El reconocido actor protagoniza la serie que se estrena este miércoles en El Trece. Interpreta a un sindicalista embarcado en múltiples conflictos de poder. El riesgo de estereotipar a los representantes gremiales, la corrupción de los empresarios y el eterno desafío de contar historias.
Este miércoles se estrena El Tigre Verón, la producción de El Trece, TNT, Cablevisión y Polka protagonizada por Chávez. Se trata de la historia de un líder sindical del gremio de la carne que deberá enfrentar a diversos enemigos –de la patronal, del sindicato y de la Justicia– para resguardarse él y su familia de un destino que podría ser trágico. «La propuesta es construir, desde el mundo sindical, una ficción casi sobre dramas familiares. Si TNT pretendía que Latinoamérica se entere de cómo funciona el gremialismo argentino íbamos a fracasar y yo no hubiese hecho ese programa. Eso es para documentalistas, periodistas, historiadores, sociólogos o para los mismos gremialistas, obreros y empresarios. Intento ser cuidadoso para que mi mirada sobre la ficción no quede atrapada entre opiniones o acusaciones. En principio no quiero eso para mi trabajo. Salvo que tome la decisión de correrme y de compartir mi pensamiento con un espacio político. Ahí quizá sumaría mi trabajo para dar mi mirada, pero no es la idea de esta producción ni la mía», subraya el actor.
Por supuesto en El Tigre Verón la iconografía de las marchas, los bombos y la arenga está muy presente. Pero Chávez aclara: «No se puede tener una mirada reduccionista y decir que eso es el sindicalismo. Si buscás eso, es otro tipo de programa en el que debés buscar la respuesta. Nosotros aprovechamos esos clichés para contar otra cosa, tomando elementos de la realidad, pero siempre a favor de la ficción. Esta historia no pretende explicar ninguna realidad».
–En un año electoral, ¿considerás que la temática de la serie invita a aprovechar el clima social para hablar de esto y quizá bajar línea?
–Obviamente la serie aprovecha el clima. Como cuando llueve: siempre aparecen los vendedores de paraguas. Es una cuestión de marketing o como quieras llamarlo, pero no te asegura nada en cuanto a si el programa va a funcionar o no. Pero la serie no procura delatar al sindicalismo. Es un guiño a ciertas maneras y asuntos que envuelven al sindicalismo cuando se piensa en él. Pero no hablamos de corrupción porque no es sinónimo del gremialismo ni algo exclusivo de ningún ambiente, por supuesto. Hay empresarios, políticos y gente de todos los rubros que se maneja de esa manera. Intentamos construir a un sindicalista querible, que tenga aspectos que generen empatías y que se intente entender por qué es como es. Te cuento algo: yo dejé de ver Lost justamente por algo así. Dejaron de interesarme los personajes. No me interesaba si estaban perdidos o muertos. Después de dos temporadas, para mi gusto, quedaron vacíos. Eso intento que no pase en mi laburo. Por supuesto que cada espectador toma lo que quiere. Porque esto se completa cuando alguien lo mira. Cada televidente hará su propio Tigre Verón y emitirá su juicio de valor si lo desea. Es parte del juego saber que yo no tengo que convencer a nadie.
–Pero hay muchos estereotipos en lo visual, ¿no te parece?
–Yo les digo arquetipos. No estereotipo porque eso me parece que es un arquetipo mal actuado y espero que no sea así. El Tigre Verón se apoya sobre arquetipos: desde la campera, a la manera de hablar. Elementos para que el espectador lea lo que quiero transmitir. Si yo lo visto de traje y corbata quizás este sindicalista pasa por abogado o médico. Me dejé el bigote, yo que sé, sentí que colaboraba para el relato. Es algo que imaginé que un sindicalista podría tener. Tuvimos cuidado de las palabras. Cuidado con la ironía y cuidado con las expresiones que usábamos, pensamos mucho si tal o cual era necesaria y si la historia lo permitía. Si yo le cuento un cuento a la gente tienen que usarse las palabras que lo mantengan en ese universo y no lo lleve a otro lado.
–¿Por ejemplo?
–En un libro apareció la palabra femicidio y yo me pregunté si para el relato del Tigre Verón venía bien. Es una palabra que hoy en día tiene una autonomía y un peso muy particular. ¿Sería una palabra que utilizaría el Tigre Verón o sonaría como algo forzado? Lo pensamos y lo trabajamos mucho. Esas pequeñas decisiones sirven para proteger la ficción. Hay cosas que no decimos y está muy bien que no las nombremos como al peronismo, por ejemplo. El peronismo es un movimiento de la puta madre, muy importante, histórico: entonces no justifica atarlo a la medida de tu ficción. Si alguien lo linkea, ya es una cosa de esa persona.
