Nacido en Argentina y de familia japonesa, el artista fusiona la cultura de sus ancestros con la danza y otras expresiones de arte contemporáneo logrando un resultado singular. “Sansaru” se estrena mañana a las 22 en Aérea Teatro.
En 1986 conoce al bailarín japonés Kazuo Ohno, una leyenda de la danza mundial, y viaja para formarse a su lado como alumno e integrante de su compañía. Pasa 20 años fuera de la Argentina. En París forma su propia compañía de baile con la que viaja por Europa.
Interesado en el Barroco, en un viaje a México toma contacto con el ultra-barroco mexicano. Esta experiencia influye en su trabajo y lo lleva a incorporar elementos del arte kitsch y del camp.
En 2012 vuelve a vivir en Buenos Aires donde funda, en La Boca, Espacio Utaki, un centro de investigación de las artes escénicas, lugar en el que dicta seminarios, entrenamientos, hace funciones y establece la sede de la Compañía Magy Ganiko. Desde entonces estrena Tintorería Tokio, El cuerpo invisible, Zona Zero y Bitnus.
Paralelamenta a Sansaru trabaja en el proyecto Cuerpos sin Órganos que ganó el Concurso Nacional de Actividades Performáticas en Entornos Virtuales del Instituto Nacional de Teatro.
En esta nota con Tiempo Argentino se refiere a su nuevo espectáculo y a las vertientes culturales que confluyen en él.
–¿Cómo fue tu formación?
-Nací aquí, pero mi familia es japonesa. En la década de los 80 me fui a Japón a estudiar la danza Butoh con el maestro Kazuo Ohno. Estuve también en Francia, en Hong Kong y volví en 2012 a la Argentina e instalé mi propia compañía de danza en La Boca.
-Mañana, viernes 9, estrenás el espectáculo de danza Sansaru. ¿Qué significa ese nombre?
-Es un término japonés que quiere decir “tres monos”. Son esos tres monos que hoy uno tiene también en los emojis de Whats App: el mono que no mira, el que no escucha y el que no habla.
-Aunque son muy populares aquí, no sé si conocemos bien cuál es su verdadero significado.
-Su origen es chino. Su significado es no mirar lo malo, no escuchar lo malo y no decir lo malo. Luego, en Japón el significado cambió un poco: no mirar en el sentido de hacer la vista gorda, no decir nada frente al poder y callar. Nosotros tomamos la versión japonesa de estos monos sabios y la argentinizamos en el sentido de qué es lo que cada uno no ve o no quiere ver, lo que cada uno no quiere escuchar y lo que cada uno no quiere decir. La obra trabaja sobre la forma en que lo que cada uno, por razones personales, no ve, no mira o no dice y sobre cómo eso se transfiere a nivel colectivo.
-¿Lo que vos hacés tiene influencia de la danza Butoh?
-Sí, tiene alguna influencia, pero en este momento yo tengo mi propio sistema que se llama MOI que significa movimiento orgánico de individuación. Lo que pretende este sistema es que cada uno encuentre su propia calidad de movimiento y, especialmente, su propio mundo. Es decir, que cada alumno manifieste lo que está hablando, el movimiento que quiere danzar. Cada cuerpo es diferente. La sociedad japonesa tiene su propia forma de moverse, el europeo tiene otra y, por supuesto, el latinomericano tiene también una diferente. Cada uno posee su gesticulación y la idea es que cada uno pueda, a partir de eso, ahondar en los orígenes de su propia historia. Hay mucha diversidad. No es igual alguien que nació en Bolivia, que alguien que nació en una provincia argentina o un colombiano.
-La gestualidad no es algo universal como suele creerse a veces.
-No soy especialista en el tema, pero la gestualidad es muy distinta en las distintas culturas. En Japón, por ejemplo, hay otra estructura corporal, no hay que moverse de forma “despatarrada”, en ciertas ocasiones no está bien cruzar las piernas. Los códigos son realmente muy fuertes. Las gestualidades siempre son difíciles de entender y a veces uno no las comprende hasta que alguien se las explica. Lo mismo sucede con el teatro Kabuki o el Noh, más allá de que no existe en ellos la separación entre danza, teatro y canto, sino que está todo junto. Es difícil hacer una síntesis, pero, a grandes rasgos, estas son las diferencias.
-¿Y en cuanto a la danza Butoh?
