Al ser consultado en la calle al respecto, le soltó a los movileros de muy mala gana:
–Pregúntenle a Patricia Bullrich.
Su bautismo de fuego no había comenzado de la mejor manera.
Pero pudo lucirse siete días después, en ocasión del multitudinario acto convocado por la CGT frente al Palacio de Tribunales. O mejor dicho, durante su desconcentración.
Sólo que un pequeño detalle se le escapó de las manos: en un video que se viralizó se escucha, desde el cerco tendido por sus esbirros en la esquina de Corrientes y Uruguay, una orden impartida por radio a través de la frecuencia policial: “¡No se me vayan las brigadas! ¡Tiene que haber detenidos!”.
Fue cuando comenzó la cacería de manifestantes.
Kravetz se encontraba entonces junto a Bullrich en la sala de situación del Departamento Central de la Federal, cuyas pantallas irradiaban semejante coreografía. Y su semblante exudaba orgullo.
Lo cierto es que aquel sujeto no muy conocido por la opinión pública es un viejo pájaro de cuentas poco apreciado por su carácter camaleónico. He aquí algunas pinceladas de su ser.
El primer paso de su cambiante travesía política fue, durante la crisis de 2001, en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). De esa época se lo recuerda por una estafa a integrantes de HIJOS, después de que él los convenciera de invertir el dinero de sus indemnizaciones en un proyecto empresarial inexistente.
Luego encandiló a Miguel Bonasso, quien lo sumó como candidato en la lista del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Aquello le valió una banca en la Legislatura durante dos períodos. Desde allí intentó convertirse en figura del Frente para la Victoria (FpV). Pero su naturaleza sinuosa hizo que Néstor Kirchner opinara: “Ojo con Kravetz, que trabaja más para el PRO que para nosotros”.
Pero Macri tampoco confiaba en él. De eso pudo dar cuenta su esposa, la entonces ministra de Educación porteña, Soledad Aquino, quien vio desplomarse su ilusión de conducir la cartera de Desarrollo Social justamente por su cónyuge; incluso a pesar de que él –desde su alianza electoral con Jorge Telerman en 2012– ya jugaba abiertamente a favor del macrismo.
A continuación tuvo la ocurrencia de montar el Instituto de Políticas de Pacificación, un sello que lo acercó al Frente Renovador (FR). Tal pertenencia parecía ser definitiva. Pero gran sorpresa experimentó Sergio Massa tres años después, al enterarse por los diarios que Kravetz asumía como funcionario del PRO en Lanús, cuando Néstor Grindetti llegó a la jefatura comunal. Su cargo: secretario de Seguridad y Movilidad Sustentable. Así, ese hombre con mirada huidiza y sonrisa de roedor acababa de dar un gran salto en su carrera.
Ahora bien, ¿por qué razón fue colocado en un puesto tan sensible, sin ninguna experiencia previa en la materia?
En este punto, hay que remontarse al 4 de noviembre de 2015, cuando Grindetti, aún al frente del Ministerio de Hacienda porteño, hizo dos pagos de casi dos millones de pesos a la ignota consultora Signica SRL por presuntos estudios sobre “satisfacción de contribuyentes”. ¿Acaso hubo alguna relación entre esos desembolsos y el nombramiento de Kravetz? Un dato, por cierto, lo sugiere: el socio gerente de Signica SRL era precisamente él.
Es que la campaña de Grindetti había quedado sin fondos en la última etapa de su carrera hacia la intendencia de Lanús. Y ahí fue cuando apareció la mano salvadora de Kravetz, quien desde entonces pasó a ser su recaudador de emergencia. Un gesto que a Grindetti no le salió gratis.
La jura de Kravetz ocurrió el 9 de diciembre en el Concejo Deliberante local, ante un reducido grupo de adláteres.
Allí se produjo en él una notable metamorfosis: de oportunista y módico amigo de lo ajeno se convirtió en represor de pibes y jóvenes excluidos. Tal cambio se vio favorecido por la presencia de Daniel Villoldo, el subsecretario de Seguridad que le impuso Grindetti: un ex comisario de La Bonaerense más sucio que un lodazal.
(Años antes, el tipo había sido exonerado de esa fuerza por mejicanear unos 200 kilos de cocaína, entre otras trapisondas).
Aún así, fue una pieza clave en la gestión de Kravetz por dos motivos: sabía del oficio policial como ninguno y conocía hasta el último rincón de Lanús.
Ambos dieron la nota al encabezar, el 30 de marzo de 2016, un ataque policial al comedor infantil Los Cartoneritos, de Villa Caraza. Una memorable salvajada que puso en aprietos al propio Grindetti. Pero la cabeza de Kravetz no rodó. A todas luces, un milagro macrista.
Pero, en el plano simbólico, esa dupla será siempre recordada en Lanús por la infame extorsión a un niño de 11 años, que fue forzado a confesar una serie de crímenes imaginarios en el programa de Jorge Lanata.
“¡Subite que te quemamos!”, le gritaron al “Polaquito” desde un Corsa Classic con vidrios polarizados, uno de los vehículos que usaba habitualmente la patota de Villoldo, tripulado en la ocasión por cuatro de sus integrantes. El secuestro ocurrió cuando el chico caminaba con un amigo en las proximidades del Club Ciclón, de Villa Caraza, durante el anochecer del 10 de julio.
A continuación, el pibe fue llevado al autódromo de Lanús, donde había otros policías. Allí lo apretaron con golpes y amenazas, además de obligarlo a presentarse al día siguiente frente al Jardín de Infantes Nº14, de Villa Caraza, para una entrevista televisiva en la cual debía atribuirse culpas penales de toda laya. Su periplo prosiguió hasta el Puente de la Noria, en cuyas inmediaciones se lo arrojó a la calle. “Si contás algo sos boleta”, fue la despedida.
La siguiente escena de esta historia la vio el país entero en el prime time del 16 de julio por la pantalla de Canal 13. También se vio la patente JQW419 de la camioneta que pertenecía a Villoldo, sobre la cual estaba apoyado el cronista Rolando Barbano mientras le hacía preguntas al Polaquito. Un imperdonable descuido de la producción. Lo cierto es que el ex policía y el propio Kravetz se encontraban detrás de la cámara como gestores del asunto.
En resumidas cuentas, el bueno de Kravetz la pasó muy bien en Lanús, donde permaneció hasta el 7 de diciembre pasado. En aquel lapso, además de conservar sus funciones en el área de Seguridad, fue también jefe de Gabinete y –cuando Grindetti asumió la presidencia del Club Atlético independiente–, él pasó a ser nada menos que jefe municipal interino.
Kravetz había apostado todas sus fichas en la candidatura de Grindetti a gobernador provincial durante las últimas elecciones. Ya se sabe que ello no pudo ser. De manera que ambos quedaron pedaleando en el aire.
Pero Jorge Macri, ya entronizado en la alcaldía de la CABA, no vaciló en rescatarlos de su breve ostracismo. Grindetti es ahora su jefe de Gabinete. Y Kravetz, el segundo de Waldo Wolff en el Ministerio de Seguridad porteño.
El espectáculo debe continuar. «
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Soledad Acuña