La cuestión judicial

Por: Marcelo Medrano

Intervenir en el sistema judicial exige comprender su complejidad y base relacional. Cada tema debe obedecer a una finalidad.

Una vez más, la cuestión judicial se encuentra en una disputa intensa.

No viene al caso reiterar aquí los innumerables ejes e ideas que, vinculados, provocarían una verdadera transformación judicial.

Intervenir en el sistema judicial exige comprender su complejidad y base relacional. Cada tema debe obedecer a una finalidad. El ingreso al Poder Judicial, los Consejos de la Magistratura, los perfiles de las y los actores, sus capacidades y saberes. Los recursos económicos. La independencia interna y externa. El panorama territorial. La ampliación de derechos. La lectura de conflictos en clave de prevención e intervención -mediación-. La cuestión de género que cruza transversalmente lo social. La violencia institucional. La corrupción. El medio ambiente. La política criminal. Nuevas relaciones del trabajo. La justicia de paz  o equidad, su territorialidad y ampliación. Lo político y el Poder Judicial. Las visiones interpoderes. La incidencia en políticas públicas. Las intervenciones constitucionales. El rol de la Corte y Tribunales Superiores de Justicia. Las nuevas tecnologías. El acceso a la justicia. El lenguaje, el sistema de rendición de cuentas del Poder Judicial, entre otros temas de incidencia esencial que definirán el contorno de los Poderes Judiciales en relación a su actividad cotidiana y su finalidad esencial: contribuir a la paz social.

Y hay una cuestión central acerca de la construcción de este nuevo sistema; concretamente: escuchar la mayor cantidad de voces. Hay, también, dos asuntos decisivos que no pueden pasar desapercibidos, vinculados directamente a una especie de esencia cultural. Lo que sigue busca ser un aporte, no es un estudio de campo con sus necesarias herramientas propias. 

La primera cuestión – aclarando que propongo una reflexión, que no significa generalidad – tiene que ver con la voluntad de ingreso al Poder Judicial y su consecuente permanencia. Décadas atrás, era una opción entre tantas -aun cuando a nada conduce una visión lineal y, menos todavía, creer que viejos paradigmas de sistemas judiciales eran en el pasado mejores, puesto que existen continuidades estructurales-; hoy, es inevitable comprender que trabajar en el Poder Judicial constituye un privilegio. Los enormes ingresos de magistrados y funcionarios, sumado a las vacaciones, las prerrogativas, los accesos a otros bienes como resultado, permiten un nivel de vida altamente superior a la media en nuestro país, sin percibirse, muchas veces, el compromiso y la responsabilidad acorde. Lo interesante es tener en cuenta, por un lado, que la alegada vocación por pertenecer al Sistema Judicial, tal vez, hoy no sea tal, puede que haya más bien una aspiración esencialmente económica, y si esto es así, sería bueno terminar con el mito del fuego sagrado que impulsa a convertirse en juez, fiscal o defensor. Más bien, buenos dividendos y poder. Esto podría explicar las protecciones corporativas y los mecanismos ausentes de autodepuración, entre otros.

La segunda cuestión que no puede soslayarse es la formación en las escuelas de derecho de lxs abogadxs. Si se continúa con la réplica de las formaciones actuales, nada indica que puedan surgir nuevas prácticas ni posicionamientos frente al mundo. ¿Por qué debiera haber nuevas estructuras y cosmovisiones si las canteras continúan con los mismos contenidos, las mismas prácticas y los mismos dispositivos de enseñanza? En el Siglo XXI, sólo la cuestión de género, los principios igualitarios y el acontecimiento de la pandemia exigen nuevas plataformas de comprensión del Derecho. No hace falta decir que quienes integran el Poder Judicial son abogadxs que realizan sus estudios en las facultades de Derecho.

Finalmente, el pensamiento dicotómico acerca de buenos o malos (que los hay) no constituye por sí solo una buena herramienta, debemos ampliar los marcos de comprensión para diseños institucionales superiores.

Celebro que en estos últimos años no se discuta ya ese otro mito fundante, acerca de que el Poder Judicial constituye una entidad neutral y apolítica (como si pudiese existir tal abstracción). Tal sistema, como siempre reiteramos, constituye un espacio de alta disputa política, fuera ya hoy de ingenuas visiones etéreas.

Este año podría ser el año del comienzo de una discusión esencial acerca del Sistema Judicial. Poder trabajar, en definitiva, en respondernos ¿qué es el Poder Judicial? y ¿para qué sirve?

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