La boxeadora argelina acusada por líderes de extrema derecha tras el abandono de la italiana Angela Carini venció a la húngara Anna Hamori y al menos se aseguró el bronce, el lado deportivo de una pelea política entre el COI y la Asociación Internacional de Boxeo (IBA).
“Estos Juegos Olímpicos 2024 son pura Sodoma y Gomorra -dijo Kremlev, el presidente de la expulsada IBA, que organizaba el boxeo olímpico-. Bach es un sodomita. Y los miembros del COI, unos marginados de la sociedad. Los Juegos son pura destrucción de los valores tradicionales en todo el mundo, y Bach es el responsable”. La IBA de Kremlev jura que laboratorios rusos certificaron, después de que venciera a la rusa Azalia Amineva en su Mundial de Nueva Delhi 2023, que Khelif no es una mujer. “No fue sometida a un examen de testosterona, sino a una prueba independiente y reconocida, cuyos detalles se mantienen confidenciales”, comunicó. Pero la propia IBA había permitido antes a Khelif que pelease, despreocupada entonces por el riesgo potencial de las rivales. La IBA también le había dado el ok a Lin Yu Ting, de China Taipéi (Taiwán), quien peleará este domingo en los cuartos de la categoría de hasta 57 kilos. Khelif y Yu Ting quedaron atrapadas en medio de la disputa política entre el COI y la IBA. Aunque el COI todavía no la reconoció, en 2023 se creó la World Boxing, con el objetivo de ocupar el lugar vacante de la IBA. Como presidente del boxeo, Kremlev había trasladado el negocio de Lausana (Suiza) a Moscú. La World Boxing tiene su sede en Lausana, igual que el COI. Y apoyó sus criterios de elegibilidad, el centro de la cuestión, el debate en sí. “Es muy importante que, cuando las personas son elegibles para competir, las respetemos”, sostuvo el neerlandés Boris van der Vorst, presidente de la World Boxing, que aspira a organizar en Los Ángeles 2028 el boxeo olímpico, presente sin interrupciones desde Amberes 1920, ahora de futuro incierto.
En síntesis: no hay evidencias ni registros ni pruebas de que las boxeadoras Khelif y Yu Ting sean mujeres trans, de que tengan cromosomas masculinos o de que hayan cambiado de género. Sobran, en cambio, muestras de discriminación, expuestas y veladas.
Estoy en un grupo de WhatsApp de un gimnasio de boxeo (el Dani Box, del entrenador Daniel Zamorano, en el Club Castelar). Hay adultos y jóvenes, mayores y menores poderes adquisitivos, abogados, ingenieros, psicólogos y, claro, boxeadores con licencia. Para muestra de lo que desató la “polémica” (¿hay “polémica” a partir de fakes?), vale un chat entre J. y R. J. escribe el jueves a las 15:22: “Todos estos nuevos paradigmas que contradicen a la fisiología y a la biología de siempre son los que están haciendo un daño terrible no sólo en el deporte sino en el espectro social en general”. R. interviene a las 8:11 del viernes, después de una catarata de notificaciones: “Como tengo un hijo adolescente en este grupo, voy a opinar sobre el tema de la argelina. Sobre el hormonal, no, porque no sé. Lo que sí destaco, y me parece una terrible cagada, es lo fácil que les resulta a los medios de comunicación manipular a la opinión pública. Yo, indignado, pensando que era una travesti peleando contra una mujer y resulta que no sólo no es así, sino que ya participó en los Juegos de Tokio y no ganó. Mirá si en el boxeo va a haber que pegar despacio… No sé, no es para opinar a la ligera. Y la derecha italiana indignada…”. Y entonces J. salta, a las 9:41: “Tu comentario es un poco confuso y no hace justicia. Está claro que no están en igualdad de condiciones las deportistas femeninas contra una genética como la del boxeador argelino (sic), con exceso de cromosomas masculinos. Por tal motivo había sido descalificado por la Organización Mundial (sic), por presentar cromosomas XY y no calificar dentro de los parámetros de género. Es sentido común, no se trata de izquierda o derecha. Me resulta curioso que muchas mujeres defienden esta falsa inclusión que las expone deslegitimado sus derechos”. ¿Le decimos a J. que el sentido común es de derecha?
La italiana Carini contó tras la pelea con Khelif que “nunca le habían pegado tan fuerte”. Opinó Giorgia Meloni, primera ministra de Italia: “No es una competencia equitativa. No se debe autorizar a deportistas con atributos masculinos en competiciones femeninas”. Meloni se reunió el viernes con Bach en París. Hablaron sobre el “caso Khelif”. “Es una mujer”, le aclaró el presidente del COI. Ese mismo día, en el Grand Palais Éphémère, Meloni presenció el oro de la judoca italiana Alice Bellandi en la categoría de menos de 78 kilos. Bellandi celebró el triunfo besando a su pareja, la judoca Jasmine Martin, ante la mirada de Meloni, quien en junio se había envalentonado: “¡Sí a la familia natural! ¡No a los lobby LGBT! ¡Sí a la identidad sexual! ¡No a la ideología de género!”. Bellandi dijo luego en Rai Sport: “Este es un oro lleno de amor. Lamento que este beso sea visto como algo extraordinario: es amor. ¿A quién besarías después de un resultado tan importante? Todo se mueve por amor. El deporte es amor, la amistad es amor, la pareja es amor. Se la dedico a mi Italia. También a mi familia, a mi pareja, a mi entrenador, a la selección italiana. Gracias a todos por apoyarme”.
“La IBA, que tenía un poder de decisión casi dictatorial, además de corrupto, gobernó desde siempre al pugilismo olímpico”, me dice Osvaldo Arsenio, director nacional de la Secretaría de Deportes de la Nación entre 2004 y 2014, desde Alemania. “Sin la IBA, la actualidad de las competencias del boxeo olímpico tampoco parece ser la mejor, en especial en los arbitrajes en los que a los boxeadores de países que no integran el statu quo se les sigue haciendo muy difícil ganar por puntos. La generosidad de la IBA para distribuir cargos entre dirigentes del tercer mundo le permitió sobrevivir y hasta convivir con los intereses de los mánagers profesionales de Estados Unidos, Europa y Asia, igual de corruptos que ellos. Nosotros tuvimos hasta siete mujeres campeonas mundiales de boxeo profesional al mismo tiempo y no pudimos rescatar ni una medalla para el amateurismo marrón de los Juegos. Fui uno de los que lo intentó y fracasó. Esos nichos de posibilidades para obtener medallas olímpicas, como el boxeo, eran mi obsesión hace 20 años”.
Este sábado, Khelif se aseguró la medalla de bronce después de vencer por fallo unánime a la húngara Anna Luca Hamori y avanzar a las semifinales (el boxeo olímpico entrega dos bronces). En Tokio 2020 había perdido en cuartos de final. No fue hasta que le empezó a ir bien que comenzaron a esparcirse las mentiras. Después de la pelea, Khelif lloró, emocionada. Su entrenador les gritó a los presentes y a la cámara: “¡La acosaron! ¡Viva Argelia!”. Este martes, en la categoría de hasta 66 kilos, Khelif enfrentará en la semi a la tailandesa Janjaem Suwannapheng para acceder a una pelea por el oro. Y para que su historia olímpica trascienda aún más París 2024.
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