Aparecen imágenes que no parecen pertenecer a un mismo país, o a una misma etapa histórica.
Rápidamente aparecen imágenes que no parecen pertenecer a un mismo país, o a una misma etapa histórica. El gobierno estaría avanzando sin límites contra todos los derechos y valores obreros y populares. Se presenta en los foros mundiales con un programa que parece propio del siglo XVIII y muchas de sus afirmaciones parecen copiadas de discursos de la dictadura, de los nazis o el macartismo.
Por otro lado tuvieron y tienen lugar concentraciones y marchas multitudinarias. En el año 2024, por ejemplo el paro general y la concentración el 24 de enero convocada por las centrales sindicales, el 24 de marzo la marcha por los derechos humanos, en abril y octubre las movilizaciones en defensa de la universidad pública, libre y gratuita y por último la del 1º de febrero contra la violencia económica, la persecución política y la represión sexual del Gobierno de Milei
Sin dudas un sector importante de la población apoya al gobierno, o al menos afirma que “hay que darle tiempo”, pero otro sector también significativo es muy crítico y opina que debe irse. Registra la destrucción del país y muestra un rechazo total.
¿Por qué, entonces, es tan baja la conflictividad? Intentar dar respuesta a esta contradicción podría llevar muchas páginas, aquí solo se presentan algunas opiniones que buscar ayudar a una reflexión colectiva.
Para que las y los trabajadores salgan a la lucha hacen falta al menos un par de condiciones: primero que se vislumbre la posibilidad de lograr algo, que se puede ganar.
En segundo lugar tener algún tipo de cobertura que asegure que no se va a perder más de lo que se busca obtener. No salir al “descubierto” sin alguna protección. No quieren convertirse en mártires, sino mejorar sus condiciones de vida.
Solo cuando se está arrinconado como en el caso de los despidos, los trabajadores salen a luchar sin tener en cuenta estas condiciones, y eso no siempre, ni necesariamente.
Esto puede explicar en gran parte esta relativa pasividad. Son tan fuertes y generalizados los ataques del gobierno y las empresas, que parece como muy difícil poder vencerlos, o al menos frenarlos. Dado el carácter salvaje de su ofensiva y los niveles de represión que maneja se puede pensar que no alcanza con dar la lucha en una empresa, o ni siquiera desde un sindicato. Es necesario un enfrentamiento a otro nivel.
Y aquí puede surgir otra parte de la explicación, en este contexto y nivel de enfrentamiento es la CGT la que podría y debería poner en marcha un plan de lucha, unir los distintos conflictos y dar apoyo y cobertura a los distintos reclamos. Es la CGT la que puede paralizar el país. En esta nota no se habla de la oposición política porque llevaría a otro terreno, y tal vez por su inexistencia.
Existen otras dos centrales, la CTA Autónoma y la CTA de los Trabajadores, pero solo la CGT nuclea los sindicatos que pueden parar la economía, y golpear los intereses de los grupos más poderosos e impactar en el bloque dominante.
En este sentido la inacción, por decirlo suavemente, de la CGT puede leerse como traición a los trabajadores. Un solo ejemplo, aberrante, es la colaboración de UPCN con el desmantelamiento de amplios sectores del estado y el congelamiento del salario de las y los empleados públicos.
Hay voluntad para la lucha, hay descontento, no todo es pasividad ni sensación de derrota, pero también queda claro que los conflictos se potencian cuando se abre una grieta que posibilite la lucha y le dé un horizonte más amplio. Los tiempos de la historia no son lineales y semanas pueden condensar años.
Las movilizaciones antes mencionadas, la lucha, por ejemplo, de los y los trabajadores de Linde-Praxair, del subterráneo, o del sindicato del neumático muestran que es posible actuar y que se genera solidaridad y acompañamiento pero en este momento específico hace falta una respuesta más contundente. Para que esas acciones puedan tener efectividad deben estar en el marco de medidas más generales.
Seguramente algunos dirigentes se escudarán en aquellos sectores, no menores, que tienen confianza en el gobierno, pero se trata solo de una excusa para no luchar. Esos sectores existen pero también existen cientos que están en distintos conflictos, los cientos de miles que han concurrido a las movilizaciones y es aquí que precisamente la conducción del movimiento obrero debería encabezar y marcar el camino de la lucha y no estar a la espera de algún gesto de buena voluntad del gobierno.
*Oscar Martínez es Director del Taller de Estudios Laborales (TEL)
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