-En Japón, la danza Butoh imagina cuerpos oscuros, cuerpos que enfrentan sus propias sombras. Entonces, no tienen un tipo de movimiento occidental. El cuerpo de este tipo de danza está inspirado en el campesinado del norte de Japón. Es un cuerpo frío, implosivo, más lento. Pero no es solamente eso. La danza Butoh nació en la década del 50. Su creador fue un bailarín que venía del norte de Japón y tomó todas las corporalidades de su terruño. Y no solo viene de allí, porque también está inspirada en la danza expresionista alemana y ambas vertientes están emparentadas porque los expresionistas alemanes también buscaban los claroscuros muy fuertes. Luego, también está la experiencia de Iroshima y Nagasaki.
-¿Cuál es la relación que esta danza tiene con la sexualidad, que creo que es fuerte?
-En Japón siempre se tuvo contacto con la sexualidad a través del shunga, que son estampas eróticas, pero no con la pornografía. En esta danza también aparece fuertemente lo erótico, pero no es lo principal. El trabajo que hacemos con mi compañía tiene influencia Butoh pero está combinado también con la danza contemporánea. Por otro lado, está la cuestión clawnesca. Pretendemos que haya mucha participación del público. Además, esto esta combinado con un texto.
-¿La poesía tiene que ver con los climas que crea la danza o debe ser entendida más literalmente como parte del texto?
-Las dos cosas. Ya de entrada comienza con una poesía dicha por los tres monos. Entonces, es textual, pero también se instala en el clima del espectáculo.
-¿Podría decirse que en tu danza se fusionan distintas culturas?
-Creo que sí. De hecho en el arte en general y en la danza confluyen una serie de culturas, sea uno consciente de eso o no. En mí sí hay una conciencia de eso porque nací en Argentina y tengo una gestualidad argentina, pero también he incorporado la gestualidad japonesa y he vivido en Francia bastante tiempo. En todas partes soy extranjero incluso en la tierra en que nací. Eso es algo que, de cierta manera, te libera porque uno empieza a acercarse y a entender cómo es la gestualidad del cuerpo en cada colectividad, en cada pueblo.
-¿Sansaru es un estreno, no es así?
-Sí, es un estreno absoluto. Estamos con mucha expectativa. Es una obra bastante atípica. Los protagonistas son tres y, además de otras formaciones, los tres han tomado clases conmigo en mi taller que se llama Espacio Utaki. Lucas Maíz es el mono que no habla, Iwasaru. Antonio Morales es Kikasaru, el que no escucha, y Matías Ibañez es Misaru, el que no ve.
-¿Cuánto dura el espectáculo?
-Aproximadamente una hora y veinte, con algunas variaciones porque también se entabla una relación lúdica con el público, hay algo de improvisación. Me gusta que los espectáculos tengan algo sorpresivo, diferente, algo que pueda unir lo lúdico y lo profundo. Trato de que estas dos características estén siempre en mis espectáculos. Podría parecer que son dos cosas que no se pueden combinar, pero los resultados son buenos, tienen mucha potencia, por lo que tratamos de unir siempre esos dos reinos, esos dos mundos.
-¿Cuál es la relación que se da con el público?
-Lo que me sale decir es “la fiesta”, pero no en el sentido del happening, sino en el sentido de la integración, de que el espectador no sea estático y al mismo tiempo que pueda tomar una distancia. En la obra hay momentos de mucha profundidad, de mucha meditación, por ejemplo. Creo que esto debe tener que ver con la mezcla que tengo. Por un lado, tengo la parte latina que es más exterior, que tiene que ver con el jolgorio. Por otro, la parte japonesa es mucho más quieta y meditativa. Eso aparece en mis obras sin que me lo proponga.
-¿Cuáles son tus expectativas con este nuevo espectáculo?
-Me gustaría que fuera a verlo mucha gente para poder seguir manteniéndonos como grupo independiente, y que eso contribuya a seguir sosteniendo la cultura independiente que está tan lastimada en Argentina.
Las funciones de Sansaru son los viernes 9, 16, 23 y 30 de septiembre a las 22 en Aérea Teatro, Bartolomé Mitre 4272, CABA. Informes y reservas por Alternativa Teatral.
Ficha artístico técnica:
Intérpretes: Matías Ibañez, Lucas Maiz, Antonio Morales
Textos: Magy Ganiko
Vestuario y maquillaje: Silvia Zavaglia
Instalación escenográfica: Magy Ganiko
Iluminación: Giorgio Zamboni
Composición de música electroacústica: Germán David Rizo
Prensa: Daniel Franco
Asistencia de dirección: Noelia Gómez
Producción: Cia Magy Ganiko
Dirección y coreografía: Magy Ganiko
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