de Kiev, y la prohibición de Zelenski para que no abandone el país todo quien tiene entre 18 y 60 años. Más allá de muchos detalles a considerar, lo que se advierte en los medios argentinos, en los dominantes, y también en los muchos de los serviles que están a sus pies, es que cuanto más malos sean los rusos, y todo lo que tiene que ver con ellos, cuanto peores los presenten, peor es para el gobierno argentino.

Alberto Fernández, quien quizás por eso fue de los primeros en el mundo en ir contra Rusia, con unos reflejos demasiado rápidos para el asunto, estuvo en Moscú y dijo lo que ya se sabe que dijo. Luego lo ratificó en China. Entonces, le dieron como en bolsa. Lo pusieron adentro de un gorro. Ahora, con tardanza, pero implacablemente, van con lo que se acusó al presidente argentino, para informar de la guerra. El “comunista tardío” Fernández, comunista cuando ya no quedan demasiados vestigios del comunismo, si fuera tardío. Y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que hizo fuerza por las vacunas Sputnik y es amiga de Putin, como lo señala Lilita Carrió a nombre de Clarín; o Carla Vizzotti y Cecilia Nicolini, que van tan seguido a Rusia para vacunarnos y salvarnos del Covid…

En fin, todo el gobierno es mirado por un vidrio sesgado, el mismo por el cual se mira el conflicto bélico. Y en ese todo sirve para dañar al gobierno, las mafias no ven una guerra, sino ven la gran oportunidad de atacar, de devastarlo si fuera posible. Un argumento más falaz, pérfido, pero siempre útil, para ellos, para su guerra eterna, no se consigue…

Por eso, ahora, tal vez más que siempre, es necesario advertir la primera agresión. El capitalismo tiene una enorme habilidad para que detectemos la agresión de las víctimas. La delincuencia común y corriente, por caso. Pero no permite que veamos del mismo modo el verdadero crimen de la humanidad, que es el propio sistema. El capitalismo ahora tiene como bandera a los EE UU y a los países de la Otan y trabaja desembozadamente para que solo entendamos lo que entendió ese taxista…

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