Comandados por el histórico bajista Shane Embury y el inquieto frontman Mark “Barney” Greenway, la icónica banda de grindcore hizo temblar Groove. La alegría no es solo brasilera.
Una tribu ataviada de estricta etiqueta negra, parches y melenas canosas se congrega en Groove. Sobre las tablas pasaron Blodig, los basileños Eskröta y Miserere en la previa. Entonces, se encienden las luces y a las 21:30, con puntualidad británica, los nacidos y criados en Birmingham encienden su maquinaria pesada con el tridente “From Eslavement to Obliteration”, “Taste the Poison” y Next on the List”. Con más de 40 años y 30 discos en el palo, no hay signos de oxidación en los padres del grindcore.
¿La génesis de su historia? Pibes del suburbio del suburbio que querían tocar la guitarra a la velocidad de la luz. En 1981, Nicholas Bullen y Miles “Rat” Ratledge, dos quinceañeros de la industrial Birmingham, decidieron eludir su seguro destino como obreros automotrices, armaron una banda anarco punk y salieron a tocar en pubs de mala muerte. Gracias a los fanzines y el goteo postal de sus casetes, los Napalm Death llenaban tugurios. Misteriosamente, uno de esos casetes piratas llegó hasta los estudios de la BBC. A las manos de John Peel, mítico locutor que, después de difundir el trabajo de los primeros punks y el tsunami de la new wave, puso sus fichas en el grindcore y el death metal. El primer “hit” de Napalm Death que hizo sonar en la radio fue “You Suffer”, luego inmortalizado en disco Scum: un estruendo de un segundo y medio de duración acompañado de un haiku existencialista: “Vos sufrís, ¿pero por qué?”. Cuando detona en Palermo, el boliche y hasta el vecino edificio de los agrogarcas de la Rural se derrumban. El público pide bis, y la banda repite.
Comandados por el histórico bajista Shane Embury y el inquieto frontman Mark “Barney” Greenway, sin dudas los británicos juegan de local en estas pampas. Completan el cuarteto el rasta Jonh Cooke en la guitarra y pulpo Danny Herrera aporreando los parches. Barney, socialista, pacifista y ateo practicante, es de esos frontman que da cátedra desde el escenario. “No a las guerras, a todas las guerras, que benefician a los poderosos, a los gobiernos, a las corporaciones. Paz y amor, muchachos y muchachas”, agita el Lennon del grindcore antes de disparar “Continuing War on Stupidity”.
Antifascista, antiviolencia, antirracista: la obra de Napalm Death, como el cuadro de Brueghel el Viejo, desnudan el triunfo de la muerte. Pasan “Suffer the Children”, “Fuck the Factoid”, el clásico de clásicos “Scum” y el literal “Dead”. La hinchada está en llamas. A lo bonzo se poguea frente al escenario demasiado alto. Bernie pide disculpas desde las alturas por la distancia con la muchachada. Para el cierre, la banda hecha nafta al fuego con un cover de los Dead Kennedys: “Nazi Punks Fuck Off”. No pasarán.
Velocidad ramonera y un poco más, claro: 23 canciones en hora y monedas. El cierre es a todo trapo, una sinfonía de la destrucción con “Instinct of Survival” y “Contemptuous”. Dejamos el antro palermitano en paz. El aire mil veces respirado del boliche huele a napalm. Huele a victoria.
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