Los superfans de este parque de diversiones cuentan historias y misterios del Parque creado por expertos de Disney World que todavía quedan sin resolver. Cómo siguieron conectados con un pasado que los hizo felices.
En diálogo con Télam, estos superfans contaron historias y misterios del Parque que todavía quedan sin resolver. «Una vez fui capaz de sacar pasajes para irme de vacaciones a Formosa porque descubrí que allá había algunos juegos del parque recuperados», aseguró Gabriela durante una recorrida por las ruinas de Interama en Villa Soldati, un terreno que originalmente ocupaba 110 hectáreas sobre avenida Fernández de la Cruz casi Escalada, y fue el parque de diversiones más grande de Latinoamérica.
Hoy el predio se redujo por la construcción de la Villa Olímpica y el Hospital Cecilia Grierson, pero todavía se puede visitar los fines de semana un cuarto de todo lo que era Interama, que llegó a tener 60 juegos importados de Europa y Estados Unidos. Desde que cerró, Gabriela recorre el país para visitar los parques itinerantes que tienen algunas de las atracciones de Interama restauradas.
«Cada vez que subo de nuevo a un juego se me sale el corazón porque yo le agarré amor al parque. Me sacó de muchas situaciones feas», remarcó la mujer de 55 años que es comerciante y fundó la agrupación Unidos por el Parque de la Ciudad (UPC). «Con mi exmarido tenía problemas de violencia de género y yo me iba al parque a distraer. Era como ir a otro mundo», relató.
Vestida con un antiguo uniforme del parque, un traje con una blusa blanca, un chaleco verde y una pollera azul acampanada, Gabriela contó que fue por primera vez a sus 16 años y tenía la ventaja de que su mamá trabajaba en la imprenta que hacía las entradas. «Iba gratis las veces que quería sola o con amigos. También llevé a mi actual marido que de blanco quedó transparente porque no todos resisten los juegos», dijo riendo la mujer.
Por su parte, Hernán (45) es técnico electrónico, administra la cuenta de Instagram @torreespacialok con más de 12.000 seguidores y organiza recorridas por el parque. Reconocido por otros fans como el hombre que más sabe sobre la historia de Interama, Hernán asegura que «el diseño fue muy innovador» y diferente al Italpark porque todo estaba pensado al detalle, desde los caminos hasta los jardines.
El parque fue inaugurado en 1982, pero el nombre de Interama le duró solo un año porque con la vuelta de la democracia se le revocó la concesión a la empresa privada por incumplimiento del contrato y quedó en manos de la Municipalidad, pasándose a llamar «Parque de la Ciudad».
El proyecto fue idea del militar Osvaldo Cacciatore, intendente porteño durante la última dictadura, quien planeaba construir el «Parque Zoofitogeográfico y de Diversiones de la Ciudad de Buenos Aires», pero jamás se llegó a completar el diseño original que fue realizado por tres estudios de arquitectos de Estados Unidos que trabajaron en los parques temáticos de Disney World. El zoo, que nunca se construyó, iba a emplazarse en el actual Parque Indoamericano, donde los animales iban a vivir sueltos en hábitats naturales recreados.
Como complemento se pensó el parque de diversiones y «hoteles cinco estrellas para el turismo internacional», explicó Hernán, quien realizó una maqueta en escala mil veces más pequeña que el parque para representar el proyecto completo de Interama.
Se buscaba transformar en un complejo de lujo a las tierras del sur porteño que eran el gran basural de la Ciudad de Buenos Aires y antes habían sido un terreno inundable conocido como el Bañado de Flores. «Más que una idea fue un capricho porque no hicieron ningún estudio previo», apuntó el aficionado y agregó que el parque «terminó costando alrededor de unos 180 millones de dólares y se convirtió todo en deuda externa».
Después del furor del parque en los primeros años, su ocaso comenzó en 2001 cuando un operario falleció mientras reparaba un juego y para el 6 de noviembre de 2003 el juez Roberto Gallardo clausuró algunas atracciones.
Fue ese mismo día que el gobierno porteño decidió cerrar en forma preventiva todo el predio. Si bien el parque volvió a abrir en 2007, por pocos meses y con solo 14 juegos infantiles habilitados, jamás volvió a ser el mismo después del 2003. Desde entonces, se fue transformando en un espacio verde público, mientras que las estructuras gigantes de metal descoloridas de los juegos siguen emergiendo entre los pastos como fósiles del Disney porteño que no prosperó.
El recuerdo de las épocas gloriosas llevó a Gabriela a tatuarse debajo del hombro derecho a su juego favorito, el Sky Diver, que era similar a una vuelta al mundo. «Si vos veías un carro que daba vueltas sobre su eje a 500 por hora, ahí estaba yo. Agarraba el volante y le daba con todo, quedaba de cabeza», graficó y subrayó que le encantaba sentir la adrenalina.
Además, en su brazo izquierdo y en la cadera tiene tatuados dos logos distintos del parque, en los que resalta la Torre Espacial y una lluvia de estrellas. La Torre, con sus 208 metros de altura total, es el emblema del parque y es también una de las grandes pasiones de Hernán, quien todavía hoy se pasa horas elucubrando teorías con grupos de fanáticos por WhatsApp.
Entre los misterios que lo inquietan, Hernán intenta desentrañar por qué de los siete lagos que se construyeron, dos fueron tapados antes de la inauguración. Sobre los mitos que rodean al parque, el aficionado señaló que muchos exempleados revelaron que cuando Interama estaba abierto hasta la madrugada había molinetes que giraban solos.
