“Infiltrados”: breve historia del barrabrava, el subinspector Farías y el patrullero en llamas

Por: Pablo Solana

Los dos casos más difundidos de posible infiltración policial en los hechos de violencia del 12 de marzo, puestos bajo la lupa. Las dificultades para asumir que la respuesta callejera ante una represión criminal puede no ser del todo “pacífica”.

Eran las 17,45 del miércoles 12 de marzo. Había pasado más de media hora del inicio de la represión. Algunas columnas de estudiantes universitarios ya se retiraban por Avenida de Mayo. Detrás, buscando demorar el repliegue lo más posible, cerca de un millar de manifestantes se resistían al desbande arrojando piedras al cordón de uniformados que disparaban hacia la plaza y a los cuerpos. Se cubrían el rostro para evitar el daño de los gases en los ojos y en las vías respiratorias. De manera un tanto descoordinada pero efectiva buscaban hacer el aguante, evitar que la policía pudiera abortar tan fácilmente la movilización después de haberle pegado a los jubilados una vez más.

En ese trayecto de la avenida que une el Congreso con la Plaza de Mayo, a la altura de la calle Santiago del Estero, el móvil 8008 de la policía de la Ciudad, patente AAF766DC, se encontraba sobre la mano impar, con las luces encendidas, sin personal policial que lo custodiara.

El nutrido sector de la movilización que resistía llegó a ese punto después de haber organizado al menos tres barricadas previas: la primera, a la altura de la calle Sáenz Peña; la segunda, en el cruce de Avenida de Mayo y San José; y otra, pocos metros antes de donde estaba el móvil policial. Ya frente al vehículo, unos cuantos verificaron que no hubiera uniformados cerca. Era extendida la idea de que la policía había dejado el patrullero allí adrede, pero poco importó. Alguien tanteó la puerta delantera derecha, que estaba sin seguro: la dejó abierta. Algunos gritaban, arengaban para atacar al móvil. Entre varios lo dieron vuelta –el momento está filmado: son cerca de 20 jóvenes–. El vehículo quedó ruedas arriba, corrido algunos metros hacia el centro de la avenida. Cuatro o cinco se subieron encima, bailaron, festejaron el hecho. Había personas a cara descubierta y otras con la cara tapada: una –que no se supo si era un muchacho o una joven– pintó sobre el móvil la letra A rodeada por un círculo: anarquista. Otro muchacho, algunos años mayor, se destacó del grupo. Pareció ser quien arrimó el primer encendedor para iniciar el fuego. Alguien más arrojó, dentro del móvil, un pequeño tacho plástico, y la llama se inició. La mayoría de quienes rodeaban la escena celebraron. De fondo, se escuchaba el rugido colectivo: ¡Oh, que se vayan todos, que no quede, ni uno solo!

División Canes, Policía Federal

El subinspector Gonzalo Farías posa, junto a su perro Henko, con uniforme policial y chaleco perteneciente a la División Canes de los Bomberos de la Policía Federal. Su foto, publicada originalmente en el Instagram de la PFA con fecha 28 de abril de 2024, se viralizó en redes sociales días después de la movilización. En diferentes publicaciones –muchas de ellas realizadas por periodistas y medios de comunicación– se lo señaló como iniciador del fuego de los contenedores de basura sobre la Avenida de Mayo, esos que nutrieron las mismas barricadas que complementaron el incendio del móvil policial. El origen de esa denuncia radica en un video donde se ve a una persona cuyo aspecto se asimila al del subinspector en cuestión, cerca de los contenedores humeantes, y una señora dice: “Tenía una cosa para prender fuego dentro. Quién carajo es, está filmando y prendió un coso fuego”. La imagen lo muestra ya distante de los contenedores, por lo que no se lo ve encendiendo nada. Sin embargo, su apariencia no ayuda a despejar sospechas: campera verde oliva, mochila estilo fajina, corte de pelo militar y cámara Go Pro. Otra persona lo filma, le pide que se identifique. El sujeto se descubre la cara (que llevaba tapada con un cuello alto), muestra una credencial de prensa en la que no llega a leerse el nombre, pero dice trabajar en Emergencias TV. Se trata de un medio de difusión que registra “la labor diaria de los servicios de Emergencias en primera persona”. El contenido muestra la actividad de brigadas de bomberos, de la Policía y voluntarios. También registra algunos dispositivos policiales en movilizaciones. Aún antes de que esta persona fuera denunciada, ya se encontraba en Youtube la cobertura que había realizado de la movilización del miércoles pasado.

Emergencias TV publicó un comunicado desmintiendo que su reportero haya participado “en cualquier tipo de incidente o confrontación”. Sin embargo, durante los días posteriores se incrementó la campaña en redes señalando al “subinspector Farías” como responsable del fuego durante la marcha. Entonces el sitio publicó un video en el que la persona que había estado en la movilización da su versión de los hechos. Dice llamarse Eduardo, ser parte del “equipo de producción”, haber estado en la marcha haciendo una cobertura periodística y desmiente ser policía (en el video se nota, de mejor modo, que su rostro efectivamente no coincide con el del tal subinspector).

