La mundialmente famosa teórica de la literatura está acusada de haber sido espía y colaboradora de los servicios búlgaros durante el comunismo. A los 76 años y luego de una larga y prestigiosa trayectoria, hoy se defiende de una acusación que la perjudica y echa sobre ella un manto de sospecha.
Nacida en Silven, Bulgaria, el 24 de julio de 1941, esta en 1966 se trasladó a París para continuar sus investigaciones, luego de estudiar Lingüística en la Universidad de Sofía y haberse doctorado. Por haber desarrollado su vida intelectual en Francia, se la considera una intelectual francesa, aunque su origen es búlgaro. Hoy, esta teórica de la literatura y psicoanalista que adhirió al feminismo y reflexionó sobre lo femenino, y está a la altura de intelectuales como Roland Barthes o Michel Foucault, está acusada de ser agente y de colaborar con los servicios secretos búlgaros durante el régimen comunista.
Según informó la Agencia EFE, la revelación fue hecha por la comisión parlamentaria permanente que se creó luego de la caída del régimen con el objeto de investigar los archivos de la Seguridad Estatal (Darzhava Sigurnost) y revelar el nombre de sus colaboradores. De acuerdo con dicha comisión, Kristeva tenía, como en las novelas y películas de espías, un nombre en clave. La famosa Julia habría sido Sabina y se habría dedicado a recolectar información en el campo del arte y los medios de comunicación. Su colaboración con el gobierno comunista habría comenzado en el año 1971, cuando ya hacía tiempo que estaba instalada en París.
Los servicios secretos búlgaros eran estrechos aliados de la KGB soviética informa Télam en base al informe de EFE- y tuvieron una triste fama por eliminar a disidentes en el extranjero durante la Guerra Fría. Uno de los casos más conocidos que se les ha atribuido es el asesinato de Georgi Markov en Londres, en 1978, después de que se le inyectara ricino con la punta de un paraguas.
Markov era periodista de la BBC y su muerte también tuvo todos los condimentos de una tradicional historia de espías. El día 7 de septiembre de 1978 se encontraba en el centro de Londres, concretamente en el puente de Waterloo, esperando un medio de transporte público para llegar a su trabajo, cuando inesperadamente sintió un fuerte pinchazo en la parte trasera de uno de sus muslos. Al darse vuelta tuvo tiempo de ver que un hombre que llevaba un paraguas, corría y alcanzaba un taxi. No le atribuyó ninguna importancia al asunto. Pero cuatro días después de aquel suceso aparentemente banal, moría por intoxicación. El crimen se había consumado por orden del gobierno comunista de Bulgaria de cuyas filas Markov se había ido hacía unos años.
Kristeva, quien tiene 76 años y lleva viviendo en Francia desde mitad de la década de 1960. No se especifica cuánto duró esa supuesta cooperación ni si recibió algún pago por ello pero sí que en el inicio de la carrera de espía que le atribuyen llevaba ya más de cinco años en París, adonde había llegado con 24 años gracias una beca del gobierno francés, informó el semanario búlgaro Capital.
El diario francés Le Monde dijo sobre el caso: En una declaración hecha a L´Obs que afirma haber encontrado su ficha de agente secreta, la psicoanalista, lingüista y mujer de letras francesa Julia Kristeva negó, el miércoles 28 de marzo, haber sido miembro de los servicios de información búlgaros durante la época comunista. Esta declaración ´no es solamente grotesca y falsa´ sino ´difamatoria´ declaró a la publicación la mujer de letras de origen búlgaro. Hoy tiene 76 a años y ha trabajado mucho en la promoción de la causa de la libertad de las mujeres en el mundo. Ella afirma: ´alguien me quiere perjudicar´. L´Obs informa que la ficha salió de unos archivos laborales, ya que Julia Kristeva había buscado trabajo en una revista búlgara, Literaturen Vestnik (Le Journa Littéraire), que sometía a verificaciones obligatorias a ´todo periodista nacido antes de 1976´.
En su sitio web oficial, Kristeva ratifica y amplía esta declaración: La información según la cual yo habría sido miembro de los servicios secretos búlgaros bajo el nombre de Sabina, no es solamente grotesca y falsa. Constituye un atentado a mi honor y a mi consideración a la vez que constituye un perjuicio para mi trabajo. Ésta es la razón por la cual le he pedido a mi abogado, Me Jean-Marc Fédida, que arbitre todos los medios necesarios contra los medios que reproduzcan la noticia de manera complaciente.
En un momento en que las noticias son poco distinguibles de la ficción y en que el periodismo corporativo se ha transformado en un tribunal que establece premios y condenas, cabe preguntarse si la información acerca de esta celebridad, casada con otra celebridad, el escritor Philippe Sollers, no es algo así como un carpetazo a la argentina pero con acento francés.
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