–¿El libro es un límite para tratar de ir aportando cosas al personaje?
–Sí, uno lee el guión como si fuera una receta de cocina: lo que está ahí tiene que estar, pero luego hay ciertas cuestiones que tienen que ver con la interpretación. Pero no hay dudas de que lo que se pide tiene que estar. El tema es cómo llevás a cabo lo que te piden, ahí es el momento donde aparece esa impronta autónoma que uno va aportando. Allí aparece la subjetividad, la realidad que uno ha palpado en situaciones similares o cosas que uno imagina que a veces son azarosas y dependen de cómo estás en el momento y lo que te aporta el compañero de escena que por su lado también construye algo y debemos complementar. A veces con acuerdos, hablados o no, o con desacuerdos, que también pueden funcionar para una escena. Filmar es como ir a París por primera vez: uno se imagina que es de una manera, por lo que te contaron o lo que viste, pero después estás ahí y de golpe hay una valla que no te deja caminar, gente trabajando, un auto frenado y toda una dinámica que es lo real. No hay ley, no hay fórmula, hay experiencia.
–¿Qué vinculo tiene El Tigre Verón con El puntero?
–Son personajes fuertes, dos perros alfa. Son personalidades dominantes, gobernantes, capitanes de equipo. Ambos están en relación con lo popular, con la masa obrera, pero desde lugares distintos. El Tigre Verón es más burgués en comparación al personaje de El puntero. Cada proyecto tiene sus particularidades.
–¿Hay algo no puede faltar en una buena historia en cine, teatro o televisión?
–Uno tiene que tener en cuenta qué historia va a contar, a quién se la va a contar y cómo la va a contar. Porque hay muchos cuentitos que vos leés y te parecen extraordinarios, pero cuando los llevás a la actuación sentís que empiezan a fallar. Porque al ser intervenido y al ser llevado a la acción cambia todo. Obvio que hay materiales gloriosos en cuanto a su estructura, pero también están los que aparentemente no lo son y cuando los agarra un alguien, un intérprete determinado, lo hace de tal manera que se fortalecen notablemente. «
Barone, un aliado a la altura
A dos años de El maestro, último proyecto que los unió, nuevamente Chávez trabajó bajo las órdenes del director Daniel Barone. Su currículum conjunto también incluye El puntero (2011), Farsantes (2013) y Signos, entre otras.
“Es verdad, trabajo muy cómodo con Daniel. Con él, como con todos los que me siento a gusto, me siento querido. Es algo que necesito porque soy un poquito paranoico y, si me siento querido, me alivia, me libero y trabajo mejor mi subjetividad. Pero en algún momento quizás cambiemos. ¿Todos los días milanesas? En algún momento se puede cambiar. Pero por ahora, ‘equipo que funciona no se toca’. No soy un intérprete que cree en la democratización de las opiniones: considero que cada uno se apoya en las miradas que uno decide qué son importantes para uno. No las benévolas, sino las que uno considera que pueden servir para mejorar, como las de Barone”, puntualiza el actor.
Barone, por su lado, destaca que El Tigre Verón significó el reencuentro con un amigo en la ruta de lo creativo: “Siento mucho entusiasmo. Fue volver a trabajar con una persona que transitan el ambiente que les toca de manera muy propia y eso nos permitió construir un verosímil idóneo para que la ficción no se asocie tanto a la realidad”, destaca Barone.
La docencia, otra de sus pasiones
Julio Chávez comenzó su carrera cinematográfica protagonizando No toquen a la nena (1976). Sobresalió por sus actuaciones en films como La parte del León, La película del Rey, Un oso rojo y El custodio, entre otros. En televisión trabajó en ciclos como Archivo negro, Trátame bien y El Puntero, entre los más destacados. Su amplio recorrido teatral incluye grandes actuaciones en El vestidor, Ella en mi cabeza y Yo soy mi propia mujer.
Chávez y la docencia se llevan bien. Él se formó con Agustín Alezzo y Augusto Fernandes y ellos lo ayudaron a darse cuenta de que le gustaba transmitir conocimiento. «Llevo muchos años dando clases. Empecé a los 22. Inmediatamente me di cuenta de que había algo vocacional. Mirá que soy cerradito, tímido, un poco paranoico, pero en el trabajo me suelto y me interesa la persona. Y me interesa el tema del que hablamos: cómo hacer teatro», destaca Chávez.El ministerio a cargo de Struzenegger evaluará a los trabajadores estatales mediante el denominado “Sistema…
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