Hace 40 años dejaba de editarse el periódico “Denuncia”, una de las labores más notables y desconocidas de la militancia de fines de los 70 y comienzos de los 80. Llegó a distribuir 25 mil ejemplares y circuló en 34 países.
El pasado 20 de abril se realizaron varios homenajes reconociendo la labor de los compañeros que hicieron el periódico “Denuncia”, hace ya 40 años en Nueva York. Cancillería hizo un homenaje y entregó certificados; el Archivo Nacional de la Memoria recibió una colección del periódico y otros materiales; el Concejo Latinoamericano de Ciencias Sociales hizo una mesa redonda; y la Casa de la Amistad Argentino Cubana los recibió en una cena buffet.
“Denuncia” es una de las historias más notables y desconocidas de la lucha antidictatorial. Sus orígenes se remontan a la labor que realizó Raimundo Gleyzer, allá por 1974, entre algunos de los 200 mil miembros de la colectividad argentina en Estados Unidos. Fueron tres de ellos (Horacio Lofredo, Héctor Rodríguez y Eduardo Tesini) los que iniciaron lo que sería una tarea notable de solidaridad internacional. Nuclearon docenas de argentinos y norteamericanos, uruguayos y colombianos, españoles y brasileños, y sobre todo un nutrido grupo de puertorriqueños como Ana Rodríguez, Juan Estrada, Ernesto Ramos, Lourdes García y Frank Velgara. Fue el trabajo de toda esta gente el que hizo la primera denuncia de los campos clandestinos en Tucumán; el que presentó la primera lista de víctimas de la represión; el que fomentó la visita de Cyrus Vance a la Argentina y los que lograron que Edward Kennedy denunciara la represión en el Congreso norteamericano; el que recibió la primera visita de las Madres de Plaza de Mayo; el que fomentó el corte de ayuda militar a la dictadura; los que recibieron a la sobreviviente Patricia Erb.
Esa tarea se basó en diversos organismos: los Comités por la Democracia en Argentina (que existieron en 17 ciudades norteamericanas), el Movimiento Antiimperialista por el Socialismo en Argentina (dirigido a los sectores más politizados); la Organización de Acción Cristiana en Argentina (para los creyentes); el Argentine Information Service Center, para presionar sobre la superestructura; y la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU) en Washington.
Una de sus labores más importantes fue el periódico Denuncia, fundado en junio de 1975. En marzo de 1976 adoptó la consigna Junto al pueblo, contra la dictadura, por el socialismo. El periódico fue prohibido por el Decreto Ley 21.269 del 24 de marzo de 1976, que prohibió las actividades de agrupaciones políticas marxistas, mientras que los Decreto Ley 21.322 y 21.325, lo declararon ilegal y disuelto por ser una organización subversiva. Al mismo tiempo el Servicio de Inteligencia Naval persiguió a sus integrantes, y envió a Juan Battaglia (condenado el 22/11/2018) para identificar individuos con familiares en Argentina que pudieran ser secuestrados.
Denuncia fue un periódico que, en su punto más alto, imprimió y distribuyó entre 20 y 25 mil ejemplares, con ediciones en español, francés e inglés y una edición hecha en España. Se distribuyó en 34 países y tuvo corresponsales en buena parte del mundo. Allí escribieron periodistas como Carlos Gabetta y Alberto Pipino, artistas como María Escudero, y escritores premiados como Alberto Adellach y Alberto Spunzberg. Pero lo más notable fue que la vasta mayoría de los que participaron en Denuncia eran trabajadores. Por ejemplo, Héctor Rodríguez y Eduardo Tesini eran obreros de joyería; Josefa Montesanto era obrera del vestido; María Eva Ruppert era empleada doméstica. Muy pocos, como Cecilia Castorino o Marta Fabián, eran profesionales universitarios o estudiantes. Y casi todos eran inmigrantes, no exiliados, testimoniando el impacto de la generación del Cordobazo más allá de las fronteras argentinas. “Denuncia” publicó 71 números, entre junio de 1975 y octubre de 1983, y cesó su tarea una vez que hubo elecciones en Argentina.
Lo notable es que nadie se acuerda de esta tarea. ¿Por qué? Una posible respuesta es que toda esta gente no fue “importantes” ni intelectuales ni políticos. Por ende, no escribieron sus memorias ni hicieron películas, ni pidieron recompensa alguna. Si bien algunos de sus integrantes regresaron a la Argentina, muchos otros retornaron a su vida cotidiana en Estados Unidos. Pero quizás la mejor respuesta a esta pregunta sea la siguiente. Cuando el autor de esta nota se contactó con varios de ellos para preguntar sobre el reconocimiento que les haría Cancillería y el ANM, la respuesta fue casi unánime: no hace falta ningún reconocimiento, hicimos lo que correspondía. O como dijo la puertorriqueña Lourdes García, hoy en día delegada sindical en Nueva York: la solidaridad une a los pueblos. Ninguno lucró ni económica ni simbólicamente con su tarea; simplemente hicieron que se debía.
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