Los 60 años de "Coltrane jazz" ofrecen una oportunidad exacta para repasar un álbum emblemático y para asomarse al legado de uno de los músicos más determinantes del siglo XX.
El impulso emancipatorio de dicha generación compuesta por “intelectuales o místicos, o ambas cosas”, según expresa Amiri Baraka, no tenía un anclaje conceptual a priori, ni tampoco una preeminencia meramente estética. Era, antes bien, “la expresión de una actitud”, “el registro exacto del pensamiento cultural y social de toda una generación de estadounidenses negros”, según concluye el propio Baraka. Fueron destellos de redención en la noche de la historia, la negatividad del sufrimiento convertida en utopía y esperanza. Toda esta eclosión inicial, que daría pie a la “New Thing” y al “Jazz Composers Guild”, irrumpe entre el atentado contra Martin Luther King Jr., ocurrido el 20 de septiembre de 1958 en Nueva York, y la histórica marcha sobre Washington del 28 de agosto de 1963.
En ese contexto, uno de los músicos más a la vanguardia del jazz fue sin duda el saxofonista y compositor John Coltrane, autor de la suite A Love Supreme (1964), obra descomunal que sin exagerar puede ser considerada a la altura de los últimos cuartetos de Beethoven o de las partitas de Bach. Pero fue algún tiempo antes, a comienzos de la década, cuando en el transcurso de un año Coltrane publica con el sello Atlantic una trilogía de discos que lo pone en la cúspide la conciencia ética y poética de su tiempo: Giant Steps, (de 1960, aunque grabado solo un par de semanas después de Kind of Blue de Miles Davis), Coltrane Jazz y My favorite Things (ambos lanzados en 1961).
Si bien Coltrane ya había registrado tres discos y tenía una infinidad de grabaciones en su haber, es en el período de Atlantic cuando, con solo 33 años, da el salto definitivo hacia su independencia creativa. Aparecido en febrero de 1961, hace justo sesenta años, Coltrane Jazz continúa con matices la senda marcada por Giant Steps y profundiza su lenguaje intempestivo. “Trane”, como lo llamaban, venía de consagrarse en el quinteto de Miles Davis, al que había dejado en abril del 60 para lanzarse al frente de su propia formación y oficiar como residente en la Jazz Gallery de Nueva York.
Como saben los devotos de John Coltrane Church, iglesia de rito ortodoxo africano de San Francisco, la sabiduría de John Coltrane va más allá de una estética, de un estilo, aun de la música: es una concepción del mundo, de la historia, de la existencia. La manifestación no solo de una subjetividad rebelde, finalmente naif, sino, y por sobre todo, de una imaginación crítica que nace del sufrimiento histórico y es capaz de visualizar el complejo y arduo itinerario de la felicidad colectiva.
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