La sensación está extendida. Los principales dirigentes creen que la profundización de la crisis obligará a la central a aumentar el grado de confrontación con el gobierno.
El próximo mojón de la actividad sindical será el 29 de agosto cuando se realice el plenario de secretarios generales. La conclusión a la que se llegue ese día no tiene carácter vinculante pero servirá para que cada uno de los dirigentes tenga que expresar su posición más allá de los que participan habitualmente del Consejo Directivo.
En el seno de la CGT se aprestan para enfrentar lo que definen como «inflación desbocada» con una modalidad de «paritaria permanente como en las épocas de hiperinflación».
Además, en un contexto de destrucción de empleo y pérdida de poder adquisitivo sostenido comienzan a meditar un plan de contención para el aumento de conflictividad social.
A esta altura hay amplia coincidencia dentro de la central obrera de la necesidad de la aparición de una alternativa real y definida al gobierno de Mauricio Macri.
Desde el sindicalismo esperan que la dirigencia política tome conciencia de que la magnitud de la crisis podría acelerar los procesos.
En ese marco la discusión está dada en torno a si la CGT debe profundizar su confrontación antes de la aparición de la alternativa política o con su accionar forzar esa aparición.
A poco más de diez días de que los secretarios generales se sienten a la mesa, la posición de aumentar el grado de confrontación con el gobierno parece la más extendida. Pese a eso, los dirigentes de peso manejan con calma la expectativa de un plan de lucha. Desde el Consejo Directivo explican que «el paro hay que trabajarlo bien para que tenga la contundencia del último y no suceda como en diciembre».
En ese sentido, desde la CGT comprenden que el paro no sólo es una medida que descomprime el malestar sino que es una expresión política que tiende a contener el descontento social.
Las primeras muestras del cambio de actitud se dieron esta semana cuando el triunvirato no dudó en desestimar una supuesta convocatoria a una reunión en la que participarían el presidente Mauricio Macri, ministros y empresarios. La comunicación formal nunca llegó a Azopardo pese a que los periodistas de buen vínculo con el gobierno le pusieron fecha y hora al encuentro.
La seguridad de que no hay intención por parte del gobierno en darles respuesta a las demandas básicas de los trabajadores, como el cese de los despidos y la recomposición del poder adquisitivo, terminó por inclinar a la CGT hacia el rechazo a la convocatoria que nunca se formalizó.
En ese contexto, el triunvirato coincidió en que no habrá diálogo institucional hasta que se realice el plenario de secretarios generales. Luego, dependerá del Consejo Directivo. «
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