Si bien él nunca vio eso, sí asegura que sentía «una sensación rara» al caminar cerca del edificio inconcluso que estaba inspirado en el Panteón de Roma y hubiese sido el primer Cine Imax 3D de América Latina. «Hace poco me enteré de que cerca de ese edificio, antes de que existiera el parque, hubo un accidente muy grave», contó sobre la tragedia que ocurrió en 1962, cuando un tren del Ferrocarril Belgrano Sur embistió a un micro escolar y murieron 42 personas.
En la recorrida por el parque aún se puede ver en pie la montaña rusa Vertigorama, que se trajo de Suiza y era una de las más grandes del mundo, pero nunca se habilitó. Cuando le revocaron la concesión a Interama, la montaña rusa fue vandalizada y se robaron el controlador programable «que para la época era una cosa de la NASA», afirmó Hernán.
En los últimos 20 años distintas asociaciones de fanáticos se ofrecieron para restaurar ad honorem los juegos. Sin embargo, fuentes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires indicaron a Télam que la viabilidad de esas propuestas «es compleja por dificultades en torno al marco legal» y los seguros para los voluntarios.
También descartaron que existan proyectos para que los juegos vuelvan a funcionar. «Hasta el 2019 lo que se hizo fue removerlos y venderlos a privados. Los que todavía remanen son juegos que no son redituables», explicaron. Entre las atracciones que quedan de pie, Gabriela prometió que no va a dejar morir al parque. «Para mí representa mi vida», concluyó.
La Torre Espacial, el ícono de Interama, es con sus 208 metros la segunda construcción más alta de Argentina (fue la primera hasta 2019) y a 20 años del cierre del parque de diversiones sigue despertando todo tipo de mitos, como la creencia popular de que iba a tener una confitería giratoria o que su diseño estuvo inspirado en la espada Excalibur del rey Arturo.
«No se diseñó ni se pensó una confitería y un restaurant giratorios en la Torre. No está en los planos ni en ningún lado», aseguró a Télam Hernán Rodríguez, técnico electrónico que se dedicó a rastrear todos los secretos de la historia de Interama y creó la cuenta de Instagram @torreespacialok para compartir la información que recopiló durante años.
A dos décadas de que los juegos dejaron de funcionar un 6 de noviembre de 2003, Rodríguez repasó en diálogo con Télam las leyendas que rodean a la Torre Espacial, que actualmente está cerrada al público, pero continúa siendo un emblema del barrio de Villa Soldati.
La Torre fue diseñada y construida en 1979 en Austria por la metalúrgica Waagner Biro y luego se trasladó hasta la Argentina desarmada en 300 contenedores. Se trata de una estructura totalmente metálica de 1.500 toneladas y cristales dobles, asistida por 6 tensores de acero de 10 centímetros de diámetro.
Fue inaugurada al público el 9 de julio de 1985 y tiene uno de los miradores más altos de América del Sur, a 176 metros de altura, desde donde se disfruta de una vista panorámica de 360 grados de la Ciudad de Buenos Aires que puede alcanzar los 80 kilómetros de distancia y hasta se puede visualizar la costa de Uruguay en días de cielo abierto.
En total, la Torre tiene una altura de 208 metros y se destacan tres plataformas hexagonales ubicadas a 120, 124 y 176 metros de altura. Con el triple de la altura del Obelisco, la Torre Espacial fue hasta el 2019 la construcción más alta de Argentina, año en que fue superada por la Alvear Tower Puerto Madero de 235 metros.
Como fanático, Rodríguez recuerda a la perfección la primera vez que vio a la Torre, a sus 10 años, cuando fue con su papá hasta el parque para buscar a su hermana. «Tengo grabada la sensación de estar viendo una semejante estructura y que la parte más fina, la superficie más chica de la torre, sea la base, que es todo lo contrario de cualquier edificio que se achica hacia arriba», contó.
También rememora el primer día que se subió al mirador con sus compañeros de colegio y la madre de uno de ellos. «Cuando se abrió la puerta del ascensor, ella lo primero que dijo fue ‘¡ay, Dios mío!’. Y yo sentí lo mismo porque ver toda la ciudad de arriba es impresionante», aseguró. Su fanatismo lo llevó a impulsar un proyecto de ley para proteger a la Torre, lo que se logró al ser declarada en 2011 Monumento y Bien Cultural de la Ciudad, ley N° 3.860.
Según la información que recopiló, también es falso que la forma de la Torre esté basada en la espada Excalibur del Rey Arturo. En realidad, el diseño se corresponde con la temática futurista de una parte de Interama, que estaba dividido en cuatro sectores: Futuro, Latino, Carnaval y Fantasía.
Desde noviembre de 2003, cuando el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires porteño cerró el parque, la Torre estuvo fuera de servicio. Recién reabrió el mirador en 2011, luego de su restauración. Sin embargo, en 2017 cerró nuevamente al público y continúa inhabilitada hasta hoy.
Fuentes del gobierno porteño confirmaron a Télam que el objetivo es que vuelva a estar disponible para visitas, pero «hay aspectos técnicos y presupuestarios que todavía están en evaluación». Si bien la Torre está estructuralmente apta, las fuentes precisaron que se requieren trabajos de puesta en valor de los ascensores y una adecuación a los planes de emergencia actuales. Mientras avanzan los estudios, Rodríguez solo espera con ansias el día en que pueda volver a contemplar la ciudad desde el espacio.
*Artículo elaborado por Milagros Alonso para la Agencia Télam.
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