En la coalición opositora temen que el enojo social por la crisis se traslade al conjunto de la dirigencia e intentan blindarse. En reserva, reconocen que no tienen un plan para abordar la corrida.
Entre el reemplazo de Guzmán por Silvina Batakis, este fin de semana crecieron las percepciones en JxC sobre la fragilidad del gobierno a partir de la ausencia de acuerdos entre los socios de la coalición oficialista. El tema fue parte de la reunión virtual que tuvo la Mesa Nacional de JxC este martes. Iba a ser presencial y terminó siendo remota. Como no sucedía en los últimos años, todos los socios siguen en detalle diariamente la evolución de la economía. No pierden de vista que tienen que mantener en pie las expectativas ante la crisis del oficialismo. La erosión del presente del panperonismo puso bajo un manto de olvido la debacle económica que obligó al gobierno de Cambiemos a abrazarse al FMI y a transitar un tembladeral vertiginoso desde 2018. Un año después hasta el entonces presidente Mauricio Macri echó mano al recurso del díálogo con una propuesta de diez puntos básicos para transitar la crisis posterior al regreso del Fondo Monetario Internacional a la política argentina. Que no lo digan en público, acotó un macrista de paladar negro, no significa que los errores económicos que llevaron a Macri al desastre no formen parte de la memoria económica de JxC. Lo que comenzó a cambiar es que los indicadores inflacionarios del frentetodismo son peores al derrotero de Macri en el poder.
El tema divide posiciones en la coalición opositora. Los participantes más moderados del último encuentro se encargaron de contar una realidad patente en JxC: siguen sin tener un programa concreto para afrontar la crisis en este momento. Aún habiendo impulsado el regreso del FMI, en la actualidad sólo tienen lecturas que giran en torno al producto discursivo del «shock», una idea más orientada a satisfacer el hartazgo que leen en las encuestas o a mantener la conversación con el establishment que a cualquier gobernabilidad posible en el marco del estado de derecho.
En el PRO no pueden asegurar que no existen contactos informales con el oficialismo. «Para los que estamos lejos del larretismo no hay absolutamente nada con el Gobierno, y no tenemos prueba de que haya existido o exista algún vínculo o diálogo por parte de ellos, pero tampoco lo podemos asegurar», le contó a Tiempo una fuente cercana al expresidente.
Las versiones sobre los sondeos a los dos lados de la polarización surgieron desde el oficialismo en boca del gobernador bonaerense Axel Kicillof, luego continuaron en un fallido trascendido que habría estado vinculado al ministro del Interior, Eduardo «Wado» de Pedro, y siguen retumbando en el Congreso, el ring side elegido por JxC ante el eventual acercamiento que, en reserva, prefieren rechazar.
En el interbloque de JxC ya le hicieron saber al oficialismo que hay cinco premisas para negociar algo: que el Banco Central deje de emitir pesos, limitar los gastos del Estado que no sean urgentes y negociar tres reformas: una laboral, otra previsional y otra tributaria. Esa condición fue planteada por canales informales al oficialismo, en una semana donde también circuló que el presidente de la Cámara Baja, Sergio Massa, mantiene conversaciones reservadas con la oposición para establecer cinco puntos básicos de acuerdo para los meses de agosto y septiembre por fuera de la agenda electoral que se avecina.
Dentro de la UCR tampoco niegan por completo que exista algun contacto. El vínculo de Massa con el titular del partido, el gobernador jujeño Gerardo Morales, desata chispazos de desconfianza con el PRO y la Coalición Cívica. Casi lo mismo que pasa dentro del partido amarillo con la amistad que une al alcalde porteño con el tigrense. En su entorno sólo aseguran que si realiza algún contacto lo hace con el aval del presidente y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Aún así, en el radicalismo le bajan el precio a los acercamientos que podría promover Massa. «No puede hacer nada, no sabemos si realmente tiene el respaldo de los dos Fernández y lo mismo podríamos dudar de Alberto si lo hiciera en persona», dispararon en la jefatura del radicalismo.
En el segundo socio de JxC consideran que el último apoyo que dieron fue para aprobar la autorización de renegociación de la deuda con el FMI. En privado admiten que Macri no les consultó en 2017 para firmar el endeudamiento que luego sería traumático para la unidad del panperonismo, pero ahora consideran que las chances de establecer una agenda común ante la crisis son muy escasas. En términos electorales, la mayor preocupación es que la crisis se traslade a toda la actividad política y «eso derive en que la gente identifique que la culpa la tienen todos, como pasó en el 2001», comparó un radical memorioso.
Los dirigentes de JxC consultados por este diario insisten que la orientación de la conversación pública ha cambiado con la aceleración de la crisis. Tanto que en el radicalismo olvidan las consecuencias de la huída de Fernando De la Rúa durante el final sangriento de ese 2001, algo parecido a la desmemoria que favorece a Macri a tres años del final de su gestión. «Ahora el colectivo lo dieron vuelta ellos», dice un diputado que, al igual que sus correligionarios, considera que hay condiciones para que la crisis económica desemboque en una crisis social. «Tienen que asumir costos. Cualquier decisión que tomen tendrá impacto y si no lo hacen, seguirán perdiendo capital político todos los días», sentenciaron en la UCR, convencidos de que en las próximas semanas se juegan momentos definitorios para el curso de la crisis en desarrollo. «
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