La cantante y compositora lanzó el poderoso y audaz "ANRMAL", su primer disco en vivo. El impacto que tuvo el exilio en su infancia, su comprometida relación con la música y cómo sobrellevar las difíciles circunstancias que impone el coronavirus.
Sobre el nacimiento del disco, la cantante y compositora reconoce que no fue algo buscado desde un principio. “No lo decidimos, se dio. Coca Monte, la sonidista con la que trabajo, dio el ok cuando le preguntaron si podían grabar el concierto, pero yo no sabía que se estaba grabando. Fue una sorpresa. Luego me avisó y, como había salido bien, me dio curiosidad por ver qué había quedado. Me gustó mucho el resultado y la gente estaba enardecida. Fue una noche preciosa, la producción del festival fue amorosa y de golpe todo se dio como para hacer el disco en vivo. Está bueno dejarse encontrar y que las cosas pasen», revela la artista.
“Me imagino que la clave del bien es una fórmula muy simple. Sin esfuerzo y natural. La verdad es que la grabación no tenía muchas pistas y por cómo estaba microfoneado todo no se podía editar demasiado. Sacamos una sola canción que no salió muy bien y listo. Es un disco en vivo muy real, cosa que cada vez sucede menos”, señala. “Fue sorprendente que todo haya salido tan bien. A veces yo me oigo mal y canto no tan bien porque el sonido es muy delicado y uno nunca sabe. Pensás que estás oyendo una cosa y lo que está pasando es otra. Pero fue una de esas noches donde todo encaja de la mejor manera y quisimos que todos pudieran escucharlo”.
Juana Molina creció en una familia muy musical. Su padre, el venerado cantante y compositor Horacio Molina, le dio clases de guitarra desde los 5 años. Su singular mirada estética y su ética de trabajo la pusieron en un lugar especial para la cultura indie/folk local e internacional. Su obra recibió encendidos elogios del New York Times y figuras como David Byrne y Will Oldham la tienen como una de sus artistas preferidas. Con más de 20 años de carrera musical lleva editados ocho discos y tocó en buena parte del mundo.
–No es tan fácil vivir este tiempo.
–Yo no sabía que iban a abrir los bares y justo ese día fui a Palermo. La verdad es que me sorprendí con las veredas llenas de gente. No entendía nada. Pero no vi gente tomando algo. Me parecía estar viendo una maqueta de unos arquitectos que presentaron un proyecto de ciudad y que pusieron muñequitos sentados en las mesas. Sentía que era todo falso. Todos estaban en la pose de salimos a tomar algo porque nos dejaron. Era medio artificial lo que estaba viendo en ese momento. Me impactó mucho. Pero bueno, nadie sabe cómo vamos a seguir. Al menos yo no lo sé.
–¿Hubo mucho descarte de lo superfluo en este tiempo?
–Sí. Como una sensación de que nos tuvimos que encerrar en un búnker y muchas cosas quedaron afuera, y unas cuantas estuvo perfecto que quedaran afuera. Hubo que eliminar varias capas de la cebolla y quedarse con el núcleo de lo importante: eso lo sentí y lo siento mucho.
–¿Qué te genera que pase eso?
–Me da cierta paz. Porque se traduce a cosas como el consumo, por dar un ejemplo. La pandemia nos ayudó a ver que nos enredábamos con muchas cosas superfluas. Creo que en este tiempo nos dimos cuenta de que no necesitamos muchas cosas y que podemos adaptarnos a casi todo. No siento la obligación de tener que hacer algo que no tengo ganas. ¿Vestirme para salir?, ¿maquillarme? Olvidate. Siempre me costó, imaginate ahora.
–¿De dónde vino tu facilidad para el cambio y tu carácter multifacético?
–Quizás tuvo que ver el exilio que vivimos con mi familia (NdR: se fue del país en 1976 junto a su madre Chunchuna Villafañe, para escapar de la dictadura militar). La fuerza que te da estar ante la adversidad todo el tiempo es algo que marca tu camino. A nosotros nos arrancaron de nuestro lugar, en el despertar de la vida. Yo tenía 13 años e irte a otro país donde no hablás el idioma es difícil, exige mucho poder de adaptación. Tratar de incorporarse a otra cultura implicaba tratar de adaptarse todo el tiempo Creo que eso me fortaleció mucho por un lado y me enseñó mucho. Me ayudó a tener más capacidad de encontrar maneras de relacionarme con otros. Me quedó eso de «pintó esto, vamos con eso». Aunque ir a contramano a veces te abre puertas.
–¿Tenés ganas de volver a hacer algo como actriz?
–Cero ganas, por ahora.
–¿Mientras, te entretenés con la música?
-La música no es un entretenimiento. Me deprime que muchos piensen en la música como un entretenimiento.
–¿Qué es para vos la música?
–Entrar en trance, meterte a un túnel sonoro que te lleve de paseo. Hay pocas cosas hoy que realmente conmueven. Prima como un campeonato para ver quién toca más rápido o quién dice más palabras, pero no te mueven un pelo. Creo que es grave entrenar a la gente para apreciar los bits por segundo. Con mi amigo Mario González hablamos horas y horas de estos temas y él suela señalar los riesgos de entender la música como un deporte, como un juego de destrezas. El instrumento es una herramienta para llegar a un resultado ulterior, a una canción, a una obra. Lo importante es el todo. Todo bien con cómo suena la guitarra, cómo entró el bajo… Pero es como un cuadro: te emociona o no te emociona. Lo único que me interesa de la música es que me emocione y me permita viajar con la mente. Todo lo demás para mí es irrelevante. Cada uno lo vive como quiere. Pero tampoco me gusta la música de fondo. Hay que dedicarle tiempo a la música, no es algo para que acompañe. Aunque tampoco hay que hacer un esfuerzo: te tiene que llegar sola y transportarte. «
En sus once canciones, ANRML hace un repaso por los últimos discos de Juana Molina e intercala canciones más antiguas, pero con un nuevo tratamiento sonoro. El álbum revela la potencia de las presentaciones en vivo de Molina junto a sus compañeros de banda Odín Schwartz (bajo y teclados) y Pablo González (batería). Esa presencia algo mística en los escenarios queda en evidencia en este nuevo trabajo e invita al reencuentro, siempre y cuando la pandemia lo permita, claro.
“Se ve el estilo experimental que me gusta, sobre todo eso”, aclara la artista, una de las figuras más importantes de la música nacional, con una poderosa influencia en las nuevas generaciones y de trascendencia internacional. “Para mí los discos se escuchan enteros, pero lo largamos así”, dice la cantante que el mes pasado lanzó “Eras”, la canción adelanto del disco.
El álbum comienza con el saludo de Juana y el estallido del público. Esto da pie al poderoso riff de “Un día punk”, la emblemática canción de 2008, pero más cercana a la versión que incluyó en el EP Forfun (2019). «Paraguaya», por su parte, también ofrece una incendiaria reversión. Como sucede en todo el disco, la novedad no remplaza lo clásico, sino que lo expande.
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