“Lo que más me sorprendió es que la mayoría de la información que había estaba relacionada a la tragedia (la muerte de una niña en un juego) y al cierre, se hablaba poco de los 30 años de historia del parque, de cómo se armó”, cuenta Juan Carlos Domínguez, director de la entrañable Italpark, una película que rescata, a través de distintos protagonistas e imágenes inéditas, la historia del parque de diversiones que hizo las delicias de varias generaciones de argentinos, especialmente las porteñas y de alrededores.

“Me parecía que hacía falta contar lo otro, por eso enseguida fui por ese otro lado. Y así encontré un montón de fanáticos que sospechaba que había porque visitaba algunas webs pero no pensé que ese amor estaba tan a flor de piel. De hecho hoy sigue pasando que la gente se pone a llorar en la sala, te lo agradece por ellos, por su papá que ya no está: pasan cosas fuertes.” 


Así encontró temas dedicados al parque como el de la banda Súper Indianápolis, gente que tiene ploteada la habitación con cosas del tren fantasma y hasta quienes armaron su propio auto eléctrico como los que había en el Italpark (no los chocadores): “Cosas muy de fan, como Fernando Rayetti, que está preparando un sitio en 3D”.  Pero no todo fue tan fácil: al comenzar en plena pandemia, la investigación fue a través de “WhatsApp y por teléfono”, que sumada al cierre de muchas instituciones donde había que ir y sentarse a leer, dificultó la tarea. “Tuve que esperar como dos años, pero los coleccionistas me ayudaron bastante porque tenían como un escaneo de lo que había.” 

La montaña rusa del Italpark.
Foto: Prensa


Sillas Voladoras, Montaña Rusa, Tren Fantasma, Samba, Autitos chocadores casi que formaban parte del circuito obligado de los chicos y chicas visitantes: El Laberinto de Cristal, Dumbo, la Súper Monza eran ya más de quienes preferían dedicar los preciados pesos en algunos juegos. Para todos: luces, volantes (algunos que se movían pero no tenían la menor incidencia en la acción que proponía el juego) y el ruido industrial de fondo de los juegos mecánicos que con la melodía de los gritos de la gente le daban una musicalidad distinguida al espacio que ocupaba el predio en el cruce de las avenidas Del Libertador y Callao. 


“Yo fui un gran habitué y no solo con amigos y primos los fines de semana -recuerda Domínguez-. También en vacaciones. Y los días de mi cumpleaños, que te permitían ingresar a varios juegos gratis. Así que los cumpleaños yo los empezaba ahí y después terminaba en alguna casa. Fui más que nada de niño, adolescente, después tuve un bache y volví a ir ya casi para finales del año 88, que fui al Laberinto del Terror: esa creo que fue la última vez que fui al parque, porque después ya en 1990 cerró.”  

El documental surgió, al menos en el deseo y la intención, cuando Domínguez vio Made in Argentina para su primer documental, Clase media. “Ahí hay una escena grabada en el Italpark que es la única escena del cine argentino (y son varias las que hay, como se puede ver en el film) que tiene un sonido original del Italpark. Eso después me lo dijeron algunos historiadores. Ahí es como que me reencuentro con ese lugar, con ese parque, con ese lugar de encuentro, y lo primero que pensé es: acá hay una película.” Lo segundo, que si se le había ocurrido a él, seguramente se le había ocurrido a alguien más. “En 2015 aparecieron unos chicos que dijeron que iban a hacerla, así que me comuniqué con ellos porque como espectador también tenía ganas de verla, pero no salió. Así que al llegar al 2020 con la pandemia, como no podía distribuir la película que justo había estrenado, me puse con Italpark.”


Un refrán árabe dice que somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres. Acaso también lo sean las cosas y los espacios, en especial lo que simbolizan mientras existen. Y el Italpark fue sin dudas uno de los símbolos más representativos de un país repleto de clase media, de ingresos parejos e instrucción homogénea. En la película se ve la llegada de los micros escolares llenos de chicos y chicas en guardapolvo blanco, micros completos con familias de trabajadores rentados por la fábrica que los empleaba, que corría con todos los gastos de la diversión. El país anclado en 1990 ya no era más aquel país. Hacía rato. Pero aún le hacía falta darse cuenta. El Italpark debió cerrar por la muerte de una nena en uno de sus juegos, por falta de mantenimiento. “No tengo una hipótesis de por qué quedó así, como en el olvido. Seguro que su historia estaba latente, porque apenas aparece algo se dispara: cuando apareció la información de que había una peli surgió como una locura de gente por querer ir a verla. En el Bafici agotó en tres horas todas las entradas de las tres funciones: me llamaban hasta famosos para que le consiguiera una entrada. Pero no podría decir por qué. Creo que terminó ‘manchado’ por la historia del accidente.”  


“El parque terminó desparramado por varios lados. Hay juegos que están en Brasil, hay juegos que están en Luján, hay juegos que están en Córdoba, en containers en diferentes campos en diferentes lugares. No es que quedó todo armado en un lugar donde vos lo podés ver. Es como que quedó todo muy desmembrado.” Quien pretenda ver en eso una metáfora del país de los 90 (que ahora se pretende reeditar) no estará delirando. Menos después de ver un documental que respeta a rajatabla el relato cronológico. “En general laburo cronológicamente, tal vez sea un defecto, pero estudié historia y me parece que así se comprende mejor lo que sucedió.” Y que, a diferencia de la mayoría de los relatos con testimonio a cámara, que los ubica a ambos márgenes de la pantalla, estableciendo entre ellos una especie de diálogo, cuando no de contrapunto, acá todos miran hacia el mismo lugar. “No fue una escena estética, salió. Y creo que se debe a que no hay discusión o una contradicción en lo que se cuenta: es una evocación al parque.” Como le sucede al personaje de Luis Brandoni en la escena que dio origen al documental, la evocación de un tiempo feliz.

Foto: Prensa

Italpark

Guión y dirección: Juan Carlos Domínguez. Próximas funciones 5 de junio San Martín: Unsam Universidad de San Martín, 25 de Mayo y Francia. Teatro Tornavías, 10 , entrada libre y gratuita, anotarse previamente en [email protected]. 11 de junio: Comunidad cinéfila, Bar La yunta 20. Lavalle 3491 (Caba), reserva de entradas en @comunidadcinefila. 16 de junio: Olivos, Cine York, 18:30, Juan Bautista Alberdi 895, entrada libre y gratuita por orden de llegada. 13, 20 y 27 de junio: Centro Cultural Recoleta. Junín 1930, 19, entrada libre y gratuita http://www.centroculturalrecoleta.org/.