El cantante, compositor y guitarrista habló con Tiempo sobre el proceso de creación de “Everything Was Beautiful”, su último disco. Protagonista de la renovación de la escena inglesa de los 90, desanda sus obsesiones, sus fantasías y algunos aprendizajes que le dejó el rocanrol.
“Con la banda nunca nos interesó hacer hits o música de moda, ni tocar lo que tocan los demás, y con este disco pasó exactamente igual”, cuenta Jason Pierce en charla con Tiempo. Sin embargo, este noveno disco de estudio suele contrastarse con el el trabajo cumbre de Spiritualized, Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space, de 1997. Pero lo que le importa al músico no son esas matemáticas. “Todavía vienen productores a decirme: ‘me gustó lo que hiciste en el último disco, ¿no querés hacer algo así conmigo o para mí?’. Y obviamente, eso ocurre porque todos quieren lucirse o mostrarse bajo la luz que los haga quedar mejor, pero a mí me no me interesa. Me gusta más la gente que trabaja desde sus debilidades, y que tiene que encontrar su manera de navegar a través de eso”, dice el cantante.
Con esa combinación extática de psicodelia, blues, pop, folk, gospel y la aspereza del rock que hace al ADN de Spiritualized, las canciones de Everything Was Beautiful surgieron hace algunos años, como parte de un proceso compositivo que Pierce plasmó primero en el disco anterior, de 2018, And Nothing Hurt. “Todo empezó con la idea de tener un gran gesto como el de un álbum doble, pero ninguno de los sellos quiso hacer un disco doble. ‘Se va a perder el sentido’, me decían, ‘y mucha la gente no lo va a apreciar’. Hay un precedente histórico de que los discos dobles se redescubren años después, como si hubiera demasiada información para asorber. Entonces terminé una parte y la editamos en 2018, y el resto es lo que salió ahora, aunque este álbum no se trata de una segunda parte, para nada”, aclara enfático.
Pierce volvió a tomar el material en 2020, en los albores de la pandemia. Más allá de las implicancias que tuvo para la humanidad en su conjunto, hay que decir que en su caso la emergencia se tiñó de otro color. Hace más de quince años, el músico estuvo al borde de la muerte a causa de una neumonía que lo mantuvo hospitalizado y luchando por su vida durante meses. Salió y exorcizó la experiencia con música, aunque hay que decir que para Pierce nunca es fácil la tarea de poner en orden sus ideas. “Estuvo bueno, por un lado, estar en casa y la calma que surgió a partir de la cuarentena. Yo bromeaba acerca de que ya no tenés el problema de que no te inviten a una fiesta, porque directamente no había fiestas (risas). Pero por otro lado, había también una sensación de desesperación. Por supuesto que siempre pensaba en la gente que estaba trabajando tan duro para salvar la vida de los demás. Entonces había una mezcla extraña entre psicodélica y movilizante … Y una tristeza. De todas formas, nunca hay una forma fácil de hacer música, te la pasás dando vueltas con tus obsesiones”.
Contando su carrera desde los inicios de Spacemen 3 en los tempranos 80s (de ahí su otro apodo, Jason Spacemen), su primera banda reconocida y germen de Spiritualized, Pierce ya pasó más de la mitad de su vida en el rock. Conoció el éxito en la época en que florecían grupos como Blur y Radiohead, y para el disco Let It Come Down se dio el lujo de convocar a un centenar de músicos, entre orquesta y un coro gospel que se unió al grupo para grabarlo. Esta vez, para hacer Everything Was Beautiful fue un poco más modesto pero no menos minucioso: recorrió decenas de estudios para grabarlo y en total tocó -cuentan sus promotores- 16 instrumentos. “Creo que no fueron tantos”, dice interponiendo algo de modestia. “Pero sí, soy obsesivo y perfeccionista… Me gusta intentarlo todo, y cuando el disco ya está hecho, finalmente sé que está bien porque ya probé y fui a todos los lugares que pude”.
A pesar de los tiempos difíciles en que fueron reinterpretadas las siete canciones que llenan los más de cuarenta minutos del disco, la obra incuba una esperanza. De hecho, su sola salida ya fue un buen augurio para miles de fanáticos de Spiritualized; la mayoría creía que el proyecto de Pierce concluiría con el disco anterior. En medio de todos esos cruces, Everything Was Beautiful abre con el corte de difusión, “Always Together With You”, una oda al amor que, fiel al estilo de la banda, va sumando capas de instrumentos, arreglos y coros, en una poesía que es una entrega devocional al ser amado. “Creo que el demo original tenía algo más tristeza”, dice sobre ese tema, “pero después pensé que tenía que tener algo más de gloria, algo más parecido a ese ‘ver la luz’ del gospel”, cuenta el cantante que, en otro momento de a charla, dirá que más que escuchar artistas nuevos, sigue descubriendo los clásicos ocultos de esa particular cruza de música y espiritualidad afroamericana que lo fascina. Y por supuesto, nunca se aleja demasiado de la fuente primordial: “También ne gusta el rocanrol porque es rudimentario, algo estúpido, lo puede hacer cualquiera y eso me encanta”.
Siguiendo con el disco, con un poco más de rock pero el mismo espíritu de mantra que el primer tema llega la imagen pandémica de “The Mainline Song/ The Lockdown”, no sin antes hacer una escala por la dulce “Crazy”, una canción country. Sin perder la épica (como en la descontrolada distorsión de «The A Song – Laid In Your Arms»), el final tendrá otro rock, esta vez lento y en tonos menores, en el que Pierce avisa con voz rasposa: “I’m Coming Home Again”.
Un poco expresión de deseo, otro poco de autohomenaje y sin dudas con algo de los tiempos marcados por la pandemia, el arte de Everything Was Beautiful vuelve a jugar con la idea de la medicación y una caja de pastillas, tal como sucedió en Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space: “Esta vez se trató de algo más del tipo: ¿quién no se hubiera tomado una droga que se llame ‘Todo fue hermoso’ (traducción de everything was beautiful, N. de R)? Como una especie de Soma de Un mundo feliz, una bomba contra todos los problemas del mundo…”. Para Pierce el sufrimiento, asi como la idea de detenerlo, está siempre ahí. “Me encantaría conocer por qué soy así. Cuando termino de crear, por supuesto que todo el esfuerzo valió la pena. Eso es lo que pasa cuando hacés música: sos siempre tu mayor fan y tu peor enemigo al mismo tiempo”.
Al final de todo, la locura vale la pena. “La mayoría de la gente no va a ver una película ni a leer un libro más de dos veces. En cambio, la música tiene eso tan raro, tan especial, de que si te gusta la ponés una y otra vez. Sucede algo tan extraño en el cerebro humano que cuando escuchás algo que te gusta hay una excitación, un efecto a nivel de las hormonas que hace que digas: ‘quiero eso de nuevo’. Más que debilitarse, la relación con la música es un vínculo que se refuerza con la repetición. Estoy fascinado con esa conexión tan primitiva”.
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