La bandera indígena fue quemada por los golpistas y quitada de la casa de Gobierno. “La wiphala se respeta”, es uno de los gritos que unifican las movilizaciones en El Alto.
El gesto del confabulado golpista Luis Fernando Camacho fue muy claro al vincular la tricolor con la Biblia, al colocar el libro sagrado de los cristianos sobre la bandera tricolor en la vieja casa de gobierno de la Plaza Murillo reintrodujo una pirámide social con el indio en la base y el blanco en la cúspide. Al mismo tiempo una frase comenzaba a multiplicarse en la “Bolivia blanca”: “Ha vuelto a entrar la Biblia al palacio. Nunca más volverá la Pachamama”. La autoproclamada presidenta de Bolivia Jeanine Áñez utilizó la Biblia y la banda tricolor en la ilegítima sesión de asunción, dejando de lado la wiphala, que aún se empuña en los barrios del Alto y en comunidades indígenas.
Tras la wiphala se encolumnan no sólo el reconocimiento de la diversidad lingüística y nacional, sino también la religiosa de las 36 naciones indígenas que habitan el territorio nacional. Desde 2009, Bolivia es un país laico y en 2019 se promulgó una ley de Libertades religiosas y creencias espirituales que afianzaban ese primer paso. Tres cuartas partes de la población se reconoce católica, credo al que pertenecen tanto la ilegítima presidenta como el fanático Camacho,sin embargo el sincretismo es parte de la realidad de esos mismos grupos cristianos.
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La wiphala, entonces, reconoce derechos indígenas largamente vulnerados y por eso la alzan con orgullo, incluso opositores al MAS. La tricolor como quedó demostrado se vincula con la Biblia. Su uso político apunta sobre todo a los sectores más radicalizados, como los de la autoproclamada presidenta Añez, quien en 2013 tuiteaba: «Sueño con una Bolivia libre de ritos satánico indígenas, la ciudad no es para los indios que se vayan al altiplano o al Chaco». La biblia agitada como símbolo de la inquisición, no de unión, a través del libro sagrado afloran los peores odios racistas de aquellos que no consideran a los aborígenes como sus iguales en derechos.
La bandera multicolor es un símbolo tan arraigado entre indígenas y mestizos que en un gesto de fuerte cinismo el golpista Camacho acompañó a la presidenta ilegal sosteniendo una gran wiphala en el balcón cuando esta salió con su Biblia rosa a decir unas palabras a sus simpatizantes. Este gesto, tanto como la wiphala bordada en la banda presidencial, no cambian el sentir y el pensamiento racista de cívicos y demás golpistas, y que han explicitado en reiteradas oportunidades, pero muestra que una vez que sienten que están en el poder hacen un (pobre) intento por no enfrentarse a todo ese amplio pueblo que se identifica con la whphala.
Ya exiliado en México, Evo Morales se preguntaba cómo era posible que los mandos militares que lo acompañaron se hubieran plegado al golpe, y se respondía «mi pecado es ser indígena». La wiphala pone en pie de igualdad de derechos a los indígenas y la elite «blanca», es el símbolo de los 14 años de los cambios más radicales y exitosos que se han visto en América Latina. Al quemarla buscan reducir a ceniza casi un quinquenio de conquistas sociales, políticas, económicas y étnicas, y esa acción de odio y revanchismo es la que da inicio a la nueva etapa política en Bolivia, un escenario aún abierto y en disputa.
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Más allá de que en el presente la wiphala es reivindicada por los pueblos originarios de diversos países (Argentina, Perú, Ecuador) su origen se difumina en el pasado. Incluso, la bandera como símbolo es propia de los pueblos indoeuropeos, no de los andino-amazónicos. Algunos remontan el cuadrado multicolor a restos arqueológicos hallados en la ciudad de Tiwanaku, otros la ubican en comunidades del Lago Titicaca, y también hay quienes apuntan a un origen moderno que se amplía en la iconografía aymara con las movilizaciones del sindicalismo campesino en la década de 1970 en Bolivia.
La palabra wiphala proviene de dos palabras del idioma aymara: wiphai, que es una exclamación de triunfo que se usa en fiestas solemnes y actos ceremoniales; y lapx-lapx, que es el sonido que hace el viento, lo que origina la palabra laphaqi, que se entiende como el ondear de un objeto flexible a causa del viento.
La bandera está conformada por 49 cuadrados de igual tamaño. Cada color posee un sentido, aunque en conjunto plantea la cosmovisión de los pueblos andinos y el orgullo de naciones históricamente invisibilizadas. La bandera tricolor con la Biblia y sin la whiphala es el triunfo del golpismo más reaccionario, explícitamente racista e implica una vuelta al pasado más oscuro de Bolivia.
La simbología cromática: el rojo es el contacto con la Pachamama, representa a lo tangible, a los hombres andino amazónicos, hijos de la Tierra; representa a la raíz ancestral, a la identidad y la cosmovisión indígena originaria. El naranja es la memoria oral de la cultura, la medicina ancestral y la sanación del cuerpo físico, psicológico y espiritual. El amarillo representa al Espíritu Ancestral que está en todas las cosas, la dualidad de energías, qhari – warmi, opuestos complementarios, equilibrio que produce vida; y las cuatro virtudes del hombre andino: Munay (amor incondicional), Yachay (sabiduría), LLank´ay (trabajo alegre y con pasión) y Kamay (creatividad). El blanco representa el buen vivir, es decir, el desarrollo intelectual y de la técnica que acompañan los procesos de la naturaleza. No hay desarrollo personal si no es también comunitario. El verde representa a la naturaleza y la economía comunitaria autosuficiente.
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