Sin embargo, compartimos una suerte de incertidumbre acerca de los escenarios posibles que se abren en nuestra Patria. ¿Será un ciclo corto similar al macrismo? ¿Tendrá una variante bolsonarista? ¿Encarnará Milei un breve ciclo de caos que nos lleve al borde un “estado fallido”? ¿O será un ciclo largo de hegemonía negativa, de profunda reforma neoliberal del Estado y de la sociedad argentina? ¿Intentará en cambio una deriva más fascistoide en su mesianismo?
Todos los escenarios que podamos imaginar, comparten diversas variables entre sí, y en todos los casos operan, en distinto grado y de distintas maneras, elementos de consenso y de coerción como forma de imposición de un programa profundamente regresivo en términos soberanos y populares. Por otro lado, todos los escenarios estarán condicionados por el grado de rechazo popular y la capacidad de construcción de una alternativa política y societal que marque un nuevo horizonte nacional y humano para nuestro pueblo.
Cualquiera de los escenarios que se abren hoy debemos saber que se levantan sobre el trabajo de zapa realizado por 8 años continuos de devaluación e inflación, una profunda crisis de horizonte nacional popular, el fracaso gubernamental de Unión por la Patria mediante, simultáneo al creciente descontento popular, que ayudan a alimentar el proceso de neoliberalización estatal y social en marcha.
A modo de especulación proponemos pensar la era Milei en tres grandes escenarios posibles y otros no tan imposibles.
Lo primero que imaginamos tras la victoria de Milei es un “macrismo recargado”. Vienen por lo que les faltó hacer en el periodo 2016 /2019. Lo que Macri no pudo. De hecho, la alianza con el ex presidente para enfrentar el balotaje y su importancia en la victoria electoral, así como la actual influencia en la conformación del gabinete de Milei, consolida claramente ésta hipótesis.
El macrismo recargado significaría no sólo apertura y desregulación de la economía, la clásica y caótica receta neoliberal, sino la puesta en marcha de un nuevo ciclo de privatizaciones estratégicas que la administración Macri no pudo avanzar. Vaca Muerta, YPF, Arsat, el sistema jubilatorio, Aerolíneas, y darle continuidad a concesiones en otros sectores claves. “Todo lo que pueda ser privado será privado” dijo el Presidente electo. Mezcla de negocios, para distintos sectores del capital, y pedidos de Washington para debilitar las capacidades de desarrollo soberano de nuestra Patria y seguir atados a la espada de la deuda.
Esta nueva etapa implicaría también un mayor “achicamiento del Estado”, una reforma más profunda que el periodo previo. Una reforma de corte menemista. El ajuste fiscal es la pata gemela de las privatizaciones. Finalmente, este macrismo recargado implica una fuerte reorientación de la política exterior hacia el conocido alineamiento con EEUU, en un mundo que camina lenta pero inexorablemente hacia un orden multipolar.
Pero, como contradicción “positiva”, esta hipótesis, imagina la era Milei como un ciclo corto. Como una nueva estocada pero que tiene luz al final del túnel. Un proceso neoliberal que finalmente fracasa en términos de legitimidad política y social, al no cumplir con las expectativas generadas ni resolver las agendas claves para las mayorías. Esto generaría una probable recomposición del peronismo y de nuevas luchas sociales que abriría la puerta a una alternativa política.
Un macrismo recargado de ciclo corto implica que no va a resolver el problema de la deuda ni la inflación. El próximo gobierno recurrirá a un mayor endeudamiento, y va a generar una mayor desvalorización de la fuerza de trabajo. Consecuencia de todo esto se verá incapacitado de lograr una legitimidad perdurable en el tiempo. Aún así intentará diversas estrategias de coerción y persecución de toda oposición social, sindical y política a las reformas. Desde grados de represión física directa en las movilizaciones hasta las conocidas y mejoradas estrategias de persecución mediático – judicial y de espionaje ilegal.
Esta primera hipótesis piensa que, a pesar del ímpetu de las reformas y quizás por ello mismo, y a pesar de la persecución política, debido a la pérdida de legitimidad popular y el descalabro económico financiero, la era Milei será una corta pesadilla. Será un gobierno que en el corto plazo, y más allá de las duras consecuencias para el pueblo y la nación, va a morir de éxito.
Este primer escenario de ciclo corto, como sucede en el ajedrez, puede darse también a través de otra variante. La hipótesis del bolsonarismo. Esta imagen tiene en qué sustentarse. El shock de reformas neoliberales no puede sostenerse sin un mayor grado de fascismo social e institucional.
Los libertarios están fuertemente influidos por el negacionismo y todo tipo de ideales clasistas, racistas, machistas y antiderechos. Son amigos del franquista Vox español y de Trump, y tienen sectores internos, empezando por la vicepresidente electa, que reivindican la última dictadura y niegan sus crímenes. Así como las reformas podrían encontrar descontento y rechazo en la población, un exceso de ideologismo podría llevar al gobierno, o a la parte Milei del gobierno, a preparar escenarios de mayor fascismo social e institucional. Las propuestas del libre mercado de órganos, la libre portación de armas, retroceder en el aborto y la ESI, la reforma de la política de defensa y de seguridad interior, y toda la ideología “anti zurdos” y las amenazas de castigar a la militancia popular puede nutrir este escenario.
