Yamila Campo y Mariano Juarez, ambos licenciados en Comunicación, desglosan la nueva forma de militancia digital en la comunicación de LLA.
En este artículo no vamos a ponernos a discutir la veracidad de estos datos, sino que nos proponemos analizar un poco más allá del hecho concreto. Miraremos qué implicancias tiene esta nueva forma de militancia digital, en donde los modos de organización incluso se vieron modificados a partir del mismo dispositivo técnico que hace de vehículo.
Vamos a retomar aquí algunos pasajes del texto que escribimos para el libro “Ensayos Urgentes” y que se titula “ Todos los cómplices son de mi apetito”, para intentar explicar los esquemas que vemos hoy circular en cuanto a comunicación digital libertaria se refiere.
Partamos de tomar a Marshall McLuhan, un gran teórico de la comunicación de los años 60, para afirmar que “es imposible comprender el cambio social y cultural si no se conoce el modo en que funcionan los medios como entornos”. Posar la mirada sobre cómo las redes sociales hoy funcionan nos lleva a tener algunas pistas acerca de cómo, por ejemplo, este gobierno hoy decide tener a los grandes operadores de redes como los mejores voceros de su gobierno. Y vaya si lo llevan al límite esto, teniendo a uno de ellos en el lugar de la Vocería Oficial de la Presidencia.
No es una novedad que la LLA ha potenciado su ingreso a la política y su ascenso al poder apoyados en un uso concreto de las redes sociales. Tal como lo plasmamos en nuestro artículo, tuvieron para ello como base la idea de cómo las personas hoy usan las plataformas digitales para su tiempo libre, por un lado, y en el liderazgo carismático weberiano de Milei, por el otro.
Esto último se refiere a los modos en los que Milei ejerce un liderazgo que proviene de una compleja situación relacional: encarna ciertos rasgos de la masa que representa. El enojo, la verborragia, todo ello que resultó tan atractivo, hoy corresponde a un liderazgo inestable y frágil, máxime cuando se trata de ejercer el gobierno de una república.
No es lo mismo comunicar en campaña que comunicar como gobierno. En campaña fue Tik Tok el gran aliado, un espacio en donde las personas se refugian más de 20 horas al mes para ver todo tipo de contenido. Los mensajes allí entraron con una facilidad contundente
Hoy muchas de esas cuentas que sirvieron de punta de lanza, se han desactivado y el foco se trasladó a la plataforma fetiche del presidente, X. Allí podemos ver, por ejemplo, cómo en cuestión de minutos puede lograr que un tema se posicione en el Trending Tropic con tan solo una orden específica, pública y a la luz de todo el mundo.
Durante las jornadas de debate de la Ley Ómnibus en el Congreso, se buscó continuamente que el hashtag por la positiva sea tendencia. Aquí uno de los operadores más influyentes, @GordoDan_ solo tuiteó dando casi una orden y en menos de una hora logró que la tendencia se revierta, sumando más de 30mil tuits con el Hashtag.
Esto nos lleva a dar una alarma específica. No se trata aquí de pensar que hay un esquema igual o siquiera similar al del macrismo en donde el famoso troll center de Marcos Peña pasó de mitología urbana a fotos y pruebas concretas (con algunos errores en los boteos como aquellos mensajes de “caricias significativas” tan recordado) En esto encontramos un punto de inflexión sustancial, ya no podemos pensar en un jefe que irradia instrucciones y otras personas con varias cuentas lo ejecutan, todo a través de canales privados y con la intención de no transparentar esas operaciones. Era en el macrismo, una estructura casi empresarial, con gerentes de contenido que iban dando órdenes que se ejecutaban mansamente en virtud del trabajo asumido.
Estamos de cara a una nueva estructura, una estructura que tiene como centro el emprendedurismo. En LLA no hay una estructura piramidal ni una base automática de respuestas. Aquí la estructura es completamente diferente y esa es su mayor fortaleza, aunque esconde su mayor debilidad.
En el texto que escribimos para Ensayos urgentes lo señalamos: podemos retomar el concepto de ecosistema mediático, iniciado por McLuhan y retomado luego por Carlos Scolari, para comenzar a comprender el conjunto de interrelaciones sociales, tecnológicas, culturales y económicas que caracterizan al universo de la comunicación a través de dispositivos técnicos en la actualidad. Nos queda por fuera en esta concepción la idea de lo político que a luz de los acontecimientos, es necesario tomar y potenciar en esta lectura actual.
En el esquema libertario nos encontramos con “un gran rizoma de cuentas en redes sociales, cuentas que no son operadas centralmente por un equipo, cuentas que van generando contenido en virtud de ideas y convencimientos” (Campo y Juarez; 2023). A esto además, le vamos a sumar la posibilidad que dan las redes sociales de monetizar todo tipo de interacción y creación de contenido.
