Iosi Havilio: «Mi anhelo es animar resurgimientos hasta el final»

Por: Martina Delgado

El escritor acaba de publicar Buuuh!, una novela con 1590 capítulos en donde se entrelaza el diario del rodaje de una película que nunca se filma, con otras historias. La publicación coincide con la inauguración en el Centro Cultural Borges de su primera muestra, Sobre el arte de la novela, en donde transforma sus propios libros en piezas de arte visual.

La traducción de un llanto, el abucheo de una multitud o el bramido de una bestia furiosa; todo eso es Buuuh! (Entropía), la última novela de Iosi Havilio. A la manera de un animal salvaje, este libro despliega su táctica de supervivencia, la de un cazador de mundos. Buuuh! es el diario de rodaje de una película que nunca llega a filmarse, pero también es la bitácora de una invasión extraterrestre, el registro de la intimidad de una pareja y el soliloquio de un hombre en plena pandemia. En el medio hay entradas de wikipedia, partituras musicales, teorías esotéricas y todo tipo de tips new age; instantáneas de una totalidad que nunca se acaba, siempre es mayor y sólo puede intuirse. Y aunque contenga el virus del fin del mundo, en este universo nada se extingue: todo muere y vuelve a nacer, como las frases célebres que se citan una y otra vez, siempre de forma diferente, bajo el ritmo frenético de una maniobra de reanimación. Es el mismo ejercicio al que acaba de someter toda su obra: la publicación de este libro coincide con la inauguración en el Centro Cultural Borges de la primera muestra del escritor, Sobre el arte de la novela, que se enmarca en el proyecto de Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía “La línea piensa”. A través de la pintura, interviene, destruye y vuelve a construir todos los libros que publicó, desde su primera novela Opendoor.

El calor del verano porteño llega a Los 36 billares, un café de los que ya no existen. Mientras hablamos Iosi toma un cuaderno y una lapicera. Parece que va a escribir, pero no: dibuja. Sobre el papel, la entrevista se convierte en otra cosa.

Es curioso que sea el diario de un rodaje en el sentido de que no se entra a ver la película sino que se entra al set de filmación, entre otras muchas cosas que pasan en el diario. ¿Esa es también una postura frente a la literatura?

-En Historias desde la soledad, Benjamin dice una cosa muy genial: el inconsciente tiene pasión escénica. El inconsciente es todo lo que somos. Solo hay un ápice chiquitito que sale a la luz. Es decir, todo eso que somos tiene una pasión y no puede evitar mostrarse en escena. La literatura, el cine, cualquier historia tiene pasión escénica. Y tiene dos maneras de manifestarse. Por un lado, lo que pasa en escena. Pero por el otro lado, nombra el escenario, el lugar donde se posiciona para hacer esa historia y las bambalinas, el entretelón, la utilería, los palcos, la platea, la parte de atrás, la ciudad, etcétera. El set es lo que arropa lo que estás contando. A veces te enfocas más en un plano que en el otro. Me pasa que voy y vengo con eso. En este caso, Buuuh! muestra la película de la película. 

Te escuché decir que son los universos y no los escritores los que formatean las obras. ¿Por qué este universo está contado de esta manera?

-Los universos formatean las historias como nos formatean a las personas. En el transcurso de una vida, ¿qué porción de decisiones tomamos? Son muy poquitas. Lo que tenemos para elegir es nada. En todo caso, cuando uno escribe, pinta o lo que fuere, puede tener un rol interpretativo. Interpreto este barrio, esta charla, esta poesía y veo qué hago con esa interpretación, qué siento y cómo actuó. Y los universos de la novela para mí serían algo así como el universo de la vida. Visualizo esas chicas que andan filmando en ese set en Punta Indio: ¿qué hacen ahí?, ¿qué sienten? En función de eso escribo.

En relación con la forma que va teniendo el universo: tiene que ver con la supervivencia. Hay cuatro, cinco o seis diarios que están superpuestos. Todos esos diarios tienen eso en común. Hablar para decir aquí estoy y sigo adelante, contar para afirmarse en algún tipo de espacio, tiempo o narración. Hay un diario que tiene que ver con la película y con lo que se está contando, que es un momento crucial, que es el final y una invasión de chanchos salvajes, otro diario es el de la pandemia, que también es un diario claramente crucial y de supervivencia, otro diario es de clases o de lectura, otro diario es el íntimo, el de las emociones/la sexualidad, el diario de las ideas y el diario de ciencia ficción. Todos esos diarios pueden convivir en la supervivencia y a su vez pueden sobrevivir nombrando cada momento. Se organiza diariamente, como la supervivencia. Es este gesto de decir: “ok, paso a paso: 1, 2, 3…”. 

¿Por qué te interesa la supervivencia?

-La primera forma que tuvo esta novela, fuera de mi computadora y fuera de mi manuscrito, fue una carpa. Durante la pandemia, empecé un taller de dibujo con Viviana Blanco que me inspiró y movilizó a hacer otras cosas inclusive con las novelas que ya tenía publicadas. A fin de año hicimos una muestra en una casa que se iba a demoler en Núñez, cerca de la estación. Yo venía dibujando y escribiendo esta novela. Vi que la casa tenía un altillo. Subí una carpa vieja que tenía y la forré toda con los manuscritos de la novela. Entonces la gente subía por una escalerita al altillo y ahí se encontraba con la carpa forrada y adentro toda la novela desordenada. La idea era que cuando alguien entraba leía partes y se llevaba ese fragmento. Esa fue la primera forma que tuvo Buuuh! Parecía la improvisación de un lumpen que se metió en una casa en demolición y armó su propia tienda con su trabajo, su novela. En esa instalación se evocaba el poema “Mi casa es la escritura” de Cristina Peri Rossi, que muestra justamente la idea de la escritura como una casa, pero no es una casa del confort, es una casa superviviente, una casa para romper, para violar, para tirar paredes y puertas. Bueno, hay algo ahí.

