El cantautor uruguayo se presentó en el teatro Gran Rex en el marco de la gira de su espectáculo “Silente”. Repasó lo mejor de su carrera en un contexto de máxima austeridad y homenajeó a Mercedes Sosa y a Joaquín Sabina.
El poema se transforma en canción y es “Transporte”, una que conocemos todos, la canción que funciona como rompehielo del artista sólo con su guitarra eléctrica y su voz frente al público. El repertorio continúa con “Eco” y “Estalactitas”, y se empieza a apreciar la lógica con la que fueron reversionados los temas para este show: la simpleza y profundidad propias de la canción drexleriana están intactas, sumándose a eso, como novedad, la aparición sutil de elementos que nos recuerdan los lugares vacíos, los lugares silenciosos, proponiendo nuevas formas de habitarlos. Delays en las voces repiten frases específicas que resuenan no sólo entre las paredes del teatro, sino también, directamente en el corazón de los espectadores.
A partir del siguiente tema, “Deseo”, se comienza a apreciar con mayor claridad la puesta en escena, en línea con la simpleza silenciosa del show: dos pantallas de pie que no funcionan para proyecciones, sino como parte de un juego de luz, con transparencias y sombras, con lo que se deja ver y lo que guarda el silencio. El show sigue con “Guitarra y vos”, y el público ya ha sido cautivado, y el artista ya ha entrado en confianza. Es en ese punto, en que la comodidad habita el recinto, Drexler toma la guitarra acústica y se sienta a un costado del escenario, dando comienzo a una sección mucho más íntima que la que ya habitaba el Gran Rex.
Sección acústica, y sección de anécdotas e historias. Jorge Drexler es un gran contador de anécdotas e historias, eso es algo que se puede apreciar en su canción. El momento íntimo comienza con el que el cantautor uruguayo dice haber sido la primera canción que escribió en su vida: “La aparecida”, tema que es precedida por la historia de su escritura y primera presentación ante su profesor de música de aquel entonces. El momento acústico continúa con “Salvapantallas”, y un hermoso homenaje a la música popular de Brasil a partir de la canción “Chega de Saudade”, que es precedido por más historias, el llamado al público brasilero en la sala, que sorpresivamente es vasto, y un breve comentario sobre la oscura realidad política de los hermanos brasileros, disparado por un grito desde el público pidiendo la liberación del ex presidente Lula. “Abracadabras” y “Todo se transforma” cierran esta sección acústica, como una declaración de principios, como un llamado al arte y la creación, que se cuelan en la historia científica del músico, estudiante avanzado de medicina cuya casa es poseída por canciones.
La siguiente parte del show vuelve a ser eléctrica, sumándose al sonido de la guitarra algunos otros pocos sonidos: voces armonizadas digitalmente y rítmicas electrónicas son algunos de los elementos con los que va innovando el artista, mientras agradece a su público “aguantarse estas versiones curiosas”. Forman parte de esta sección algunos temas menos conocidos mezclados con grandes clásicos en forma de homenajes: “Pongamos que hablo de Martínez”, explícito homenaje a Joaquin Sabina, “Sea”, dedicado a la memoria de Mercedes Sosa, quien supo hacer una bellísima versión del tema en su disco «Cantora»; y “Bajo la sombra del ceibal”, un tema desconocido por los argentinos, que Drexler describe como “mi forma de devolverle al Estado (uruguayo) todos mis años de formación pública, ya que es una canción que formó parte de la promoción del Plan Ceibal, el primer proyecto socioeducativo estatal que proveyó de computadoras a cada niño uruguayo en etapa escolar.
Drexler comienza a despedirse, y lo hace con los temas “Movimiento”, “Silencio” y “Telefonía”, acompañado de un público siempre activo y en sincronía, que canta estribillos, sigue el ritmo con las palmas, y hasta acompaña con melodías silbadas. El show se termina, y el teatro de la calle Corrientes explota en emoción, pidiendo más canciones, es así que Drexler vuelve a presentarse sobre el escenario, acompañado del dúo Orozco-Barrientos, quienes habían cantado algunos temas mientras el ruidoso público se acomodaba en la sala del teatro, para cerrar el show con la hermosa y conocidísima declaración de amor “Me haces bien”.
Una noche de emociones, de canciones y colibríes, de encuentro con la canción latinomericana, y de todo lo que habita en los espacios silentes.
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