Aquí es donde debemos posar la atención. Porque lo cierto es que poco importa de dónde obtienen sus ingresos, ni siquiera es un dato determinante para esta generación que entiende que todo debe ser posible de monetizar, de mercantilizar, de comercializar. Incluso sus convicciones políticas, sus visiones de mundo.
Y no hay en ello ninguna contradicción porque, justamente, es esa la manera en la que interpretan al mundo. Tienen perfiles en donde hablan de “minar bitcoin”, de “tradear”. Trabajan con cuestiones inmateriales que van desde los datos e informaciones a monedas virtuales. ¿Dónde estaría la contradicción de intentar tener ingresos por su militancia?
En ese sentido, vemos una innumerable cantidad de cuentas en X y otras plataformas también (hoy de menor incidencia) que poseen el perfil verificado. Este famoso check azul desde hace un tiempo es un atributo que se compra, que las empresas de redes venden bajo una membresía mensual. Pero tenerlo también implica en X poder acceder a un sistema por el cual se comienza a pagar por las interacciones que tu cuenta tiene.
Es decir, que lo que buscan continuamente cada uno de estos perfiles que operan, es obtener la mayor cantidad de interacciones, por ello no bloquean a nadie, y generan grandes baits para mejorar sus estadísticas.
Poco importa el valor de la verdad, porque incluso se ríen de ello. Podemos ver como ejemplo, cómo construían una idea del discurso de Milei en Davos un día antes de que ello suceda. Por eso, no fue raro ver el nivel de despliegue que hicieron el mismo día del discurso. Las instrucciones habían sido dadas a viva voz, sin troll center ni “jefe” de por medio.
El día anterior al discurso de Javier Milei en Davos, hubo una series de tuits en donde se reían los mismos tuiteros de la pose de obsecuencia que iban a tener al día siguiente cuando efectivamente el discurso sea dicho.
Son grandes emprendedores de la militancia, les interesa obtener dinero por ello, más allá de sostener un discurso que implica sus propios valores e ideas.
El mismo Agustín Romo lo dijo hace un tiempo: “nosotros podemos hacer que la conversación vaya para determinado lugar. Se da de forma orgánica, con usuarios reales. Hay miles de militantes con cuentas grandes, chicas o medianas que nos preguntan cómo ayudar y les decimos simplemente que difundan nuestras ideas. Y no pagamos, no tenemos una base de voluntarios, no sabemos cuántos son” (Jastreblansky; 26 de agosto de 2023).
Y justamente, en este valor individual y rizomático que es su gran virtud hasta aquí, reside su mayor debilidad. Hoy son solo algunas cuentas con estructura que están sosteniéndose económicamente de esta comunicación. Algunas incluso con medios de comunicación que despliegan sus discursos (como Fernando Cerimedo y Tomás Beltrame para la Derecha Diario o El Presto para Data 24). Algunas vienen de la estructura macrista por lo que los tonos y los modos son sutilmente distintos a la hora de defender situaciones de gobierno.
Hasta aquí se trató de militancia de ideas en las que creen. La pregunta está en qué pasará cuando sea la actividad en redes de pura defensa frente al ajuste y el hambre. Si podrán organizarse colectivamente para trabajar discursos que puedan darle garantías de discusión y sostenimiento a este gobierno, y que no solo sean la chicana y la verborragia. Y entonces vuelve la pregunta en torno al carisma: mientras Milei encarne el enojo contra una Casta imaginaria (y decimos imaginaria porque, dados los intereses que su gobierno defiende y la pregnancia a la vieja política que sus funcionarios encarnan, es cada vez más difícil delimitarla) la cosa podrá caminar.
Ahora ¿qué pasará cuando las caras viejas sigan poblando el gobierno mientras aumenta la pobreza, el desempleo, la economía se estanque y cada vez más jóvenes emprendedores no lleguen a fin de mes? ¿Qué pasará cuando el ajuste haga efecto y los dólares sigan sin llegar? ¿Seguirá encausando esa ira contra la Casta en su propio cuerpo o él mismo se convertirá en Casta? Cuando las personas de a pie empiecen a solicitar respuestas concretas, ¿Cómo podrá esta horda digital cuentapropista defenderla? ¿Podrá lo individual ser una respuesta a lo colectivo? ¿Podrá el territorio digital desordenado e individualista, contener una calle y un barrio que habla, discute, y se organiza? ¿Será que es hora de dejar de caer en provocaciones y construir otras lógicas colectivas comunicacionales digital/analógicas posibles? Sigamos debatiendo, en redes, en las calles, en los barrios, en donde sea posible hacerlo.
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