La primera forma que tuvo la novela.
Foto: Gentileza Iosi Havilio

Me viene una cosa que pensé varias veces. Mis dos abuelas, cada una a su modo, me enseñaron, me dieron de probar esta idea de sobrevivir. Vivir significa sobreponerse a algo que no quiero ni espero. A veces más horrible, a veces menos horrible. En el caso de mi abuela paterna, el exilio forzado por el Holocausto; en el caso de mi abuela materna, al exilio no tan forzado desde las provincias, pero también sometida a un matrimonio de mierda. Con mi primera novela, Opendoor, siempre llamó la atención la actitud de la protagonista: da la sensación de que todo le resbala y va para adelante. Después de unos años entendí que tenía que ver con el espíritu de estas dos mujeres que yo había conocido mucho y que me enseñaron un poco eso, que la vida es supervivencia. Hay un capítulo en Buuuh! que tiene que ver con el protocolo “Zafarrancho de abandono”, así se llama la técnica de supervivencia de un buque. Me gustó la idea de que para sobrevivir hay que abandonar. Y lo que pasa en esta novela con los vínculos, con la pasión, con lo social y lo político tiene que ver con esto. 

¿Cómo fue el proceso de escribir este diario? 

-Fue muy divertido. Diría que fue casi en trance. La escritura gorda fueron tres o cuatro meses de trance. Tiene que ver mucho con esta idea de la interpretación de los mundos: empezaron a sumarse otros, escuchaba voces. Y también encontraba todo el tiempo material por todos lados y de hecho buena parte de los textos que están los iba pegando en la pared. En ese momento tenía un escritorio en donde estaba toda la novela desplegada delante mío. Antes de ser una novela, fue una instalación visual personal. 

Te rechazaron esta novela en una editorial por ser “demasiado poética”. ¿Acordás con esa definición?

-Bueno, ¿qué quiere decir la palabra poética? si la palabra poética es singular, la poiesis, una voz, y en Buuuh! son una serie de voces que van afinando algo cada vez más singular; entonces, sí. Ahora, en términos de circulación de libros o de géneros, ¿qué significa? Este libro como una novela no lo lees. Es un híbrido. Es como una provocación y una desorientación para el lector. Tampoco es un texto tan loco. Hay escritura en fragmentos que se cruzan con otros desde que el humano es humano. De hecho es lo más natural. Lo que no es natural es que comience y termine de manera hilada. Un día en la vida de una persona está lleno de fragmentos muy variados, inconexos, todo el tiempo. Fragmentos que tienen que ver con el cuerpo, con lo que duele, con lo que quiero, con lo que veo en el cielo. Eso somos. Y después también hay un mundo alrededor de la poesía…la poesía puede generar devoción. Pero luego aprendí a jugar con la poesía, cagarme en la poesía. 

Foto: Gentileza Iosi Havilio

En Buuuh! hay constantemente citas célebres (y no tanto) que se reversionan, ¿cómo disponés de ese material? 

-A veces nos acercamos a las letras de una manera apasionada y al mismo tiempo con cierta veneración. Las letras nos han venido veneradas. ¿Con razón? Sí. ¿Con imposición? También. Es un círculo vicioso de temores, como todo lo que no se siente suficientemente querido en sí mismo. Yo era ese muchacho a los quince o dieciséis años cuando empecé a leer. Le estoy perdiendo el respeto con los años a todo eso y enamorándome de otros modos con el texto, con los clásicos, con la poesía, con el aforismo, con mi propia escritura. En este libro hay algo de eso, una sacudida, un reencuentro y una reinvención de esa materia tan querida y al mismo tiempo cuestionada. 

¿Eso te pasó también cuando interviniste tus textos con la pintura?

-Bueno, tiene que ver mucho con la reinvención y con volver a querer. Cuando publicás un libro estás contento, llamas a tus hijos, le contás a tu novia. Y después de eso haces un posteo en las redes. Ahora en Instagram, antes en Facebook, antes de eso mandabas un mail y antes de todo eso te parabas arriba de un tarima en el Parque Lezama y lo leías en voz alta. Podés tocar materialmente algo que anhelabas. Estás contento. ¿Cuánto dura eso? Muy poco. Yo digo que cuanto más dura la ilusión de que algo sigue pasando con ese libro, menos dura su verdadero efecto. Ya no pasa nada con ese libro. Estás viviendo otro momento, se está escribiendo otra cosa, tenés otros problemas. Pero lo que me pasó con la pintura es que tuve un reencuentro con esos libros. De Estocolmo tenía cajas y cajas de ejemplares. Durante las intervenciones lo adoré, volvió un renacido, como Cristo. El juicio se diluye en favor del renacimiento. Y ahí hubo una reinvención. El libro se convierte en otra cosa. Mi anhelo para adelante es ese: animar resurgimientos hasta el final. 

Sobre el arte de la novela puede visitarse en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525) hasta el 18 de febrero, de miércoles a domingos de 14 a 20 horas. Entrada libre y gratuita. 

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