Infiltrados

El del patrullero y el del sujeto sospechoso señalado como “subinspector Farías” fueron los dos hechos principales agitados, en medios y redes sociales, como evidencia del accionar policial detrás de los focos de violencia entre la multitud una vez iniciada la represión.

Es justo partir de la certeza de que, en jornadas de importancia para el gobierno como lo fue la del 12M, las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia disponen de agentes de civil como complemento del operativo represivo. Los partidos políticos y organizaciones de izquierda no están ajenos al riesgo de infiltración, como contamos en este artículo de la Revista Crisis cuando fue la movilización por la Ley Bases a mediados del año que pasó.

Sin embargo, esta vez, ni el incendio del patrullero ni el inicio del fuego en los contenedores de la Avenida de Mayo parecen haber sido obra de algo distinto a la bronca de los propios manifestantes.

La falta de precisión puede ser, incluso, peligrosa. Sucedió en 2018 cuando dos diputados del Frente para la Victoria mostraron en el Congreso fotos de supuestos infiltrados policiales que, después se supo, eran en realidad militantes anarquistas. En esta ocasión, mientras las redes sociales daban rienda suelta al pedido para que se detuviera “a los que prendieron fuego el patrullero” bajo el razonamiento de que las autoridades no lo harían por tratarse de policías infiltrados, la División de Investigaciones Especiales de la Policía de la Ciudad se nutría de las imágenes de quienes reproducían esa denuncia para identificar primero, y detener después, a un manifestante: Fernando Yurquina, de la hinchada de All Boys.

Es el primer detenido que se mantiene privado de su libertad tras la movilización. La evidencia fue evaluada por la jueza Karina Andrade, la misma que decidió la libertad de quienes habían sido detenidos la misma noche de la protesta en el Congreso, por lo que en principio pareciera no tratarse de una causa armada. Yurquina, de 46 años, participa de la barra de su club. Reconoció en sus redes sociales haber protagonizado lo del patrullero. Publicó en Facebook ese día una foto con un puñado de hinchas de All Boys (como hicieron decenas de otros grupos de hinchas) y escribió: “Primero está el vien estar (sic) de los abuelos, después todo lo demás”. Al parecer tiene antecedentes que incluirían violencia de género y lesiones agravadas: tal vez se trate de una persona que deba aclarar cuestiones con la justicia. Pero, a los fines de este análisis, lo que cabe preguntarse es si realmente es verosímil que se trate de un “infiltrado” perteneciente a las fuerzas de seguridad.

El caso de la persona con aspecto policial que reporta para el medio Emergencias TV requiere otro enfoque. En ese portal dicen contar con un equipo de 11 personas para cubrir video, fotografía y edición. Cuentan con cámaras y vehículos propios. Dicen que todo es autofinanciado por los integrantes. Puestos a evaluar esa información, la pregunta sobre el financiamiento resulta fundamental. Alcanza con conocer la dinámica de los medios independientes y autogestivos para saber que resulta prácticamente imposible contar con vehículos, equipos profesionales y dedicación exclusiva si no se recibe dinero en montos apropiados a un despliegue de esa calidad. El medio, que se mueve en el ámbito de las actividades policiales, podría funcionar como cobertura para presentarse en protestas como “periodistas” y de ese modo hacer inteligencia sobre los manifestantes. Podría, incluso, estar financiado por organismos de inteligencia. Hasta el momento no lo sabemos. En todo caso, hubiera sido correcto si la persona señalada (que no se corresponde con la foto del subinspector en cuestión) hubiera sido “invitada a retirarse” de la movilización, aunque no parece tener sustento la acusación que lo señala como iniciador del fuego, porque no hay imagen ni mayor evidencia que lo muestre en esa actitud (aunque había decenas de personas grabando con sus celulares).

Quiénes fueron

Si, durante el 12M, los hechos de resistencia violenta no los produjeron infiltrados (al menos no la mayoría, no los determinantes, como las barricadas y la resistencia a cascotazos para frenar el avance policial), habrá que asumir que esos hechos pudieron surgir de la propia movilización.

Mario Santucho, del colectivo editorial de la Revista Crisis y uno de los promotores del Mapa de la Policía, afirmó días atrás en diálogo con Alejandro Bercovich: “Seguramente hay infiltrados. Pero si atribuimos cada hecho de violencia a supuestos infiltrados, lo que estamos cuestionando es la posibilidad de reaccionar cuando el poder te reprime. El otro día registramos otra actitud en la calle, menos miedo, menos sorpresa. Hubo una reacción espontánea, de hinchas. Lo que vi, en la retirada, cuando nos cagaron a gases y balas de goma, es que fue la gente la que empezó a hacer barricadas”.

Pareciera operar un prejuicio, en muchas de las personas que emiten la denuncia sobre el accionar de infiltrados sin chequear la información (como sucedió en torno a los dos casos mencionados más arriba), que responde más a un sesgo ideológico que a elementos sólidos, verificables. Como si costara asumir que la protesta, en ocasiones, puede no ser del todo “pacífica”. Especialmente cuando es desafiada por una represión antidemocrática, contraria a las más elementales garantías, violenta y criminal. Como sucedió el 12M. Como podrá volver a suceder si este gobierno insiste en avanzar con un modelo de exclusión y represión a la protesta social.

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