Ahora sí, terminadas las PASO, queda claro que el oficialismo va a necesitar argumentos y dar explicaciones. Justo lo que el presidente no quería, pero parece que es el único camino para allegarse los votos necesarios a fin de disputar las elecciones y seguir gobernando un país al que sumió en una crisis económica con devaluación, endeudamiento e inflación récord, pobreza y desempleo. Grandes logros. Casi insuperables. Por eso es casi hasta gracioso que el gobierno y los especuladores de siempre vaticinen apocalipsis financieros y monetarios si ganan los Fernández. Como si el macrismo fuera sinónimo de exitosa gestión económica. Sí. Muy graciosos.
La incógnita es si desde la Casa Rosada seguirán promoviendo el «puteame pero votame» como eslogan para convencer a indecisos, enojados o arrepentidos. Seguro harán nuevos «focus groups» y se colarán en grupos de WhatsApp y en mensajes al celular antes de lanzar nuevos lemas. El eje, lo sabemos, será reforzar la campaña del miedo para advertir que los kirchneristas son autoritarios, irracionales, intolerantes, violentos y, sobre todo, corruptos. Que si vuelven terminarán con la libertad de expresión, regresarán las cadenas nacionales y el cepo al dólar. Y, casi lo olvido: que Argentina será como Venezuela, porque hay que seguir usufructuando electoralmente la tragedia humanitaria de ese país.
Lo que sí hay que reconocerle al gobierno es un inmenso mérito que tuvo durante esta campaña y que le han escatimado. Ayudó a conseguir una meta que parecía imposible: unir al peronismo. Macri lo hizo. Pero, ojo, a pesar de que los resultados parecen contundentes, todavía es muy pronto para que la fórmula Fernández-Fernández celebre que ahora la Revolución de la Alegría es suya. Nada peor que dar por ganada una elección de antemano.
En ese camino, la principal fórmula opositora no debe saber adónde esconder a Aníbal Fernández para que no lance sus tradicionales mensajes provocadores que en varios momentos incomodaron la campaña, como cuando comparó a la gobernadora con el femicida. Y con el affaire de la científica macrista, el candidato a presidente ya debe haber aprendido que es mejor no mencionar con nombre y apellido a desconocidos opositores porque solamente los termina haciendo famosos.
Por ahora nos quedamos con nervios, enojo, preocupación y un dejo de despedida del macrismo y alegría y optimismo en la oposición kirchnerista-peronista.
Pero en Argentina, lo sabemos, los escenarios políticos pueden cambiar todo el tiempo. Ahora todo parece insuficiente para el gobierno, pero falta, por ejemplo, el debate presidencial del 13 de octubre porque el macrismo querrá revivir el éxito propagandístico que tuvo en 2015. Tiene las herramientas necesarias y sabe jugarlas. ¿Alcanzará, de nuevo, un beso apasionado de la primera dama?
Esperaremos a ver qué pasa el 27 de octubre.
¿O el 24 de noviembre?
Seguimos. «
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