Muy buena película que pone en cuestión los límites del discurso progresista cuando tiene que ponerse en práctica, a través de un género que por lo general no se suele asociarse con lo racional.
«Nunca pongas en duda el progresismo de un progresista» podría ser una especie de bajada del título de esta (casi) gran película de terror. Un terror al que poco acostumbra el cine (en general y de todas las latitudes) y que está relacionado más con las pesadillas a las que llevan las convicciones racionales más que las creencias a las que esas convicciones racionales llaman con desprecio superstición.
Cortito y al pie, Jordan Peele delinea personajes bien caracterizadas del universo progresista sin demasiado trazo fino, y muchos de ellos muy referenciados con el progresismo en Hollywood -como el caso de Catherine Keener-, cosa que después de dejarlos a merced de su condición de blancos, pero sobre todo ricos: es su condición de ricos lo que les permite el progresismo, y no a la inversa.
El rápido armado de situación le permite a Peele poner en escena el peor de los escenarios para el progresismo: el del terror al que puede llevar la razón; si se quiere, la Ilustración. La alegoría de cómo una serie de dispositivos combinados de determinada forma pueden actuar de tal manera sobre la subjetividad que llevan al individuo a actuar en contra de su propios intereses (o sea, en contra de su propia razón) produce tanto una sonrisa nerviosa como una sensación de pánico. Más que en el protagonista y en las situaciones por las que pasa, el terror está puesto en una serie de personajes secundarios donde se ven los efectos de dejarle el gobierno de la vida a la razón, y las vidas que produce creer que la razón es una cuestión de fe.
Así, a su manera, el film funciona como una metáfora negra (por oscura y por color de piel) sobre los años de Obama. Un progresismo que mientras mostraba que a partir de un presidente negro los afroamericanos estaban en igualdad de condiciones que los blancos, apenas eliminó algunas de las desigualdades que los perjudicaban, al tiempo que aplicaba la política exterior de Estados Unidos más cruel por décadas, salvaba a los bancos haciendo crecer la inequidad distributiva y terminaba rogando por el voto porque si se iban los progresistas llegaría Trump.
La escena final del film es de un gran simbolismo: es la acción de las personas en defensa de sus derechos y sus afectos la que convierte a la ley en justicia.
Huye (Get Out. Estados Unidos, 2017). Dirección y guion: Jordan Peele. Con: Daniel Kaluuya, Allison Williams, Bradley Whitford, Catherine Keener, Caleb Landry Jones, Marcus Henderson. 104 minutos.
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