A 72 años del paso a la inmortalidad de la abanderada de los humildes, el pueblo no la olvida.
Sus descamisados y descamisadas se amuchan en la esquina de Azopardo e Independencia. A 72 años del paso a la inmortalidad de la abanderada de los humildes, el pueblo no la olvida. Mucho menos en estos tiempos oscuros de los ejércitos de la noche mileísta. “Hay que venir a recordar a Evita porque era el alma del peronismo. Ella fue amada y odiada, pero nunca pasó desapercibida, es eterna”, dice Dora, jubilada arrimada a la marcha de antorchas que convocó la Juventud Sindical de la central obrera . Doña Dora reparte estampitas de la santa del pueblo: “Decir Evita en estos tiempos es una contraseña para la resistencia. No nos van a doblegar”.
A unos pasitos dibuja la V con sus dedos como bandera a la victoria Paula, militante de ATSA, gremio de la vital sanidad. “Hay que estar porque ella marcó la historia de las mujeres argentinas y latinoamericanas. Ella luchó por nuestros derechos, no vamos a entregarlos”. La compañera Marian, mechones rubios y boca pintada con aire de personaje de novela de Manuel Puig, dice que los derechos no se negocian: “El voto femenino, los derechos laborales, las de las diversidades, todo ponen en peligro estos falsos libertarios. Por eso estamos”.
La columna marcha sin prisa pero sin pausa por Azopardo rumbo a la Catedral metropolitana. Arden las velas que llevan tatuadas el rostro de la patrona de los de abajo. Imposible apagar tanto fuego.
Docente en lucha es Eugenia. La militante de Sapod da cátedra de justicia social mientras camina por el frígido centro de la ciudad de la furia macrista: “Es necesario seguir peleando, no bajar los brazos como Eva y Perón. La motosierra de Milei es la antítesis al proyecto nacional y popular de Evita. Vamos a seguir peleando, así nos enseñó Evita”.
“A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido”, se canta fuerte cerca de la Catedral. Los gritos llegan hasta Roma, donde descansa el compañero Francisco.
Carlos es peronista desde la cuna. El morocho se gana el pan en el gremio de las actividades deportivas y civiles: “Evita es como mi abuela, como mi vieja, un familiar que quiero mucho y nunca puedo olvidar, es familia”. Al despedirse, Carlos dispara: “En este momento de mierda hay que seguir el ejemplo de Eva. Los trabajadores, los que perdieron el trabajo, los mas humildes de esta patria tenemos que unirnos, llevar a Evita como bandera a la victoria. Ya te dije flaco, no nos han vencido”.
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Me alegra que el pueblo la recuerde,yo tenía 7 años y de la mano de mí padre fui al Congreso a despedir a ella la mujer que se ocupó de su pueblo