Esto podría expresarse en nuevos formatos de persecución y represión social, informativa e ideológica, pasando por amenazas de suspensión de elecciones intermedias bajo el discurso anti casta, hasta la participación de militares retirados en puestos de gobierno. La falta de cuadros políticos, fuera de los que aporta el macrismo, podría derivar en que el sector Milei se recueste en sectores de la extrema derecha institucional, militar, religiosa y social, para nutrirse de funcionarios. El gobierno de la casta empresarial puede completarse con otras castas.
Sin embargo, la variante bolsonarista, como parte de un ciclo corto, sufriría las mismas debilidades que la variante del macrismo recargado, perdiendo rápidamente la estabilidad económica financiera y la legitimidad política y social generando un creciente rechazo a su gobierno y nuevas movilizaciones sociales, lo cual permitiría abrir una alternativa política desde el campo nacional y popular que terminaría con la era Milei. Un escenario al estilo de la derrota del gobierno de Bolsonaro contra Lula en Brasil.
Un escenario bien distinto sería prepararse para una era Milei de ciclo largo. De consolidación de fuertes reformas neoliberales del Estado y la sociedad, que no encuentran suficiente rechazo y oposición, logradas con distintos grados de coerción pero también acompañadas con ciertos grados de consenso pasivo. Un ciclo de hegemonía negativa que puede durar por lo menos dos mandatos. O incluso toda una forma de Estado.
Un fuerte estado de disponibilidad social e ideológica producto de 8 años de crisis, desencanto y falta de horizonte, puede facilitar un proceso de sustitución de creencias colectivas, afines al neoliberalismo colonial, que permita sustentar política y culturalmente grados de legitimidad combinados con grados de pasividad que eviten un fuerte rechazo popular a las reformas, limiten una mayor conflictividad social, así como el surgimiento de una alternativa de poder eficiente.
En la retina se encuentra la experiencia menemista. Sin embargo, el ciclo noventista necesito de algunas condiciones de posibilidad. El Terrorismo de Estado de la última dictadura, y la consecuente derrota histórica y estratégica del movimiento popular, la crisis del modelo de industrialización por sustitución de importanciones, el endeudamiento externo, la hiperinflación y la caída del muro de Berlín, y el aplastante Consenso de Washington como frutilla del postre. Sobre esa base se abrió paso la larga noche neoliberal del menemismo.
Sin embargo, no hay hegemonía que no se desgaste ni que se sostenga sin materialidad alguna. El menemismo necesito de un fuerte proceso de endeudamiento y el 1 a 1 de la Convertibilidad que le permitió aplacar la inflación y generar consenso social en base al consumo. Este proceso garantizó el saqueo nacional y la inexistencia de una alternativa política, aunque a largo plazo fue insostenible por sus propias condiciones, generando una profunda erosión de la soberanía, crisis del sector externo, y una multiplicación de la pobreza jamás vista en la Argentina. El Corralito de Cavallo/De la Rúa y la represión del 19 y 20 de Diciembre de 2001 fue el final trágico de la experiencia del capitalismo salvaje en nuestro país.
Es difícil imaginar cuáles serán los grados de estabilidad económico financiera y la materialidad palpable para las mayorías con la que la era Milei puede sobrevivir como un ciclo largo de hegemonía pasiva. Tampoco existen hoy las condiciones de una derrota estratégica del campo popular ni un escenario internacional de absoluta hegemonía norteamericana que acompañaron aquellos ‘90. Pero, al igual que los escenarios anteriores, todo está por verse.
Como la realidad siempre es más compleja e inesperada existen otros escenarios no tan imposibles. Menos estructurados. Uno de ellos es el escenario del caos. Con fuerte acento neocolonial. La realización plena del programa de Milei, y la absoluta subordinación a los dictados de Washington (y a Gran Bretaña e Israel), nos puede dejar al borde de convertirnos en una especie de Estado fallido. La ruptura del ordenamiento monetario, la dolarización y “quema del Banco Central” mediante, las privatizaciones de alto impacto, la mayor erosión democrática, los altos grados de erosión de la soberanía económica, institucional y territorial que se preparan, y el avance decisivo del crimen organizado en los intersticios, pueden significar un ciclo corto suficientemente destructivo para la nación. Una “centroamericanización” de Argentina. Al fin y al cabo, la estrategia del caos es parte de la política imperial occidental del siglo XXI para los escenarios regionales periféricos.
Otro escenario inesperado o no estructurado es un gobierno de Milei que intente regresar a la política. Luego de los dos primeros años, después de intentar y supongamos ejecutar un programa de shock neoliberal y neocolonial exitoso para sus objetivos, y de las elecciones intermedias, hay que seguir haciendo política y ejercitando el poder. Es el regreso objetivo de la política. Necesitas seguir construyendo gobernabilidad, movimiento económico y legitimidad social para sostenerte en el poder. Esto es así incluso para gobiernos militares de derecha. Pero el mesianismo de reforma social y la voluntad de poder puede alimentar una deriva fascistoide que busque un mayor reordenamiento autoritario y clasista de la sociedad argentina. Un liderazgo presidencial fuertemente desequilibrado en términos mentales y emocionales puede alimentar ésta deriva. Un bolsonarismo pero recargado con final abierto.
Pero no todas son malas. Para la tranquilidad del lector o lectora, todo esto dependerá de Usted y de mi, de las reservas morales y humanas de nuestro pueblo, del surgimiento de nuevos emergentes sociales, y de la capacidad de recomposición y recuperación de un horizonte transformador del movimiento nacional, para que estos escenarios relatados no sean más que ciencia ficción. Hacia adelante sólo queda hacer historia.
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