Un hombre fumó Parissien desde los 13 años, tuvo un infarto y demandó a la empresa. Para la Cámara Civil no hay relación causal: "tanto es así que una persona que no presenta factores de riesgo puede sufrir una patología coronaria". La defensa alega que los jueces desconocen cómo incide la adicción al cigarrillo.
Por ahora no lo tiene fácil: la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil rechazó -en un fallo dividido- la demanda millonaria por los daños y perjuicios. El hombre intenta probar que el infarto que le dejó un corazón funcionando al 30% es culpa de lo que le vendió la empresa durante tantos años y no la consecuencia de una voluntad suicida. “La justicia está desconociendo el carácter adictivo del tabaco”, argumenta su abogado.
El pasado martes, los camaristas Gabriela Scolarici, Marisa Sorini y José Fajre dictaron sentencia en el expediente N° 9959/2015 nombrado “BALDASSARE, HUGO ALBERTO C/ BRITISH AMERICAN TOBACCO ARGENTINA SOCIEDAD ANONIMA S/ DAÑOS Y PERJUICIOS”. Entre los fundamentos, Sorini consideró que, en el caso puntual, “no es posible tener por acreditado que exista relación de causalidad adecuada entre la actividad de la demandada y el infarto”.
Y detalló que “ha quedado de manifiesto que un factor de riesgo sólo implica un aumento de la probabilidad de sufrir un padecimiento y no equivale a causa; tanto es así que una persona que no presenta factores de riesgo puede sufrir una patología coronaria como la del actor”. Fajre adhirió al voto de su colega. Así lograron imponerse a la postura de Scolarici de hacer lugar a la demanda.
“Para estos jueces, quien fuma lo hace de manera voluntaria; pero en las adicciones, justamente, la voluntad no tiene participación. Mi cliente, pese a todos los problemas de salud causados por los cigarrillos, sigue fumando. No lo hace porque sea un suicida, sino porque, como cualquier adicto, no maneja su voluntad. La justicia está desconociendo el carácter adictivo del tabaco”, esgrime Osmar Domínguez, abogado del fumador.
La primera vez que Baldassare pitó un cigarrillo fue en 1979. Tenía 13 años y, como cualquier chico de esa edad, pensaba que fumar era propio de hombres elegantes, con clase, ganadores. A los 16 ya fumaba más de 35 cigarrillos al día. Siempre Parissien, por entonces de la tabacalera Nobleza Picardo, luego comprada por la demandada British American Tobacco Argentina.
Según el propio relato de Baldassare a la Justicia, después de la secundaria se graduó como profesor de educación física, un trabajo que mantuvo hasta 1994 cuando comenzó a dedicarse de manera autónoma a la colocación, mantenimiento y alquiler de máquinas expendedoras de café. Pero la rutina cesó de manera abrupta el 6 de marzo de 2013 tras el infarto de miocardio que lo depositó de urgencia en la guardia de un hospital porteño.
De ahí salió con dos stent y la prescripción médica de no realizar esfuerzos. Desde aquel día, depende económicamente de su esposa, al tiempo que su salud se sigue deteriorando. Todavía hoy, con 57 años, no puede abandonar el vicio de fumar.
En diciembre de 2020, Baldassare experimentó la alegría de tener razón. El juez civil de primera instancia Fernando Cesari decidió que la tabacalera debía pagar unos cinco millones de pesos porque “no solo nos encontramos frente a una víctima que ha sufrido un daño indemnizable, sino a un dañador que reconoce expresamente que los productos que comercializa resultan nocivos para la salud de los usuarios”.
El juez también destacó que el demandante comenzó a fumar “en épocas en que no existía la conciencia actual respecto de los efectos negativos del consumo de tabaco y dichos productos (…) eran ampliamente publicitados –obviando su carácter tóxico-, paradójicamente, hasta en los eventos deportivos”.
Que Baldassare haya empezado a fumar a los 13 años resulta clave en su demanda porque no fue hasta 1986, con la sanción de la Ley Nacional 23.344, que se establecieron restricciones a la publicidad y promoción del tabaco, obligando a las empresas a incluir la leyenda “El fumar es perjudicial para la salud” en todos los paquetes de cigarrillos.
“Se ve muy claro –reflexiona Domínguez– que quienes se iniciaron fumando antes del año ’86 lo hicieron mirando publicidades en donde el fumador era el canchero, no había advertencias sobre lo dañino y lo adictivo del cigarrillo. Existe, además, otra paradoja. Estos jueces de la Cámara, que fallaron a favor de las tabacaleras, son fumadores. Eso hace pensar que si hubieran acompañado los argumentos del juez de primera instancia estarían reconociendo su condición de adictos. Como sucede con la inmensa mayoría, estos jueces no están aceptando su adicción”.
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